EDITORIAL
Desde el inicio del proceso electoral del 2018, se dio una mutación importante en torno a las reglas que deben seguir los partidos en las coaliciones; la equidad de género; la posibilidad de la reelección; el tema de las precampañas, intercampañas y campañas, además de una serie de disposiciones, que lo único que ha hecho es generar confusión, incertidumbre y encono entre los mismos partidos políticos y coaliciones. Primero fue la etapa de registro, luego la de depuración, en la que algunos (as) aspirantes, fueron considerados (as) no elegibles. Las impugnaciones en todas las coaliciones y partidos han estado a la orden del día, generando mayor incertidumbre.
Sin embargo, en este proceso electoral se han dado una serie de renuncias, traiciones, trásfugas y otros vicios, que muestran la decadencia no sólo del sistema de partidos políticos sino además, la poca calidad de la clase política oaxaqueña. Omitimos algunos nombres, pero militantes de ciertos partidos que hicieron a su sombra carrera política y fortuna, al no ser tomados en cuenta, se fueron a la casa de enfrente. Es decir, sus viejos adversarios serán ahora sus más fieles correligionarios. Priistas que devinieron de un momento a otro fans del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y que hasta hace unos días se morían por tomarse la foto con el candidato presidencial, José Antonio Meade, ahora abjuran de él, y muestran disposición a levantarle la mano al cuestionado candidato de “Por México al Frente”, Ricardo Anaya Cortés.
Hay casos en que luego de militar en el PRI y pasarse al PRD, pensaron que éste ya no cubría sus expectativas y con todo cinismo, se fueron al Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA). No importa que antes hayan renegado de éste, cuando en su ambición desatada de poder, intentó pulverizar al partido del sol azteca. Este partido está hecho trizas en Oaxaca. El dirigente estatal no ha podido acotar las pretensiones de algunos que ya mamaron que insisten en seguir moviendo a sus piezas para mantener su hegemonía en la entidad, por sí o a través de alfiles muy calificados. La injerencia de los ex gobernadores ha contaminado, si no es que prostituido el ambiente electoral oaxaqueño, de tal manera que en todo lo que se mueve en partidos y coaliciones, aunque ellos hayan sido adversarios, se percibe la mano peluda meciendo la cuna.
En medio de este ambiente de inseguridad, permea también la amenaza del magisterio y organizaciones adláteres, para crear en la jornada electoral del primero de julio, un entorno de crispación. La amenaza de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y su aliado el Cártel 22, no es nada nuevo. Los mentores siempre caminan en el lado de la conveniencia. En algo –o alguien- que les asegure seguir viviendo en las manifestaciones callejeras, cerrando escuelas y perviviendo en su nicho de confort. La amenaza asimismo de demoler la Reforma Educativa ha cautivado a estos seguidores de Andrés Manuel López Obrador que en cada asamblea o congreso gritan a los cuatro vientos, que lo que importa son sus principios rectores, pero por debajo del agua alientan el apoyo hacia el tabasqueño. Es parte de la demagogia con la que se ha manejado a la disidencia magisterial.
No están errados aquellos que afirman que si bien estamos en la antesala de uno de los procesos electorales más competitivos, existe el riesgo de que alguno de los que ya se asumen como triunfadores, al no ver consumados sus deseos, suelte al tigre de la violencia, la disputa intestina y hasta la posible irrupción de regímenes militares.
