Docente universitario, pintor distinguido y arquitecto sensible, don Alfredo fue un oaxaqueño preocupado por su tierra, a la que procuró y sirvió hasta los últimos días de su vida. A él se le atribuye ser el verdadero descubridor de Monte Albán, además formó parte del comité organizador del Homenaje Racial a la Ciudad de Oaxaca en 1932, que a la postre se convirtió en la Guelaguetza
Carlos CERVANTES
El maestro Alfredo Canseco Feraud fue un oaxaqueño polifacético, un pintor distinguido, arquitecto sensible y un maestro que siempre se preocupó por los asuntos de la ciudad capital. Fue docente universitario y quien pintó el escudo de la naciente Universidad “Benito Juárez” de Oaxaca en 1955, cuyo original desapareció en uno de tantos conflictos de la institución y es posible que esté en alguna tienda de antigüedades de la ciudad de México o en la casa de algún vivo que lo compró. Fue el verdadero descubridor de Monte Albán y formó parte del comité organizador del Homenaje Racial a la ciudad de Oaxaca en 1932.
Don Alfredo nació en esta ciudad en el año de 1889 y falleció en 1986. En sus últimos años vivía solitario en su domicilio de la calle Porfirio Díaz, barrio del Carmen Alto, donde nosotros solíamos entrevistarlo sobre temas de la ciudad de Oaxaca: la conservación del patrimonio construido, el problema de la falta de agua, asuntos educativos y otros que dominaba muy bien. Los gobiernos de entonces generalmente lo invitaban a opinar sobre algunas obras en la ciudad especialmente en el centro histórico. Era de las personas notables.
Egresado del Instituto de Ciencias y Artes
Sus primeros estudios los hizo en esta ciudad en el Colegio del Espíritu Santo fundado por el padre Carlos Gracida donde tuvo como condiscípulos a otros muchachos que llegaron a ser notables profesionistas y humanistas. Enseguida pasó al Seminario Conciliar de la Santa Cruz donde permaneció dos años dándose cuenta que esa no era su vocación por lo que ingresó al Instituto de Ciencias y Artes del Estado. Ahí comenzó a destacar por sus ácidas caricaturas. Dibujaba paisajes y edificios de la ciudad. A sus 15 años de edad fue becado por el gobierno del estado para estudiar en la Academia de San Carlos donde podía desarrollar más sus actividades artísticas en el dibujo y la pintura. Tuvo la suerte de contar con buenos maestros como don Félix Parra quien admiraba casi con fanatismo la escultura precortesiana que transmitió al joven estudiante. Estaba también José M. Velasco, excelente paisajista y gran maestro de la perspectiva. Asimismo, el maestro Rebull de origen catalán quien reconoció el talento del joven oaxaqueño y lo estimuló para seguir con su desarrollo, invitándolo a su estudio, lo que nunca antes había hecho. Ahí el joven aprendió otras disciplinas como la proporción y la armonía; el movimiento y la vida de las cosas que es lo más importante en la pintura.
Tiempos de don Porfirio Díaz
Sin embargo, don Alfredo siempre consideró que su mejor maestro fue el grabador Guadalupe Posada, el artista del pueblo quien en toda su vida artística hizo más de 15 mil grabados.
En 1909 comenzaban las inconformidades contra don Porfirio Díaz y el joven Alfredo participó en manifestaciones. Sin embargo, ganó un concurso convocado por los mismos alumnos de la academia con lo cual se hizo acreedor a una beca para estudiar en París. Esto ocurrió en 1911 cuando el caudillo se autoexilió en Europa, la academia de San Carlos cerró temporalmente y el joven Alfredo perdió la beca y la oportunidad de estudiar en París.
Por todo ello retornó a Oaxaca para impartir clases tanto en el Instituto de Ciencias y Artes del Estado como en la Escuela Normal de Profesores. Sin embargo, la inestabilidad política que continuó después de la caída de don Porfirio Díaz le afectó en su carrera de forma negativa. También los sismos de la tercera década del siglo afectaron a Oaxaca y por consiguiente al joven artista, que continuó como docente universitario y no solo pintó el escudo de la UBJ sino los de las escuelas de Comercio y administración y de Ciencias Químicas además de publicar el folleto “Vamos a Oaxaca” donde hizo reminiscencias del “Homenaje Racial de 1932” en cuya organización tuvo activa participación y pintó los telones que se utilizaron como parte del escenario.
