En la primera calle de Independencia número 6 se ubica el predio donde el 15 de septiembre de 1830 nació uno de los oaxaqueños más ilustres, El Soldado de la Patria; en 1902, el gobernador Martín González inauguró en ese lugar una escuela primaria que funciona hasta la fecha, donde durante más de un siglo ha brillado el Fénix del conocimiento
Carlos CERVANTES
El 15 de septiembre de 1902 fue inaugurada la escuela primaria “Porfirio Díaz” en la primera calle de Independencia número 6 de esta ciudad de Oaxaca, la cual fue construida por iniciativa del gobernador general de división Martín González como un homenaje al caudillo don Porfirio Díaz que se encontraba en el cenit de su carrera política como Presidente de la República. En ese predio estaba el mesón donde nació el soldado de la Patria un 15 de septiembre de 1830, día de “San Porfirio”.
El proyecto de rescatar el inmueble donde nació Díaz fue del interés de los gobernadores Miguel Bolaños Cacho y Emilio Pimentel siendo el general Martín González quien cristalizó el anhelo logrando la construcción de una escuela, según lo describió el escritor Andrés Portillo en su libro “Oaxaca en el Centenario de la Independencia Nacional” editado en 1910.
El inmueble tuvo varios dueños
En 1830 la casa era propiedad del señor José Santiago Hernández quien la legó a la señorita Carmen Somellera y ésta la vendió a don Pascual Portillo, su heredero la vendió a su vez a los señores Bonavides; luego fue dueño don Martín Ruiz y finalmente pasó a manos de su hija Leonor y el esposo de ésta. El 16 de febrero de 1900 fue protocolizada la compra venta en la cantidad de cuatro mil pesos, por el notario Lic. Manuel Pérez Ortiz quedando como propietario el gobierno del Estado. El 5 de marzo siguiente se procedió a la demolición de la casa hecha en su mayoría de adobe y el 3 de mayo de ese año se acordó la construcción de lo que sería la escuela “Porfirio Díaz” bajo la dirección del ingeniero Juan E. Martínez luego de que el plano fue aprobado por el Gobernador del Estado destinando un presupuesto de 22 mil 810 pesos 50 centavos. El cual fue ampliado en el mes de agosto de 1901 con otros siete mil pesos.
Inauguración de la nueva escuela
La comisión organizadora de los festejos de inauguración la formaron don Francisco Belmar, el maestro Abraham Castellanos, el ingeniero Juan E. Martínez y el maestro Andrés Portillo. La ceremonia se inició a las 12 del día ante la presencia del gobernador del estado, autoridades municipales, diputados locales y muchas personas de la sociedad civil. Luego del corte de listón simbólico que hizo el general Martín González, pasó al estrado el maestro Andrés Portillo quien pronunció el discurso oficial.
Brilló el Fénix de la ciencia
En una parte de su mensaje dijo: “Los griegos que dejaron tanta luz y tantos recuerdos clásicos para la historia, en sus sueños de poesía se glorificaban de haber visto nacer al Fénix en el altar del sol. Así ahora el gobierno de Oaxaca, sobre el campo de la tangible realidad, fundando un plantel de educación pública en la casa donde nació el señor general Porfirio Díaz, puede lisonjearse de haber hecho brillar al Fénix de la ciencia en la cuna de un héroe.
“Conocido el lugar donde el señor Díaz pasó su infancia, el gobierno obtuvo este edificio en propiedad para el estado, y ¿con qué objeto?, no para construir un monumento de mármol que al fin es deleznable; no para elevarle al hijo predilecto de Oaxaca una estatua de bronce que sería venerada por muchos, pero desconocida de algunos; quiso algo mas grande, quiso que, por medio del estudio, un hombre tan ilustre quedase grabado en el alma inmortal de la juventud.
La casa donde nació Porfirio Díaz
“Por una brillante coincidencia el señor Díaz vino al mundo en un aniversario del día mas grande de su Patria y no podrá sentirse descontento de haber nacido en esta ciudad, pequeña pero histórica y guerrera, ni al pie de esa colina que muchas veces ha lanzado la metralla contra las invasiones injustas, ni al lado de esa calle por donde pasó Morelos al entrar a Oaxaca con su ejército glorioso.
“A mediados del siglo pasado la ciudad de Antequera estaba rodeada de jardines y casas solariegas donde se veían crecer, lo mismo que hoy, bajo ese cielo privilegiado, los pinos de Noruega que los laureles de la India. Una de aquellas casas era ésta; sencilla en su construcción, pero adornada de plantas y flores albergaba a la familia Díaz. Aquí el futuro regenerador de México soñó quizás con la guerra y con el triunfo, sintiendo pasar sobre su frene de niño la honda nostalgia del genio que aspira a lo grande y a lo bueno. Aquí derramó sus primeras lágrimas, esas lágrimas preciosas que se vierten en el seno de una madre.
Recuerdo del 2 de abril
“Lo que más enaltece al señor Díaz, es la heroica magnanimidad con que, a la luz de aquel inolvidable 2 de abril, supo vencer y quiso perdonar.
“Vosotros que habéis abierto esta fuente del saber humano para memoria de la estimación del pueblo a la grandeza del héroe, bien merecéis ser honrados y aplaudidos porque como dijo un orador de Atenas: el que funda una escuela hace bajar a la filosofía del cielo a la ciudad…”
La escuela aun funciona como tal, el edificio se encuentra en regulares condiciones aun cuando la fachada es la misma que se inauguró en 1902, es de cantera rosa y la techumbre de la época. Sin embargo, en años recientes se le cambió el nombre de “Porfirio Díaz”, aun cuando conserva una placa donde se indica que en aquel predio estuvo la casa donde nació el general Díaz, que ahí mismo existió el mesón de La Soledad, que propiciaba ingresos a la familia. Ahí mismo el joven Porfirio Díaz instaló una carpintería e improvisó un gimnasio para su uso personal.
Se recuerda también que Díaz fue hijo de don José Faustino Díaz y su esposa Petrona Mori; que en ese principio de siglo la ciudad de Oaxaca contaba con 15 mil habitantes; que al niño Porfirio Díaz le tocó saber del fusilamiento de don Vicente Guerrero el 14 de febrero de 1831 y otros acontecimientos históricos. Aun cuando ingresó al Instituto de Ciencias y artes del Estado no terminó la carrera por haberse incorporado a la guerra contra el dictador Santa Ana, “su alteza serenísima”.
Sus restos aun permanecen en París, ya que por diversos motivos no han sido traídos a su tierra, como fue su deseo, pidiendo antes de fallecer que se depositaran en el templo de La Soledad. Para él no ha habido ni un recuerdo de gloria ni un sepulcro de honor.