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Fuga al paraíso

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Miguel Ángel quedó solo tras la muerte de sus padres; dueño de una miscelánea, vivió encerrado los últimos 20 años de su vida, no imaginó que la emergencia sanitaria por el Covid-19 lo llevaría a reunirse con sus seres queridos

 

Yolanda PEACH

 

No le costó guardar la Cuarentena. Vivía prácticamente encerrado los últimos 20 años.

Hijo único, Miguel Ángel vivía para sus padres. Terminó la licenciatura en Recursos Humanos en la Facultad de la Universidad Nacional Autónoma de México. Al inicio trabajó para el gobierno federal, después decidió poner una miscelánea en su casa, así estaría pendiente de sus papás.

“Las ventas están bajas, pero no me quejo, sólo se quejan los pedigüeños de siempre”, contó a propósito de la Jornada Nacional de Sana Distancia.

“En teoría no estoy en riesgo, pero todo el año he estado mal de las vías respiratorias, así que quien sabe”, añadió preocupado.

Criticó la política de Andrés Manuel López Obrador en materia de salud. No tomar las medidas de precaución a tiempo hubiera evitado también el colapso económico, era mejor tres semanas con rigor que tanta incertidumbre ahora.

“Si yo pagara renta (…) pero no hay mucho problema. Si nos obligasen a cerrar, de lo que hay como y sobrevivo”.

Adora los animales. Se había vuelto protector e incluso se agregó a una brigada de defensa. Tiene un perrito y le preocupa que abandonen a sus animales ante la emergencia sanitaria. “Los animales no son una amenaza”.

 

SU VIDA, SUS PAPÁS

Soltero, a su edad, 53 años, no cree probable encontrar pareja, “desde que me dicen señor sé que no tendré ninguna probabilidad”.

Sus padres rondaban los 40 cuando él nació. Su mamá tenía problemas para caminar por un mal congénito. Su padre era un bohemio.

“El Día de la madre está por llegar y no tengo a la mía conmigo (…) ¿dónde estás madre mía?”, se lamenta, al recordar a María de los Ángeles Gómez, su mamá, quien murió en septiembre de 2018.

En su honor, cuida sus flores, las azucenas, las decenas de plantas que llenaban la casa. Ahora que tiene poca clientela, tiene tiempo de sobra para mimar las plantitas.

María de los Ángeles estuvo convaleciente sus últimos años. La bañaba todos los días y la pasaba a su silla de ruedas. La llevaba a dar una vuelta y procuraba que no se deprimiera.

“Cuando murió mi padre estuvimos muy tristes. No había forma de animarla porque yo también estaba igual. Lo extrañaba mucho”.

Su papá, don Rómulo Pérez, había muerto dos años antes, el 30 de julio de 2016. Sus últimos meses también usaba silla de ruedas.

“Mi padre solía dar largas caminatas. Trataba de no perder su buen humor y yo procuraba llevar a los dos a dar la vuelta en sus sillas, para que se distrajeran un poco”.

Una mujer los visitaba cada semana. Les leía un poco y rezaba con ellos.

Cuando murieron no avisó a nadie, para qué, estaba seguro que no acudirían y terminaría velándolos solo.

A su papá lo llevó directo del hospital al crematorio, mientras su madre lloraba desconsoladamente.

Sin embargo, sí llegaron algunos familiares y amigos. Brindó por su padre y organizó una velada. “Me dijeron que mi papá era un tipazo y la verdad es que los que lo conocieron lo querían”.

“Mi papá me enseñó a ser un caballero, a tratar con delicadeza a las mujeres, tal vez es anticuado o machista, pero mi padre es mi héroe”.

Cuando murió su mamá también la incineró. No avisó a nadie porque sintió que sería más triste velarla solo. “Ella no quería, pero le expliqué que estaría solo en el velatorio. Al final entendió que estábamos solos”.

Al morir ella, sintió la tristeza con otros ojos. “Niña cuando yo muera no llores sobre mi tumba. Cántame una canción, ay mamá, que alegre los corazones, porque si tú me lloras yo peno, en cambio si tú me cantas yo siempre vivo, yo nunca muero”.

 

ENCIERRO BOHEMIO

Amante del equipo de fútbol americano, Miami Dolphins, Miguel Ángel tiene otra debilidad: la cerveza.

Antes de la cuarentena, sus amigos solían reunirse en su casa, asar carnitas, preparar alguna botana y tomar, mientras contaban anécdotas.

Al inicio fue porque no dejaba a sus padres solos. Su papá se unía, les contaba historias, chistes y les leía poemas; después, se volvió costumbre.

Con el Covid-19 consideró que las reuniones podrían ser perjudiciales. Pedía comida a domicilio o se preparaba en casa.

Sobre las bebidas, les tenía fe, “hace 150 años cayó una influenza muy fuerte en México y los jalisquillos se concentraron en beber tequila con sal y limón. No pegó tan duró allá. Así surgió la costumbre de tomar el tequila con sal y limón, así como nosotros el mezcal con sal de gusano y rodajas de naranja”.

No obstante, estaba al pendiente de las noticias, sobre todo de la ley seca. Siguió las instrucciones y dejó de vender alcohol.

También le preocupan las noticias sobre la saturación en los hospitales. “Tal vez la emergencia sanitaria nos perjudique a todos, sobre todo en lo económico, pero lo primero es la salud, sin salud no hay vida y entonces ¿de qué sirve tener dinero? (…) así como están las cosas mis metas para el 2020 han cambiado, me conformo con llegar con vida a diciembre, al menos eso”.

La noticia que dio el presidente, Andrés Manuel López Obrador de que se aplanó la curva de contagios lo relajó. Se sumó a que las autoridades no hacían rondines ni había toque de queda.

El 29 de abril pasado fue una fecha especial. Cansado del encierro en casa unos amigos le proponen organizar unas carnitas. Se sumó el ron y la cerveza. La fiesta continuó.

Ya entonados, deciden salir y romper la cuarentena totalmente. Alguien propuso: “fuga a la playa”. Sin pensarlo mucho decidieron salir.

Nunca alcanzaron a llegar. El vehículo en el que viajaban sufrió un aparatoso accidente y Miguel Ángel salió del auto a reunirse con sus padres.

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