Apenas inicia la trama legal del ex director de Pemex y ya está llamada a conmocionar a toda una red de intereses., pues sus consecuencias podrían significar un desastre para muchas carreras públicas y diversas aspiraciones políticas
Daniela CHAO
Emilio Lozoya tomó un camino de no retorno. El aceptar colaborar con la Fiscalía General de la República (FGR), le significará beneficios jurídicos. Lo que está en juego es su libertad y seguridad, pero a cambio de entregar a otros. Así funciona el intercambio con quienes se acogen al criterio de oportunidad y se convierten, en los hechos, en testigos protegidos.
Para nada es un paraíso, pero sí una mejoría si se le contrasta con permanecer en prisión. Lozoya, en buena medida, está aceptando su participación en toda una maquinaria corrupta, y tendrá que darle nombre y apellido a sus superiores en la trama delincuencial.
Es amplio el rango de negociación, y habrá que esperar para tener claridad sobre qué es lo que ofreció y que le darán a cambio las autoridades mexicanas.
Por lo pronto, existen una serie de vídeos que implicarían a legisladores en la obtención de sobornos a cambio de sus votos a favor de la Reforma Energética.
Es un tema complicado, pero para el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador es fundamental, ya que ayudaría a fortalecer la narrativa de que los acuerdos del Pacto por México, y en particular el que tiene que ver con el petróleo, provinieron de un esquema de corrupción y, por lo tanto, son corruptos.
Los cambios legales en materia energética fueron aprobados por una mayoría conformada entre legisladores del PRI y del PAN mayormente. La izquierda votó en contra. En los hechos, esta reforma, junto con la educativa, requirió de un proceso de negociación mucho más intenso, porque no había acuerdos entre las fuerzas políticas (PRI, PAN y PRD) que firmaron el Pacto por México el 2 de diciembre de 2012.
Pero Emilio Lozoya, quien dirigió Pemex, está acusado en concreto de la compra fraudulenta, a decir de las autoridades, de la empresa Agro Nitrogenados. En el asunto está implicado el empresario Alonso Ancira de Altos Hornos de México, quien se encuentra en España a la espera de ser extraditado a nuestro país.
El otro tema, aún más espinoso, es que proviene de los sobornos de la empresa brasileña Odebrecht, que en teoría habrían sido utilizados en la campaña del PRI a la presidencia de la República el sexenio pasado y que se pagarían con contratos de obra pública posteriormente.
Por esas causas resultó detenido, pero puede haber más, ya que no existe limitación para la FGR para establecer otras querellas en su contra, ya que el propio Lozoya aceptó ser trasladado a México y no aplica ninguna limitación. Ahí está el péndulo y la balanza de la negociación.
Por lo pronto, el golpe para la antigua élite gobernante, y en particular para los entornos del ex presidente Enrique Peña Nieto y su poderoso colaborador, Luis Videgaray parece definitivo. El juicio apenas inicia y está llamado a marcar un episodio central de la vida política del país y cuyas consecuencias pueden ser desastrosas para muchas carreras públicas y para diversas aspiraciones políticas.
LOS AMIGOS DE LOZOYA
En un contexto de gestiones desesperadas, explicaciones en la cúpula o escapes improvisados (como la senadora Vanessa Rubio), el primer círculo de amistades de Emilio Lozoya, internado en un sanatorio a la espera de su declaración formal, se muestra relajado y con la certidumbre de que el Gobierno ya no irá tras ellos.
Intervinieron en la operación de Fertinal, negociaron asuntos cruciales en España, montaron festejos inolvidables con políticos y hasta le compraron departamentos a Lozoya cuando este escapaba hacia Europa, ya en la clandestinidad. Pero de momento se encuentran fuera del radar.
Los dos mejores amigos de Lozoya, desde hace años, son Ricardo Haddad y Enrique Henríquez Autrey. El primero fue quien le compró de urgencia un departamento a Lozoya en la calle Rubén Darío, en Polanco. Ese departamento fue el último lugar donde se lo vio al ex director de Pemex antes de que este se fuera del país para finalmente ser detenido en el sur de España.
Haddad solía ser un asociado del empresario William Karam, dueño de las gasolineras Hidrosina que crecieron fuerte en el sexenio anterior.
Henríquez, en tanto, era un desarrollador de bienes raíces en EU, primo de Carlos Autrey, que pasó del real-estate a una dirección en Pemex sin escalas. Renunció al cargo luego de ser fotografiado junto a Armando Yáñez, dueño de Oceanografía, que más tarde terminaría en prisión por una presunta estafa que complicó a Banamex. La postal los ubicaba en un torneo de golf auspiciado por Pemex.
Hoy por hoy el paradero de Henríquez es desconocido, aunque se sabe que pasa gran parte de su tiempo en el sur de Estados Unidos, concretamente en Houston.
Edgar Torres fue quien firmó los documentos referidos a la operación de Fertinal. Compañero de curso de Lozoya en el ITAM y en Harvard, su firma fue necesaria porque la entonces subdirectora de Planeación, Alma Rosa Moreno (jefa del SAT en el foxismo y amiga de Francisco Gil Díaz), no quería poner su rúbrica. Actualmente Torres se encuentra en México y es habitual que anime largas conversaciones en Las Lomas.
José Manuel Carrera Panizzo fue designado por Lozoya en PMI y era quien agitaba como urgente el plan para echar a Antonio Brufau de la gerencia general de Repsol, cuando Pemex tenía participación accionarial. Carrera fue el ideólogo de la asociación con la constructora Sacyr para tumbar a Brufau. El plan fracasó estruendosamente y luego Pemex vendió su parte en la petrolera española. Hoy por hoy Carrera está inhabilitado por presunto daño patrimonial a Pemex.
Froylán Gracia, particular de Lozoya, había sido señalado en múltiples ocasiones como quien cobraba citas a empresarios para acceder a Lozoya. También como quien organizaba bacanales interminables con políticos de todo color. No fue detenido y por estos días sigue organizando eventos entretenidos ya no en domicilios particulares, sino en el restaurante de cortes Cuerno, en la Avenida Masaryk, donde de tanto en tanto alza el vaso de tequila y recuerda, con candor, a su amigo “Emilio”.