EDITORIAL
El rebote de la política migratoria del presidente Donald Trump, por parte del juez federal, James Robart, primero y luego por la Corte de Apelaciones del Noveno Circuito, con sede en San Francisco, California, en torno al veto migratorio, pero además, el rechazo de una fracción del Partido Republicano en el Senado de los Estados Unidos ante los intentos de construir el muro, hacen presumir que el factor interno, tan soslayado en el exterior, está poniendo sobre los pies al deslenguado y racista presidente de la Unión Americana. Todo ello, sin contar con la abierta oposición de los gobiernos de algunos estados del país como Washington, Nueva York y otros. La política de segregación racial está topando con pared.
Como una bofetada al proteccionismo comercial de Trump, el pasado domingo 5 de febrero, en el Super Bowl, que disputaron Patriotas de Nueva Inglaterra y Halcones de Atlanta, que se llevó a cabo en Houston, al que asisten al menos 80 mil personas y se transmite a 180 países, se habrían consumido al menos 35 mil toneladas de aguacate producido en México, luego de que muchos miles del llamado “oro verde” mexicano, se quedara en la frontera sin poder pasar, gracias a las políticas asumidas desde el pasado 20 de enero, cuando la Unión Americana empezó a escribir otra historia.
Las protestas se han agudizado en todo el mundo y hay algunos países cercanos a los Estados Unidos, como Gran Bretaña, que han dudado acerca de la visita que tenía programada recientemente, ante los comentarios fascistas, xenófobos y misóginos de Trump. Este entorno resulta un tanto favorable para México, habida cuenta que al menos en los últimos días, los comentarios ofensivos hacia nuestro país, vía twitter, han aminorado. Sin embargo, lo que es digno de destacarse es que ello ha revivido –como mencionamos en el número anterior de REALPOLITIK- el sentimiento nacional y los brotes de nacionalismo entre todos los mexicanos. No obstante la inconformidad que ha despertado a nivel nacional el incremento del precio de la gasolina, el presidente Enrique Peña Nieto y su gobierno, han concitado el apoyo de partidos, organizaciones de la sociedad civil, Iglesia y en general de la mayoría de los mexicanos.
No obstante lo anterior, tal parece que en Oaxaca, el gobierno estatal sigue sin tomar las providencias necesarias para instrumentar acciones en torno a una deportación masiva. No se ha reparado, al parecer, en el gravísimo impacto económico que tendría una reducción drástica en las remesas. En la falta de fuentes de empleo para ocupar a miles y miles que laboran en el “otro lado” y que, en caso de un eventual retorno, no encuentren un medio para sobrevivir. Es decir, al parecer estamos a expensas de la buena suerte o de lo que la Federación instrumente para defender a nuestros migrantes. No hay que soslayar que se trataría de un programa con recursos suficientes para hacer frente a una situación de emergencia.
En efecto, el entorno nacional e internacional parecieran ser favorables para México y nuestros migrantes, por lo que decimos al principio. Pero ello no obsta para que cualquier situación nos tome desprevenidos o a merced de las circunstancias desde el punto de vista económico o social. En realidad no estamos preparados para recibir a nuestros paisanos en caso de un retorno apresurado. Pero gobierno, en corresponsabilidad con la sociedad, pueden ir construyendo diques y alternativas viables para una situación de esa naturaleza. Habrá pues que caminar en ese sentido y de antemano reconocer que se anticipan tiempos difíciles, ante un empecinado Trump que no cesa en su discurso de odio y racismo.
