EDITORIAL
La Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca (UABJO), nuestra Alma Mater, ha vivido en los últimos tiempos, crisis recurrentes. Después de más de dos semanas de que entró en paro el Sindicato de Trabajadores y Empleados de dicha institución (STEUABJO), caracterizado por sus vicios, cerrazón y ambición, nuestra Máxima Casa de Estudios parece haber entrado en un callejón sin salida. Dicho sindicato es uno de los seis que se han dedicado a esquilmar a la UABJO y el primero que presenta su pliego de peticiones en el mes de enero. Desde hace casi dos meses pues, la institución ha permanecido casi con las actividades suspendidas, con grave afectación a casi 30 mil estudiantes de las diversas escuelas y facultades.
La universidad no tiene recursos ni siquiera para cubrir los pagos quincenales, menos los tendrá para cubrir un 20% de incremento salarial. Lo sabe el STEUABJO, como también el STAUO, SUA, SECUABJO y SUMA. Sus dirigentes están ciertos de que el rector Eduardo Bautista Martínez ha tocado puertas por doquier, para lograr un incremento al subsidio tanto federal como estatal. Pero no ha tenido respuesta satisfactoria. La institución que algún día fue orgullo de los oaxaqueños y en donde abrevaron grandes oaxaqueños, tiene una pésima imagen. Los menos la acusan de ser rehén de caciques, porros, clanes familiares, etc., que son los que se chupan el presupuesto.
A nivel nacional está catalogada como una institución de educación superior conflictiva, problemática, en donde la docencia y la investigación son rara avis, y no la esencia de una entidad formativa de profesionales. He ahí el por qué ha tomado cuerpo la demanda de muchos oaxaqueños, inclusive quienes estuvieron en sus aulas, de una refundación. La liquidación total de los trabajadores, ya sean empleados administrativos y docentes, para rencausarla hacia los objetivos que son irrenunciables en toda institución de educación superior: la prioridad académica, como premisa de la formación profesional.
Desde la perspectiva que quiera verse, la UABJO es mucho más que sindicatos vividores del subsidio, de porros y grupos violentos, de caciques y clanes familiares. Es la universidad popular por excelencia de los oaxaqueños, a donde recurren miles y miles de jóvenes que buscan superar sus expectativas académicas y profesionales, para ser mejores ciudadanos del mañana. Ya basta de tomarla como bastión de intereses particulares o de grupo, menos como plataforma de ambiciones políticas.