Luis Carlos Rodríguez González
El reciente caso del jugador de futbol alemán de origen turco, Mesut Özil, pone de manifiesto el tema del racismo que prevalece en este deporte en prácticamente todo el mundo, sobre todo en contra de jugadores de ascendencia africana o de Medio Oriente quienes huyeron de sus naciones de origen a causa de la pobreza, hambre, desempleo, violencia, guerras, conflictos étnicos, religiosos o político-ideológicos o desastres naturales.
Son jóvenes, algunos niños que buscan el sueño europeo de jugar y triunfar en el futbol europeo. Cuando lo logran son reconocidos y considerados como héroes de las naciones que les dieron refugio. Cuando ello no ocurre, como en el reciente Mundial con el caso Mesut Özil, hay campañas de linchamiento, de críticas, de señalar su origen extranjero, migrante.
“Soy alemán cuando ganamos, pero soy un inmigrante cuando perdemos. Todavía no soy aceptado en la sociedad”, dijo Özil hace unos días después de que anunció su retiro de la Selección de Alemania, luego de una ola severa de críticas.
La migración está hoy más que nunca presente en el futbol. Hijos de migrantes y refugiados de naciones africanas, europeas e incluso caribeñas conformaron más del 78 por ciento de la Selección de Futbol de Francia que ganó la Copa del Mundo en Rusia 2018.
Esa fue la cara “amable y triunfadora” de la migración en el Mundial del Futbol que reconoció a este equipo francés, ello a pesar de las políticas antinmigrantes que prevalecen en diversas naciones europeas como la propia Francia, Italia, Alemania, Bélgica y Hungría, entre otros.
Incluso la población de naciones como Hungría (en un 67%), República Checa (66), Bulgaria (61), Eslovaquia (58), Letonia (55) e Italia (46%) han señalado abiertamente en contra de que sus países reciban refugiados o migrantes, lo cual expone la ola de xenofobia que existe en Europa.
Sólo un dato de la tragedia de la migración hacia Europa. Más de 1,400 inmigrantes, de enero hasta principios de julio 2018, han muerto en las aguas del Mediterráneo.
En México también se cuecen habas racistas en contra de la migración de futbolistas. Decenas de jugadores de origen afrodescendiente, sobre todo colombianos, ecuatorianos, brasileños, pero incluso también mexicanos, han sido objeto de actos xenofóbicos por parte de otros futbolistas o de las porras de equipos que no sólo se han hecho tristemente celebres por el grito homofóbico, sino también por gritar insultos por el color de la piel a deportistas.
Ejemplos hay decenas. “Pinche negro, ¿y tú qué haces aquí? Regrésate a tu tierra”, es uno de los comentarios racistas en contra del árbitro afromexicano, Adalid Maganda, por parte de sus superiores de la Comisión de Arbitraje, entre los que se encuentra su presidente, Arturo Brizio. Hecho ocurrido hace apenas unas semanas. No hay sanciones, nada ocurrió. Ni el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), ni a la Federación Mexicana de Futbol (Femexfut) le interesan este caso y otros del pasado reciente.
En 2006 el futbolista panameño Felipe Baloy, cuando jugaba para el Club Monterrey, durante un partido ante el Santos de Torreón, la afición de Torreón emitió sonidos de mono y le gritaron “chango come plátano”. La misma historia la vivieron los colombianos Darwin Quintero y Jefferson o el ecuatoriano Cristian “El Chucho” Benítez. Todos ellos emigraron a México como estrellas del balompié, pero el color de su piel ofendió y desató la xenofobia y el racismo de otros jugadores y de un sector de la afición mexicana.
Ni siquiera hizo falta que cruzaran una frontera sin documentos como un estúpido argumento para rechazarlos. Sólo fue su ascendencia africana. No es la Europa con sus partidos de ultra derecha o nacionalistas. Es el México actual que se jacta de ser una nación pluricultural y pluriétnica. Tal Cual.