Construcción del edificio de Aguilera
De acuerdo con datos que comentó la maestra Arcelia Yañiz en su libro “Cosas, Casos y Personajes”, el maestro Alfredo Canseco participó en diversas obras materiales, por ejemplo, el edificio de Aguilera que estuvo a cargo de dos arquitectos extranjeros, uno italiano y otro catalán que fueron llamados por el gobernador Miguel Bolaños Cacho. El maestro Canseco señaló que las columnas características de la construcción están huecas y las modelaron frente a la hacienda, ahí las tendieron. Esto ocurría a principios del siglo pasado. Agrega que el frontispicio es de corte griego clásico para lo cual se utilizó un molde y ahí se fueron vaciando las figuras y modelando a fuerza de rotación. “Me parece que se hizo una mezcla de granito, mármol y una especie de yeso parecido al cemento. Yo proyecté los capiteles; el friso lo proyectaron ellos, primero era una escena griega y no les gustó por lo cual finalmente pusieron unas cabezas de caballo”.
El descubrimiento de Monte Albán
En otro tema Canseco Feraud afirma que a él le tocó descubrir Monte Albán desde 1914, pues recientemente había tomado posesión como inspector de monumentos artísticos, por ello recibió la orden presidencial de atender a una comisión de extranjeros que venían a estudiar antigüedades y se citaron a las 10 de la noche en la zona arqueológica, haciendo el recorrido a pie y donde los espiritistas comenzaron una rara ceremonia invocando en diversos idiomas a los muertos, “pero los muertos no contestaron”. Los visitantes comenzaron a recoger sus cosas cuando a lo lejos se escuchó una voz cavernosa en un lenguaje que nadie entendió, pero los extranjeros dijeron después que Monte Albán es de la época de la Atlántida.
Después el maestro Canseco Feraud conoció a don Manuel Gamio en 1918, proponiéndole establecer una conserjería en Monte Albán por lo que se nombró a un nativo de Xoxo, Marcos Pacheco, con cuatro empleados que comenzaron a limpiar y se unieron mas vecinos que se llevaban la leña de los arbustos que habían crecido en los patios y en las construcciones que estaban enterradas. Antes, los señores León y doctor Sologuren y Bartres habían hecho una exploración superficial. Cuando todo aquello quedó limpio de maleza de hecho quedó descubierto Monte Albán: “era una enorme plaza, hermosa”. Después los campesinos comenzaron a meter yuntas sembrando las plazas planas y obtuvieron buenas cosechas.
La vaca que descubrió el tesoro
Varios años después, el día 9 de enero de 1932 el maestro Alfonso Caso tuvo el mérito de haber descubierto la tumba número siete con el tesoro de Monte Albán. Era la séptima de las catalogadas y en su interior se encontró una importante cantidad de joyas hechas con materiales preciosos, especialmente oro.
Sobre este punto el maestro Canseco Feraud discrepaba y en una entrevista nos dijo que en realidad fue una vaca la que descubrió la tumba, pues al andar pastando sobre la tierra mojada, de pronto su peso hundió una parte, se le atoró una pata y fue entonces cuando el arqueólogo siguió cavando e hizo el descubrimiento.
Dirigió obras en la ciudad
Por otra parte, Canseco Feraud contribuyó a dar belleza a la línea urbanística de nuestra ciudad y participó en la construcción de la carretera a Monte Albán. Restauró el ex convento de San Francisco donde se construyó el Hospital Civil. Dirigió obras de embellecimiento en lo que hoy es la calle García Vigil instalando iluminación con faroles de granito desde el centro hasta el Carmen Alto donde se instaló una glorieta con la estatua de don Miguel Hidalgo. En la población de Yolomécatl construyó la torre para el reloj.
Especialmente se le recuerda porque cuando el gobernador Francisco López Cortés tuvo la idea del homenaje racial a la ciudad de Oaxaca con motivo de su cuarto centenario designó a un comité organizador que cristalizó el proyecto y lo formaron el doctor y poeta Alberto Vargas, el Ing. Martínez Dolz y el propio Canseco Feraud que se echaron a cuestas los trabajos y pasaron a la posteridad, junto con otros notables oaxaqueños.
El maestro casi vivió cien años y falleció en esta ciudad. En la casa de Porfirio Díaz, barrio del Carmen Alto, donde pasó sus últimos años existe una placa que lo recuerda.