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La política base cero

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José Elías MORENO APIS/Excélsior

La escapatoria de nuestro más famoso prisionero es un incidente carcelario y no un tema político. Con su evasión no será peor la vida de los mexicanos así como no ha sido mejor por su reclusión. Es por eso que no se trata de un tema de la política sino del calabozo. No está en juego el destino de los mexicanos sino, tan sólo, el de sus carceleros.

Desde luego que el asunto siembra muchas dudas a los que no creemos en las fugas de los poderosos ni confiamos en lo primero que escuchamos. ¿De verdad se escapó a las 8 del sábado o fue antes? ¿Se fue a bañar o pasó a despedirse? ¿Salió por un túnel o por una aduana? ¿Les creemos todo a las cámaras y videos? ¿Contó con ayuda local o internacional? ¿Desaparecerá o será testigo protegido? ¿Nunca supusieron que se escaparía? ¿La alta seguridad depende de las rejas o de los hombres?

En su columna del miércoles 25 de marzo, Pascal Beltrán del Río nos da una buena idea, nos regresa a la política y nos acuña una marca basada en el método presupuestario inventado por el economista estadunidense Peter Pyhrr y que se funda en un revisionismo que cancele inercias irreflexivas. Se dice que es bueno para la modernización presupuestal. Creo que en algo, también, podríamos aplicarlo como un método de revisión política.

En un futuro calificaremos al siglo XXI como el siglo del revisionismo. Hoy están en duda y en revisión desde la política hasta la religión. Por ejemplo, existen dudas razonables sobre la noción de Estado o, incluso, sobre la permanencia del Estado en los próximos cien años.

Muchos hoy se cuestionan si la soberanía, la libertad o la democracia deben avanzar o retroceder. Lo diré directo: si sirven al hombre o lo perjudican. Porque, incluso, hay quienes piensan que la soberanía, la libertad y la democracia no se inventaron para servir al hombre. Que tan sólo son una fórmula de basamento social, y no de bienestar individual. Esto no es cínico. Es, tan sólo, despiadado.

Alguna ocasión escuché que lo mejor que tenía, en su programación, una cadena televisiva extranjera eran sus comerciales, porque éstos eran mexicanos y no locales. Creo que algo parecido sucede con algunos países donde lo mejor que tienen son sus elecciones no sus gobiernos. No la soberanía, la democracia, la libertad, la justicia, el federalismo, el republicanismo, la constitucionalidad, la gobernabilidad, la seguridad y la efectividad. Nada de eso sino, tan sólo, sus procesos de elección.

Que funciona mejor su sistema electoral que su sistema económico. Que son más eficientes sus partidos políticos que sus procuradurías de justicia. Que sus políticos son más aptos para ganar “chambas”, candidaturas o elecciones que para ganar el desarrollo, la equidad o la paz. ¡Vamos!, que son mejores sus candidatos que sus gobernantes.

Y es entonces cuando nos preguntamos si debiéramos revisar desde “cero” nuestro sistema nacional de poder. Porque la ingobernabilidad, la dictadura o la anarquía son tan sólo meros síntomas de una degeneración oncológica del sistema político. Es decir, un cáncer en los sistemas de poder, que me permito bautizar como cratoma.

Durante más de siglo y medio, nuestra política fue una de las más ricas y complejas del planeta. Desde 1810 hasta 1970, México se convirtió en un generador de ideas, de proyectos y de instituciones que fueron estudiados y hasta reproducidos en muchas latitudes. Pero hoy, en muchos escenarios, la mexicana se ha convertido en una política insulsa, insípida, guanga y, en mucho, impotente. Es una verdadera pesadilla aceptar que, en casi 40 años mexicanos, el más importante invento político ha sido una credencial de elector. No un sistema de poder sino un plástico con fotografía.

Porque nada se ha inventado en tiempos más recientes. Quizá, por eso, César Cansino ha dicho que la ciencia política está herida de muerte y se ha colocado en el principio de su muy anunciado ocaso. Sin embargo, otros como Gary King, Kay Lehman Schlozman y Norman Nie anuncian su meridiano renacimiento.

Pero, ¡cuidado! El revisionismo sin freno es navaja de doble filo y corta hacia muchos lados. En su uso sin cuidado, a alguien pudiera ocurrírsele la revisión de muchas ideas. La justicia base cero. La economía base cero. La Constitución base cero. Y, de allí, pasar a la historia base cero, al pensamiento base cero y, un buen día, a la vida base cero. Con ello, derogar la ley que no nos obedece, borrar la historia que no nos halaga, vetar el pensamiento que no nos conviene o fusilar a las personas que no nos gustan.

Es bueno revisar, dirían los profesionales del presupuesto, que son los expertos del gasto público. Pero, ¿quién es el revisor?, dirían los profesionales de la política, que son los expertos del poder. Y las abuelas dirían que son el mismo el que paga y el que manda.

Twitter: @jeromeroapis

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