I Informe, ¿de qué?
El próximo miércoles 15 de noviembre corresponde por ley al gobernador Alejandro Murat, rendir su Primer Informe de Gobierno. Sin duda alguna estarán presentes las presiones de siempre para evitar que lo haga públicamente. Aunque es prematuro aún decir cuál será el formato, es posible que sea el Secretario General de Gobierno quien haga entrega del documento al Congreso del Estado. Se desconoce aún quién es el responsable de la elaboración del citado informe y de sus anexos estadísticos, pues parte del gabinete ha estado en pleno en la zona del Istmo devastada por los sismos de septiembre que, con seguridad, el cumplimiento de ese mandato republicano bien puede haber pasado a segundo término.
En efecto, hay que entender al gobernador Murat Hinojosa y de lo poco que pueda informar. Su administración ha sido marcada de inicio por un mal fario. Recibió del gobierno de Gabino Cué una entidad colapsada, con muchos negativos y pendientes; deuda e inconformidad. El erario público fue completamente saqueado que, incluso, no había para las necesidades más elementales. En el entorno estatal había una soterrada protesta social, justamente porque las organizaciones ya estaban habituadas a recibir dinero a manos llenas, pero ante unas finanzas colapsadas, la única alternativa viable fue incrementar la protesta. Ésta se exacerbó en este primer año de gobierno, encabezándola el magisterio de la Sección 22, siempre alargando la mano y toda la vida insatisfecho. Murat, como todo novato que llega al poder, actuó de inicio de buena fe, hasta que se dio cuenta de la magnitud de las exigencias.
Como si ello no fuera suficiente, la naturaleza se cebó sobre Oaxaca durante 2017. Primero fue la sequía, que obligó a solicitar el auxilio de la Federación con apoyos emergentes. El ganado moría de sed en los potreros de al menos 20 municipios del Istmo de Tehuantepec. La CONAGUA otorgó recursos para la apertura de pozos profundos. Puso a disposición del gobierno estatal pipas para distribuir agua para consumo humano. La presa “Benito Juárez” de Jalapa del Marqués se secó. Marzo y abril fueron fatales. Pero antes del arribo de mayo las cosas cambiaron radicalmente. La tormenta tropical “Beatriz” no sólo trajo agua sino afectaciones a la red carretera. Más de 2 mil 500 millones de pesos se requerían para reparar los daños. Inundaciones, daños en cultivos, carreteras, puentes, varios muertos. Luego vino “Calvin” para rematar a las comunidades y damnificados, que fueron miles.
La cereza en el pastel fueron los sismos del 7, 19 y 23 de septiembre que devastaron al menos 41 municipios del Istmo, empezando por Juchitán, Asunción Ixtaltepec, Tehuantepec, Xadani, Santo Domingo Ingenio y decenas más. Fueron tres siniestros. Uno de 8.2 grados en la escala de Richter y otro de 7.1 grados. El primero el 7 y el segundo el 19 de septiembre, de 7.1 grados y el del 23 de 6.1. El sismo del 19 de dicho mes, afectó a la capital oaxaqueña y la zona de la Mixteca. Miles y miles de casas han sido ya demolidas. Ha empezado el largo y oneroso proceso de reconstrucción.
Más de nueve mil millones de pesos serán necesarios para devolver a nuestras comunidades afectadas a la normalidad. Cientos de monumentos históricos amenazan con venirse abajo. La tragedia pues se quedó entre nosotros. No obstante la enjundiosa labor de Murat Hinojosa, principalmente y el apoyo del gobierno de Enrique Peña Nieto, aún falta una etapa difícil para rehabilitar los daños. No hay pues obras de relumbrón, tampoco campanas para echar al vuelo. Sólo un mal fario que se ha ensañado con los oaxaqueños.