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Los peligrosos viajes al centro de la democracia

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José Elías ROMERO APIS/Excélsior

Durante la primera mitad de cada sexenio estamos muy anclados en el pasado. Pero, a partir de la elección intermedia, nos va dominando el futuro. Es muy duro reconocerlo: nuestra política tiene mucho de pasado y mucho de futuro, pero casi no tiene algo de presente. Uno de sus dramas consiste en que muchas veces es anacrónica e irreal.

Esto me recuerda que, cuando joven, estudié que una clásica corriente filosófica griega sostenía que sólo existen el pasado y el futuro, pero no el presente. En aquel entonces tan sólo sonreí. Fue la política real, la única en la que creo, la que me comprobó que aquellos griegos no eran para que yo me riera.

La democracia es un buen ejemplo de lo que estoy diciendo y estas fechas nos inquietan, no sólo sobre lo que ha pasado, sino sobre el futuro de un concepto que ha mutado a lo largo de 250 años, pero sin lograr un cuño uniforme.

Porque existe un concepto de democracia en cada uno de nosotros, y es muy frecuente que el nuestro no tenga identidad con el de nuestros interlocutores, nuestros conciudadanos o nuestros gobernantes.

La democracia moderna surgió a mediados del siglo XVIII como una resultante del concepto filosófico de la igualdad entre los seres humanos. La democracia  es la consecuencia política de la igualdad. Si todos somos iguales, nadie tiene más poder. Esa paridad se resuelve funcionalmente en una mayoría. El mayor número de iguales tiene más poder que los menos. Paridad y mayoría son los elementos de la democracia. Esta segunda acepción es la democracia como fórmula política. De aquí dimana la democracia como diseño gubernamental, casi siempre acompañada de la división de poderes y, dentro de ésta, de la colegiación legislativa a través de un Congreso o Parlamento.

Un cuarto concepto sería como postulado ideológico. Aparecieron “los demócratas”. Formaron y organizaron sus partidos. Se sintieron superiores a los no demócratas. Tal vez lo son, pero no lo sé. Ellos se consideran los elegidos y produjeron un dogma de convivencia, quinto concepto. No sólo democracia en el gobierno sino en la empresa, en el sindicato y en el condominio. Existen algunos clubes de futbol y orquestas sinfónicas que se gobiernan democráticamente. Quizá un día la democracia impregne la jefatura de familia o el comando de mafia. Para algunos, la democracia es moda mediática o costumbre autómata o estilo de vida. Con los países demócratas procuran la diplomacia, el comercio y la cooperación. Con los no demócratas decretan el embargo, la ruptura y la guerra. Con los partidos que consideran como no demócratas, jamás celebran una alianza, aunque le dan la bienvenida al cogobierno, a la cohabitación y hasta al consorcio.

Para otros, la democracia es un tema académico y una materia de estudio. Es un producto de laboratorio que se contamina al primer contacto con la realidad. Un décimo concepto es la democracia como modus vivendi. Los que viven de ella como profesión, como empleo y como negocio. La democracia es un importante generador económico nada insignificante dentro del PIB. También ha sido instalada como marca de venta y se habla de democracia natural, artificial, adulterada o renovada.

El doceavo concepto es el equívoco. La confusión del concepto de la democracia con el de la libertad, la tolerancia, el pluralismo, la legalidad y la competitividad.

Lo cierto es que su subjetivismo lleva a la vaguedad y, ésta, al desencuentro. Nada más comparemos el concepto de democracia del PRI con el del PAN o con el del PRD. Ahora cotejemos con el del Partido Verde, el de Morena o el de Panal. Analicemos los tiempos y contrastemos la democracia de Calles con la de Zedillo o la de Gomez Morín con la de Fox. ¡Ya para qué le sigo!

Pero todo ello no significa que seamos torpes. También fueron distintas las concepciones de Aristóteles, Platón, Santo Tomás, Maquiavelo, Bodino, Hobbes, Locke, Rousseau, Kant, Hegel, Montesquieu, Tocqueville, Stuart Mill, Marx, Adler, Shumpeter y cien sabios más.

Más allá de las teorías, la democracia real se reduce a aritmética real. La victoria democrática es una sumatoria de votos. Por eso, los recientes  resultados electorales nos dicen que, si este domingo 14 hubiera elecciones presidenciales, ganarían el PRI y sus aliados con el candidato que se les ocurriera, el cual sumaría el 50% de los sufragios. Todos los demás juntos sólo igualarían los números, con una alianza global alrededor de un candidato de unidad. Pero es muy improbable que sus personajes cedieran su candidatura.

En fin, diría Truman que, si nos gustan las salchichas y la democracia, nunca pensemos demasiado en lo que ambas contienen.

 

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