Confinada en un albergue para personas sin hogar en los Estados Unidos tras la denuncia de un vecino en Servicios Sociales, a Florencia, el coronavirus la pilló en el mejor lugar
“Paradoja del destino ¡Imagínate cómo me hubiera ido! Estaría peor. Me hubieran quitado a los niños”
Florencia Hernández San Germán
Yolanda PEACH
Lo intuía. El positivo en Covid-19 era lo esperado para Flor, confinada en un shelter en Los Ángeles, California.
“Cada 8 días nos hacen pruebas. El viernes llamaron para decirme el resultado”.
Migrante y sin papeles, había decidido dejar de luchar contra el sistema en Estados Unidos. A disposición de las autoridades, la pandemia la encontró en el mejor lugar.
“Paradoja del destino ¡Imagínate cómo me hubiera ido! Estaría peor. Me hubieran quitado a los niños”.
ÍMPETU Y RESISTENCIA
Florencia Hernández San Germán dirigía un programa radiofónico oficial cuando decidió dejar Oaxaca. Comunicóloga y con experiencia en medios cruzó la frontera.
Su primer trabajo en Los Ángeles, California, fue en una galletera. “Estoy acostumbrada a trabajar, sólo que eran ocho horas parada, inmovilizada, moviendo sólo las manos (…) recuerdo que el primer día al llegar a casa me metí a la tina de agua caliente y me desperté a medianoche con calentura”.
Una semana, de ahí probó en otras fábricas, lavó trastes y limpió baños en las escuelas.
Un ecuatoriano le recomendó buscar trabajo con su paisano Zeferino “El Chapulín” en su estudio de grabación. Éste, después de ver su currículo, le dijo que empezaría de abajo y la envió a la cocina.
“Una mañana me dijo que subiría de nivel y me mandó a repartir tamales. Lo hizo para humillarme”.
Flor aprovechó, al repartir en las cabinas, para hablar de la gastronomía y raíces culturales en Oaxaca. Al terminar, la cocinera le ordenó echar tortillas, “después de quemarme, la abracé. Me preguntó: ¿Qué haces? Y le respondí: Me abriste los ojos, después de eso, me salí y decidí sólo trabajar en lo mío”.
A los que conoció en cabina le recomendaron el canal 62, Estrella TV. “Estuve dos años. Hice de todo, desde guionista para programas o el telepronter en noticias en vivo, hasta auxiliar de producción, buscar escenografías, hacer reportajes, preparar a las personas que saldrían al aire, talk show”.
Otra televisora se instaló enfrente. Reportó que su rival contrató a migrantes sin documentos “y nos corrieron a todos”.
Se fue al canal de reciclaje, donde fue productora, asociada de producción, camarógrafa, editora, “con la mitad de salario que una persona con papeles recibe”.
Fundó la revista Contacto Hispano. “Le propuse la idea a un panadero, Arturo Aguilar. Él puso el dinero de la impresión. Me encargué de los reportajes, la edición, el diseño, las ventas y la distribución”.
Al otro día de conseguir un contrato de publicidad grande, su socio cambió la chapa de la oficina y la corrió. “Decidí empezar por mi cuenta”.
Como productor independiente, lanzó al aire, los programas de televisión Oaxaca Mágico y Vibra México. “El quiebre inmobiliario que se vivió en EU provocó que muchos negocios hispanos perdieran su patrimonio. Perdí a mis patrocinadores”.
Intentó continuar en radio, puso una agencia publicitaria, un negocio de diseño e impresiones y su último proyecto, Calicanto, un programa para ayudar a la gente adulta hispana a introducirse a la tecnología.
“La mayoría no tiene conocimiento, sólo lo mínimo, lo básico. Son analfabetas digitales. Les estoy enseñando a vender sus cosas”.
Inició también con la guía Oaxacalifornia, para promover a los productores y empresarios de Oaxaca.
CONFINADA EN UN SHELTER
Al dejar Oaxaca, hace 17 años, tenía una bebé, de escasos meses de nacida. En uno de sus múltiples trabajos en Los Ángeles, decidió incursionar como comediante. Imitaba a Alejandra Guzmán.
En ese medio conoció a Víctor, su pareja, imitador de Juan Gabriel. Con él procreó un hijo, ahora de 9 años.
En noviembre pasado, un vecino reportó que en su casa tenían un vidrio roto y ahí vivían niños. Llegó la trabajadora social.
“Diagnosticaron que no vivía en un lugar habitable para los niños por el vidrio roto, no había agua caliente y no tenían cuarto independiente”.
El vidrio era peligroso para los niños y no tener agua caliente es abuso de menores. “Acá debes llevar a tus hijos cuatro veces al año al médico general, dos veces al dentista, dos al optometrista, dos al pediatra y tener todas sus vacunas (…) solamente los llevaba al médico cuando estaban enfermos”.
Decidió entregarse y admitir todo. “Me iban a quitar a los niños así que decidí ponerme a disposición del sistema y que el gobierno dispusiera de mi vida”.
La enviaron a un shelter (albergue para gente sin hogar). “Gané el juicio con reservas, debo salir de acá el 1 de agosto y volver a mi vida normal mientras, nos dan terapia del buen padre, escuela para padres, terapia para los niños, desayuno, comida y cena si no tienes dinero para comprar”.
No puedes salir sin reportarte, no tomar fotos del lugar o personas. Una hora máxima de llegada, si fallas, vas para afuera.
Se llevó su computadora. Siguió con sus proyectos de social media y páginas web.
“Víctor nos alcanzó en abril. Perdió el trabajo cuando cerraron los centros de recreación por el coronavirus y no pudo pagar la renta. Acá se pagan 800 dólares por un cuartucho, mil 500 para arriba un departamento de un cuarto”.
Debe garantizar que tiene trabajo al salir. “Te ayudan, pero obvio que, sin papeles, no hay dónde laborar más que limpiar baños o ir al campo. Con el E-very fy, el sistema que implementó Trump, es imposible”.
CORONAVIRUS IRREBATIBLE
En el shelter hay un comedor muy grande para servirse comida. “Desde marzo dejamos de trabajar. Acá viven unas 60 0 70 familias. Alguna se infectó y estuvo yendo a la cocina. Nos enteramos que habían diagnosticado casos con coronavirus”.
Empezó con diarrea, escalofríos, dolor de huesos y cabeza. “Al inicio creí que porque había salido a tomar sol”.
Su pareja también salió positiva, al igual que su hija mayor, del menor, esperan resultados. “A Víctor le fue peor porque es hipertenso. Tuvo dos ataques y fiebre”.
Los enviaron a un hotel donde deberán permanecer hasta el 2 de julio.
“El coronavirus hizo estragos en Estados Unidos. Se quedaron sin trabajo. Mucha gente en su vida imaginó estar en un shelter. Al interrogarme no se imaginaban que tengo licenciatura. La mayoría no tiene estudios.
“Tengo los días contados para demostrar que tengo solvencia al salir. Tener lo de una renta, comida, calzado, alimentación, transporte (…) muchos me criticaron por entregarme y con esto de la pandemia, sinceramente no me arrepiento”.
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