Sin importarle el riesgo y fiel a su vida de socorrer a los más necesitados, el padre Gil acudió a las casas de los enfermos de Covid para darles consuelo y los santos oleos a quienes estaban por morir; falleció por las complicaciones originadas por este virus
“Los enfermos del coronavirus mueren abandonados. Como los leprosos en tiempos de Jesucristo. Son los apestados. Todos les temen. Rezo por ellos para que Dios perdone sus pecados, les conceda la paz y les otorgue fortaleza”
Gil Antonio Torres Varela
Sacerdote
Yolanda PEACH
Imperturbable. Aceptó el riesgo y socorrió a los necesitados de salud. El sacerdote Gil Antonio Torres Varela acudió a domicilios particulares para dar los santos óleos a los que estaban a punto de morir.
Murió el domingo 6 de septiembre, a los 75 años de edad, por complicaciones ocasionadas por el coronavirus.
“Los enfermos del coronavirus mueren abandonados. Como los leprosos en tiempos de Jesucristo. Son los apestados. Todos les temen. Rezo por ellos para que Dios perdone sus pecados, les conceda la paz y les otorgue fortaleza”.
INDÍGENAS, POBRES Y JÓVENES
Titular de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, en la Unidad Habitacional Primero de Mayo en la capital oaxaqueña, fue ordenado sacerdote el 11 de julio de 1971, por el tercer arzobispo de Antequera Oaxaca, Fortino Gómez León.
Nació en febrero de 1945 en Villa Talea de Castro, en la región Sierra Norte. Su primera parroquia fue la San Juan Yaeé. Siguió La Asunción Tlaxiaco, San Ildefonso Villa Alta y estuvo muchos años en Santo Domingo Teojomulco, en la Sierra Sur.
Fue el primer coordinador del Centro Diocesano de Pastoral Indígena de Oaxaca. Precursor de la teología indígena en Oaxaca y se identificaba con la Teología de la Liberación.
El padre Gil se mantuvo apegado a la pastoral que implementó don Bartolomé Carrasco Briseño. Se acercó a los pueblos indígenas y los apoyó en la lucha por la defensa de sus recursos naturales y derechos humanos.
Pensó y elaboró al lado del padre Juan Ruíz, Francisco Arrazola y muchos otros sacerdotes, religiosas y laicos el proyecto Catecismo Caminando. “Su aporte al trabajo pastoral y a la catequesis es uno de los más relevantes que ha tenido la diócesis de Oaxaca”.
Impulsó, hace 25 años, los Encuentros de Experiencias Cristianas. Un espacio innovador de encuentro de las comunidades. Volvió de una experiencia de formación pastoral en Brasil, lo que contribuyó con su gran talento en la reflexión social.
“Desarrolló una pastoral basada en la promoción de los indígenas y en la denuncia de las causas de opresión de la población marginada (…) su labor de catequesis fue fundamental para la formación de dirigentes juveniles que asumieron un compromiso cristiano y político en beneficio de los más desfavorecidos”, publicó Educa Oaxaca.
Los indígenas, pobres y jóvenes eran los sectores de la población que más le preocupaban.
Fue párroco en Santa Catarina Minas, San Pedro Yolox, Felicitas y Perpetuas, San Pablo Mitla y Santa Rosa. Lograba una relación familiar con la comunidad. Unió a las capillas y organizaba peregrinaciones.
“Al inicio, se nos hacía muy enojón, muy estricto, pero conforme lo conocimos, nos dimos cuenta que era diferente, muy estructurado, muy organizado”, comentó una feligresa.
SERVICIO INCLUYENTE
Al padre Gil le gustaba ir a las comunidades y ver por su bienestar. “Se volvía como el papá de todos. Era de esos curas que llegan a evangelizar”.
Sus feligreses recuerdan una ocasión que logró reunir a todos los pueblos de alrededor. Al saber que iría el padre Gil a dar la misa, llegaron de las comunidades cercanas.
Lo primero que hizo, fue buscar un traductor. Ese día la misa tardó más de lo normal. Hacía pausas en cada frase para que el intérprete pudiera decir fielmente lo que decía.
Los pobladores que acudieron no llegaron con las manos vacías. Traían frijol, maíz, miel, plátano, naranjas, pan, “lo que tenían en sus comunidades. Se llenó una mesa enorme de las dádivas que trajeron”.
Al finalizar, invitó a los asistentes. “Ahora sí, vamos a comer de todo. Se trató de una convivencia hermosa, todos estaban muy contentos compartiendo juntos”.
Tal vez, es lo que más lo caracterizaba. Apenas recibía dinero, lo repartía entre los necesitados, en cuanto veía a alguien que requería de ayuda, lo socorría.
Al finalizar el año, siempre organizaba una despedida con la comunidad. Ofrecía una comida y aprovechaba para pedir perdón. “Por favor perdónenme mi mal carácter, mi forma de ser. Era muy humilde, a pesar de que debía ser fuerte”
Otra de sus “debilidades”, eran los jóvenes. Le preocupaba en demasía que se fueran por el mal camino. Trabajaba de la mano con ellos y éstos lo seguían, pese a que los regañaba. “Temía que se descarrilaran, así que procuraba que sirvieran en la iglesia. Infundía mucho el amor a Dios, pero no a la fuerza. Veía la forma de que los jóvenes se acercaran”.
Cuando lo asignaron a la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, la comunidad de Santa Rosa lo acompañó en una peregrinación y lo fueron a dejar. Contrataron una banda de música. “Ustedes ya se querían deshacer de mí que hasta banda trajeron”, comentó risueño.
MISERICORDIA EN COVID
Siguió las instrucciones del pontífice Francisco. Éste indicó que los sacerdotes deben servir a los actuales apestados: los enfermos de Covid-19.
La Conferencia del Episcopado Mexicano emitió el protocolo. Estableció que las obras de misericordia, como visitar al enfermo y dar cristiana sepultura a los difuntos, son acciones que corresponden al sacerdote como pastor propio de una comunidad, “es quien ha de ayudar diligentemente con caridad a los enfermos, especialmente a los moribundos, dándoles fortaleza, administrándoles los sacramentos y participando de modo particular en las preocupaciones, angustias y dolores.
No todos los sacerdotes se unieron a esta labor. El padre Gil no lo dudó. Se cuidaba mucho, pues sufría diabetes. Practicaba mucho ejercicio y procuraba una alimentación sana.
Se contagió de Covid y, aun así, no perdió el ánimo. Estaba contento, confiado, con deseos de ayudar a los que la pasaban mal.
Murió por complicaciones ocasionadas por el coronavirus. En la última misa que celebró, el 28 de agosto, recordó que Cristo no vino a proclamarse a sí mismo, “pensamos en honores, en poder y lo que tienen a los que les dicen poderosos. Él vino a ser servidor y de tal manera fue servidor que se hizo esclavo y se dejó matar en la cruz”.
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