EDITORIAL
El pasado domingo 11 de febrero terminaron las precampañas para los aspirantes a la presidencia de la República: José Antonio Meade, apuntalado por el PRI-PVEM-PANAL; Andrés Manuel López Obrador, de MORENA-Partido Encuentro Social (PES)-PT y Ricardo Anaya Cortés, impulsado por PAN-PRD-Movimiento Ciudadano. El resultado de este período en el cual los tuvimos todo el tiempo en medios sobre todo electrónicos, es particularmente lamentable. Temas recurrentes como la corrupción, la mafia en el poder, discursos incendiarios o banales u otros. El balance de esta etapa se inscribe en una permanente descalificación entre los contendientes, vistos entre sí como enemigos no como adversarios políticos.
Más allá de ser un análisis superficial, no se pudo advertir el despliegue de propuestas concretas para resolver los grandes problemas nacionales, como la corrupción, la inseguridad y la pobreza, pues al menos en el discurso de dos se volvió a los lugares comunes. Simplemente culpar al PRI y al gobierno en turno de dichos problemas y no proponer alternativas viables. La ciudadanía tuvo que tolerar mensajes de descalificación constante. En cierto momento, el aspirante por el PRI-PVEM-PANAL ofreció no seguir en el nivel de ataques. Poco resultado tuvo su invitación ante la arena pueblerina en que se convirtió la etapa de precampañas.
Ahora vienen ya las campañas en serio y encontraremos candidatos hasta en la sopa. La democracia mexicana, tan onerosa para los bolsillos de todos los mexicanos, que tenemos que pagar el subsidio y prerrogativas a los partidos políticos y los deslices de la política electoral, no sólo se torna sofocante y tal vez asfixiante, sino tediosa y sin sentido. Las nuevas reglas impuestas por el Instituto Nacional Electoral (INE) y sus contrapartes locales, resultan verdaderos atolladeros. El reparto de cuotas a los partidos que se coaligan, las restricciones que le impone el género, la medición de la publicidad, el reporte de los gastos de campaña y el soslayo a los independientes, hace suponer que seguiremos ad perpetuam vinculados a un sistema de partidos políticos, desgastado y anquilosado.
En unos días más estaremos a fondo con las campañas de presidente de la República, senadores, diputados federales, locales y presidentes municipales. Por primera vez en la historia las elecciones, al menos aquí en Oaxaca serán concurrentes. Todos de un solo golpe, sin que la ciudadanía esté enterada por ejemplo, de que en nuestro estado hay diez distritos federales y 25 locales. O que las elecciones para ediles sólo serán en aquellos que se rigen por el sistema de partidos no por usos y costumbres. Aún en ciudadanos que tienen una pizca de cultura política el ambiente se torna confuso, ya podremos imaginar en nuestros cinturones de pobreza urbanos o en las miles de comunidades y núcleos rurales dispersos por toda la geografía estatal.
Compete pues a los órganos que calificarán las elecciones: Instituto Nacional Electoral (INE) e Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana (IEEPCO), en principio llamar la civilidad y la madurez y, por otra parte, dar los pormenores de la elección del primero de julio, en campañas de publicidad que no sólo motiven el voto y la participación ciudadana, sino que adicionalmente, alienten entre los contendientes campañas en verdad civilizadas. No se puede tolerar que lo que prive aquí sean sólo descalificaciones, diatribas y denuestos. De seguir esta tendencia habrá que lamentar que una vez más asome, como siempre, el fantasma del abstencionismo.
