Ya se sabe que la relación entre gobierno y prensa es históricamente el agua y el aceite, que a veces se mezclan, pero terminan por hacer grumos y separarse
Joel Hernández Santiago
@joelhsantiago
Es histórico. El enemigo número uno de la prensa, que es libertad de expresión y reflexión y debate público y diálogo, son los gobiernos autoritarios, dictatoriales o débiles. A éstos no les gusta que se diga lo que ocurre; detestan que se conozcan sus debilidades o sus malgobiernos y deploran la existencia del periodismo que democratiza la información pública, para que sepan cuántos…
Y se hacen de formas diversas para acabar con la prensa que tiene responsabilidades y cuyos operarios caminan, hoy con más frecuencia que de costumbre, a contracorriente de la mirada superaquilina del gobierno y de sus operarios: Es una especie de guerra soterrada a veces, o expuesta sin pudor de parte de los aguerridos defensores de malos gobiernos y malos gobernantes.
Lo decía un viejo director de Comunicación Social: “Lo mismo podemos acabar con un medio criticón si le quitamos las pautas de publicidad de gobierno como si lo llenamos de publicidad de gobierno: en el primer caso mueren por inanición y en el segundo caso pierden toda credibilidad…”. Digamos que esta es una forma de control “sutil”, aunque para las familias de los periodistas no tiene nada de sutil perder el ingreso para la vida…
Los gobiernos fuertes, fornidos, duchos, veraces, democráticos y sin cola que les pisen, no tienen miedo a las libertades. Sí, a veces se enfadan porque, por la otra parte, existen periodistas que transmiten sin checar su información, lo que es detestable en periodismo, incluso, dentro de la casa… También existen los periodistas maloras: Pero éstos dejan de serlo cuando se corrompen. En todo caso, un gobierno que se sabe querido por sus gobernados, no tiene nada que temer a la verdad…
En fin. Que ya se sabe que la relación entre gobierno y prensa es históricamente el agua y el aceite, que a veces se mezclan, pero terminan por hacer grumos y separarse.
Todo esto viene al caso porque de un tiempo a esta parte, las agresiones a la prensa en diversos estados de la República se incrementan mientras que la famosa Ley para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, del 25 de junio de 2012 y expedida por el entonces presidente Felipe Calderón Hinojosa sigue tan campante: no fú, ni fá.
Es el caso de Veracruz, cuyo gobernador Javier Duarte de Ochoa lo mismo gasta carretadas de recursos para promover su imagen de gobernante moderno, capaz, inteligente y sensible, al tiempo que en el territorio veracruzano ocurren aberraciones criminales en contra de la libertad de expresión y los periodistas veracruzanos.
O como ocurre en el caso de Oaxaca, en donde el periodismo es ejercido al filo de la navaja si no se es fiel al dictado del gobierno.
Ser periodista en Oaxaca es una gesta de dignidad y de rigor que muchos asumen con todo respeto.
Hay otro tipo de agresiones de gobierno al periodismo independiente: como es la negación a otorgar pautas informativas, en un sentido erróneo del uso de los recursos públicos, porque lo que permite que el periodismo democrático y libre florezca en un estado, se da a partir de los bienes que provienen del trabajo de los oaxaqueños –no del bolsillo de los gobernantes- y es en reciprocidad informativa, que los oaxaqueños pueden y deben estar bien informados y con criterios para su propia toma de decisiones: el compromiso del medio es, ciertamente, decir la verdad… ¿cuál verdad? La del hecho público y social. En todo caso, el periodismo libre subsiste.
Es urgente, asimismo, que en un sentido gremial, los periodistas de Veracruz o de Guerrero o Oaxaca se fortalezcan en unidad, para enfrentar los embates de la agresión no sólo de gobierno, sino también del crimen organizado o de mercenarios que amenazan a las libertades que son de todos.
Una unidad inquebrantable frente a abusos o excesos; frente a agresiones o intimidaciones; frente a la tragedia que ronda a muchos periodistas que trabajan en zonas de peligro mexicanas:
Así que frente al peligro, al que todo periodista puede estar expuesto, la solución primera es la de la unidad gremial y profesional; el apoyo conjunto y solidario.
Nunca en defensa de actos contrarios a la libertad de expresión o a la ética periodística, sobre todo si estos provienen de los mismos informadores: Pero es el caso que con mayor frecuencia se agrede por la verdad de profesionales del periodismo, que por complicidades de otros…
Parafraseando a don Fernando Benítez al recibir el Premio Nacional de Periodismo en 1986: “Un periodista no tiene nada que temer a cualquier gobernante si está unido y cuenta con el apoyo de su director”. Así es. Así será.