Fuera de casa, sin poder volver y sin trabajo. Atenea González enfrenta la peor pesadilla de su vida. Tras estar en la cima de su carrera todo se derrumba cuando inicia la emergencia sanitaria por la pandemia que golpea al mundo
“Nos avisaron de la empresa que teníamos que regresar a nuestra ciudad por lo del Coronavirus, que debíamos comprar los vuelos ya o tendríamos el riesgo de que los cancelaran. Nos dijeron que mientras durara la emergencia no nos iban a pagar (…) sentí un pánico terrible”
“Todas esas personas que renunciaron para venirse con nuestra marca. ¿Cómo crees que me sentí de sacarlos de una empresa para llevarlos a otra que sólo duraría una semana? Tal vez tenían seguro, tenían establecido todo. Una estabilidad económica. Me sentí mal como persona. Me sentí súper mal”
Atenea González
Chef
Yolanda PEACH
Sintió que el mundo giraba vertiginosamente. Acababa de llevar a un grupo de personas al matadero. Las convenció de renunciar a un trabajo seguro para iniciar en una empresa que no duró ni una semana en pie. Se sentía esa clase de personas desalmadas. Miserable y triste.
Ella también estaba sola, sin trabajo ni seguridad social en caso de enfermarse. De vuelta a la ciudad base de la empresa no podía dejar de pensar en ellos que ahora formaban la nueva lista de desempleados.
“Me sentí muy mal como persona… ellos tenían una estabilidad económica, seguridad social y ahora se habían quedado sin nada”, confiesa Atenea González al platicar de su viaje de regreso a Guadalajara, después de que “tronó” el restaurante que acababa de abrir en Cancún.
La chef había sido designada para abrir uno de los restaurantes de la marca para la que trabajaba, contrató personal, los capacitó y se inauguró la plaza en La Isla Cancún. No duró ni una semana. La emergencia sanitaria los alcanzó y tuvieron que cerrar. Se quedó sin seguridad social, en condiciones precarias y aún no sabe qué pasará si la contingencia se alarga.
UNA VIDA LLENA DE OPORTUNIDADES
Atenea dejó Oaxaca para estudiar artes en Guadalajara. Se especializó en música y para sostener sus estudios entró a laborar en un restaurante. Terminó por estudiar también la carrera de Gastronomía, de la que se enamoró.
Su talento la llevó a ascender en el ramo. Al rato laboraba en restaurantes de renombre hasta llegar a tener altos cargos en una firma importante.
La envían a Morelia a abrir una nueva plaza, donde se establece. En febrero pasado le avisan que tendrá que abrir otra plaza, ahora en Cancún, por lo que empieza los preparativos.
Empezó a compartir información sobre las vacantes para reclutar al personal. Les habló sobre la gran oportunidad de formar parte de una firma en expansión.
Tan sólo a la DJ se le ofrecía un sueldo inicial de 15 mil mensuales, prestaciones de ley, vivienda durante apertura, apoyo de viáticos, flexibilidad si necesitaba acudir a un evento.
Llegó a Cancún el 10 de marzo, “cuando llegué todo se veía normal”. Comenzó a efectuar llamadas, realizar entrevistas y contratar al personal. Era una buena oportunidad, así que varios renunciaron a sus empleos para acudir a su llamado.
Inició con la capacitación. Una semana de preparación. A su pareja, que se quedó en Morelia, le envió dinero para lo que necesitara del súper. “Me contó que la gente estaba entrando en pánico. Me mandaba fotos con los estantes vacíos, yo no lo podría creer y me repetía que no era real”.
Se abrió el restaurante el 16 de marzo en La Isla Cancún, en tanto, todo a su alrededor comenzaba a paralizarse.
“Capacité al personal en medidas sanitarias. Al entrar a la isla te pedían utilizar cubre bocas, usar sanitizante y te tomaban la temperatura, también tenían una lista para saber a qué empresa te ibas a dirigir y quién era tu jefe”.
La respuesta no fue lo que se esperaba. Llegó muy poca gente, al otro día dos mesas, al siguiente una y partir del cuarto día nada. “Al octavo día estábamos en la basura”.
