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José RUBINSTEIN/Excélsior

Las pasadas elecciones sobresalen, primordialmente, por el triunfo de candidaturas independientes, incluyendo la gubernatura de Nuevo León; por el voto adverso hacia funcionarios y partidos decepcionantes, y por la integración de un nuevo partido político cuya tarjeta de presentación fue la supremacía electoral en el DF.

La figura de candidato independiente dejó de ser reconocida en la Ley Electoral Federal de 1946, la cual confirió la exclusividad del registro de candidaturas a los partidos políticos. Sin embargo, los integrantes del régimen del México posrevolucionario, que se rebelaron y compitieron en forma independiente contra el partido oficial, lo hicieron apoyados en partidos políticos: José Vasconcelos fue postulado en 1929 por el Partido Nacional Antirreeleccionista, fundado en 1927. Juan Andreu Almazán, en 1940, se apoyó en el Partido Revolucionario de Unificación Nacional, creado ex profeso en 1939 para su postulación. En 1946, Ezequiel Padilla contendió por el Partido Demócrata Mexicano —1945— y por el ¡PAN! En 1952, Miguel Henríquez Guzmán fue candidato del Partido Constitucionalista Mexicano y de la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano, ambos creados en 1951.

El frustrado candidato independiente a la Presidencia de la República cuyo desafío, seguramente, influyó para la aprobación de la Reforma Político-Electoral de 2014 y que abrió la posibilidad —aunque con enormes trabas— a las candidaturas independientes, fue Jorge Castañeda. Fue en marzo de 2004 cuando el excanciller Jorge Castañeda anunció su candidatura presidencial independiente para las elecciones de 2006. Ante el impedimento oficial para participar en dichos comicios, Castañeda entabló sin éxito un juicio de amparo para contender sin partido. La Suprema Corte confirmó la sentencia en contra por improcedencia de dicho recurso en el caso de las leyes electorales. La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en 2008, decretó la violación al derecho de protección judicial del quejoso, al no existir algún medio de impugnación para defender sus derechos, razón por la cual el Estado mexicano habría de ajustar su legislación secundaria. Hoy, a todo ciudadano le asiste la posibilidad de contender por cargos de elección popular sin ser postulados por algún partido político, tanto a nivel federal como local.

Ya en el día a día, ¿quiénes y de qué formación política serán los cercanos colaboradores del independiente Jaime Rodríguez El Bronco, gobernador de Nuevo León? ¿Con quiénes pactará? ¿Cómo obtendrá el apoyo del Congreso careciendo de representatividad propia? ¿Convencerá a los dominantes PRI y PAN?

En adelante, queda abierta la oportunidad de contender para cargos de elección popular a ciudadanos comprometidos, con vocación y voluntad de servicio público y ajenos a partidos políticos, situación que presionará a éstos a ser más exigentes en su propuesta electoral. Por lo pronto, entre los independientes, Manuel Clouthier será diputado federal por Culiacán, Sinaloa; Alfonso Martínez A., alcalde de Morelia Michoacán; José Alberto Méndez alcalde de Comonfort, Guanajuato; César Valdés, alcalde de García, Nuevo León, y Pedro Kumamoto, diputado local por Zapopan, Jalisco.

Los pasados comicios fueron ocasión para que la copiosa asistencia se hiciera escuchar. Ya no al voto por consigna o por costumbre, quienes no cumplieron, abusaron y se dieron a conocer por corruptos o ineptos: fuera. La prioridad electoral enfatizó en la presumible honestidad del candidato, cual fuere el partido representado. Ejemplo palpable de ello ocurrió en Jalisco, entidad en la cual los candidatos de Movimiento Ciudadano, encabezados por el elegido Enrique Alfaro a la alcaldía de Guadalajara, le dieron oxígeno puro a este convaleciente partido. Consecuencia de lo mismo es que al señor Medina, en Nuevo León, al señor Padrés, en Sonora, o al desgobierno de Guerrero, el voto les fue adverso. La excepción fue Querétaro, donde el PRI, el partido del buen gobernador José Calzada, no fue ratificado; sucede que el PAN propuso a un mejor candidato.

En cuanto a la preferencia lograda por Morena en el Distrito Federal, hemos de considerar que lo que cambió fue el envase, el contenido es el mismo. Andrés Manuel, emulando a Humberto G. Tamayo en el añorado programa de un solo hombre, creó su propio partido en cuanto le extrajo todo el jugo posible al PRD. La actual fractura de la izquierda parece ser un  plan preconcebido de AMLO con miras al 2018, cuando Morena, el partido preponderante de la izquierda, postule a su obstinado líder natural a la Presidencia de la República.

Ciertamente, las elecciones intermedias de 2015 han resultado un parteaguas en nuestro abrupto trayecto democrático.

 

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