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Nuestra bancada oaxaqueña

Foto 1Iniciaron los trabajos de la Sexagésima Tercera Legislatura federal. La flamante bancada oaxaqueña se regodea hoy en su mullida curul. En la nuestra hay diputados de la tercera edad, que contrastan con jóvenes, algunos bien formados desde el punto de vista académico, en el país y el extranjero, y fogueados en cargos públicos del gobierno federal y estatal, otros, sin idea del quehacer público, ni siquiera en el orden municipal. Han pasado trienios y trienios sin que algún diputado federal oaxaqueño en verdad destaque en el debate legislativo; en ideas y propuestas; en iniciativas y defensa de las mismas. La mayoría –sin que ello suene a agravio- sólo han calentado la curul; se han servido de las generosas dietas del oficio legislativo y los menos han sido los más improductivos, aunque se publiciten de manera onerosa y espectacular. En días pasados lo vimos con la ostentosa publicidad desplegada por el ex diputado Samuel Gurrión Matías. Una paradoja, pues fue calificado como uno de los que menos abordó tribuna ni propuso iniciativas.

¿Qué esperamos los oaxaqueños de nuestra diputación federal, huésped del edificio legislativo de San Lázaro? Al menos responsabilidad, vocación de servicio, cumplimiento de los compromisos de campaña y, sobre todo, responder a las expectativas que la ciudadanía puso en ellos. No queremos monigotes que sólo levanten el dedo para aprobar lo que otros proponen o marionetas susceptibles de manipulación. Existe un desencanto justificado de la política. Aquel arte de convencer, de negociar y de entendimiento mutuo se ha ido a las atarjeas. Prevalecen las viejas fórmulas; las decisiones a espaldas de la sociedad; la simulación; los arreglos cupulares. Se ha perdido la mística de servicio; la humildad que caracterizó a aquellos viejos santones de la política; la soberbia y el faccionalismo se han enquistado.

Aunque se diga que es efecto de los movimientos en la economía mundial, también es cierto que se ha dado una pésima conducción en la política económica del país. Pero nadie se atreve a decirlo. Parecieran repetirse los moldes que adelantó en la década de los setenta don Daniel Cosío Villegas, en su legendaria obra: “El estilo propio de gobernar”. El Congreso federal asemeja un generoso mercado de obediencia y buena voluntad. Oaxaca requiere de sus legisladores de los diversos partidos, responsabilidad y solidaridad con las causas de los oaxaqueños. Hay rezago, pobreza e inseguridad. Existen obras que no han caminado en años; asignaturas pendientes en salud, educación, vivienda, medidas para abatir la depresión en el campo, entre otros. El presupuesto otorgado al menos en los últimos años, calificado de histórico, es insuficiente para cubrir tantas necesidades. Ahí es donde necesitamos diputados sensibles y no simples levanta-dedos; que aborden tribuna y presenten iniciativas, no figuras de cera insensibles y ausentes de la realidad.

En un recuento de la actividad legislativa pasada, podemos encontrar sorpresas desagradables en torno al desempeño de nuestros diputados. Uno de los casos emblemáticos es el ex diputado del PRD, Hugo Jarquín, convertido en figura nacional a raíz del escándalo que armó durante el proceso electoral del pasado siete de junio. Lo más preocupante es que algunos se colgaron para sí el producto de sus gestiones, como es el caso del perredista aludido que afirmaba haber logrado presupuestos adicionales para cultura que, obviamente, parecía haber sacado de su bolsillo.

29agosto2015-Educacion

 

 

 

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