El 24 de marzo acabó todo. “Nos avisaron de la empresa que teníamos que regresar a nuestra ciudad por lo del Coronavirus, que debíamos comprar los vuelos ya o tendríamos el riesgo de que los cancelaran. Nos dijeron que mientras durara la emergencia no nos iban a pagar (…) sentí un pánico terrible”.
REMORDIMIENTO INDESCRIPTIBLE
Al llegar al aeropuerto Atenea se encontró a muchos extranjeros llorando. “Me pregunté qué estaba sucediendo. Las personas de Cancún llevaban apoyo, alimentos, agua”.
Los filtros de seguridad todavía no eran tan estrictos. “Desde el aeropuerto me di cuenta que ya estaban mal las cosas. Leí en el tablero muchos vuelos cancelados”.
De vuelta a Guadalajara pensaba en los que se acababan de quedar sin trabajo. “Todas esas personas que renunciaron para venirse con nuestra marca. ¿Cómo crees que me sentí de sacarlos de una empresa para llevarlos a otra que sólo duraría una semana? Tal vez tenían seguro, tenían establecido todo. Una estabilidad económica. Me sentí mal como persona. Me sentí súper mal. En el vuelo venía pensando en eso”.
Algunos de sus compañeros que venían de fuera tardaron en arreglar sus cosas, entregar el departamento que acababan de rentar, sacar sus pertenencias, “siguen varados en Cancún, es súper triste, algunos tuvieron que volver por carretera”.
“Mi vuelo llegó a Guadalajara y me desplazo a Morelia. Paso a la terminal de autobuses, también filtros. Al llegar a casa me desvestí, metí la ropa a lavar y ya pude contar lo sucedido”.
SIN VISOS DE SOLUCIÓN
Respecto a la empresa, cerró Cancún y Guadalajara, después Morelia. “En este momento tan difícil (…) hemos decidido cerrar temporalmente todas nuestras sucursales hasta nuevo aviso”.
Por la antigüedad en el trabajo y asesorada, logra que la empresa le pague el salario mínimo durante la contingencia. La condición es que no se mueva de Morelia.
“Al inicio nos dijeron ya no te presentes. Se habló con la empresa, porque de pronto la empresa tampoco supo qué hacer, al inicio dijo que no iba a pagar. Se llegó a un acuerdo, tres meses debe pagar el mínimo y con lo que me paguen solventaré los gastos de casa. Ganaba con holgura y vivía en una de las mejores zonas de Morelia”.
Habló con la casera para explicarle la situación. Ya no podía pagar. “Nos corrieron de la casa. Llevaba siete meses ahí y el contrato era de un año. No quiso tomar el depósito como otro mes y me dio tres días para desocupar”.
Con mil 500 quincenales buscó un cuarto modesto. “No tenemos muebles ni nada”.
“Todo está cerrado, plazas, escuelas. Sales y es una ciudad fantasma. Estoy en cuarentena, básicamente sin trabajo”.
Tenía algo ahorrado, pero decidió no pagar sus tarjetas de crédito. No tiene idea de cómo seguirá la situación sanitaria.
“Ha sido súper triste, me deprimí cañón, no tengo dónde vivir si esto continúa, me voy a morir de hambre. Estoy haciendo hasta lo imposible. He postulado vacantes y me dicen que no están contratando por ahora. He buscado de todo en internet, en vacantes que me encuentro en Facebook y no he tenido respuesta”.
Regresar a Oaxaca lo ve improbable. Ahí vive su abuelita que ya es mayor de edad y sería irresponsable. “De pronto me dice que no están surtiendo medicinas en los hospitales públicos. Me siento muy mal porque en otra circunstancia le hubiera mandado dinero para que las comprara”.
“Te enfrentas a una situación que no lo prevés, al inicio te preguntas qué tanto te puede afectar estar en tu casa. No imaginaba hasta donde se podía caer nuestra economía. Me estoy mordiendo las uñas. Mis proyectos se detuvieron por completo. Estoy desolada”.
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