EDITORIAL
No hay duda que al gobernador Alejandro Murat le sigue una mala sombra, que esperamos pronto desaparezca por el bien de Oaxaca y del mismo ejecutivo. Recibió una entidad colapsada desde el punto de vista social y político, además de un erario saqueado, sin los recursos necesarios para todo nuevo gobierno, que emprende su periplo. Además de todo ello, el directorio de ex funcionarios corruptos es extenso, sin haber podido consignar más que a uno. Los desvíos y corruptelas se cuentan por miles de millones. Por si ello no fuera suficiente recibió miles de pasivos y deudas con otros tantos miles de proveedores, por miles de millones, que ha tenido que ir saldando paulatinamente sin haber sido su gobierno quien haya contratado los servicios.
A cuatro meses de haber iniciado su gestión la tormenta tropical “Beatriz”, hizo estragos en diversas comunidades de la Sierra Sur y otras regiones. La red carretera se colapsó en su mayor parte. Sólo el puente de Tequisistlán, en la carretera 190 Oaxaca-Tehuantepec, representó un serio descalabro en las comunicaciones y el transporte de mercancías y combustible. Para reparar los daños traídos por el meteoro se requerían al menos 2 mil 500 millones de pesos. Y empezó el largo peregrinar de apoyar a las comunidades que habían resultado afectadas, incluso, con pérdida de vidas humanas. No obstante, las lluvias continuaron, no han cesado, pero han dejado a su paso, devastación y pérdidas en cosechas, viviendas, infraestructura carretera, etc.
¿Cómo atender a centenas de comunidades alejadas de los centros urbanos, sin tener ni medicina ni los elementos necesarios para los servicios de salud? El saqueo del gobierno de Gabino Cué no tuvo parangón. Fue brutal e inmisericorde. Los operadores del gabinato no pensaron siquiera en la vida de millones de oaxaqueños. Vaciaron por igual los presupuestos destinados a obras públicas que a suministro de medicamentos; operaron con maestría el tráfico de influencias y el conflicto de intereses. Sólo a uno, Jorge Castillo, se le han encontrado cuentas por 4 mil millones de pesos. Con la mitad de esa cantidad se podrían reparar los daños, al menos los provocados por los temporales, pues en los Valles Centrales no han estado ajenos a los desastres naturales. Se han dado inundaciones en fraccionamientos de interés social en Santa Cruz Xoxocotlán y otros.
Lo que nadie esperaba era que vendría una tragedia mayor. El 7 de septiembre a las 11:49 de la noche, un sismo de magnitud inimaginable -8-2 grados en la Escala de Richter- habría de devastar prácticamente decenas de poblaciones del Istmo de Tehuantepec. Juchitán de Zaragoza, Unión Hidalgo, Asunción Ixtaltepec, San Mateo y San Dionisio del Mar, Santo Domingo Tehuantepec, Salina Cruz, Santa María Astata y Huamelula, pero además, en los Mixes y la Sierra Sur, entre otras comunidades, fueron materialmente sacudidas por el temblor, uno de los más grandes de la historia sísmica de Oaxaca y México. En dos ocasiones ha venido el presidente Enrique Peña Nieto: una a Juchitán, otra a Xadani. El domingo 10 de septiembre, el gobernador Alejandro Murat reconoció que el número de damnificados era de 800 mil oaxaqueños. La tragedia nos tomó de sorpresa, como siempre ocurre con los golpes de la naturaleza.
Con este panorama tan devastador, se han emprendido ya las tareas de hacer un censo de los daños y otorgar apoyo alimentario y de salud. La administración estatal habrá de requerir del apoyo inmediato e incondicional de la Federación, pero además, de la solidaridad de la sociedad civil que, por fortuna, se ha sumado a la tarea a favor de nuestros hermanos istmeños. Miles de casas destruidas y al menos 76 muertos, que hacen de nuestra situación, la más compleja para la gobernabilidad y la paz social.
