Francisco GARFIAS/Excélsior
En estos 25 años de la CNDH hemos tenido casos que proyectaron a México como un país de bárbaros, donde los derechos humanos no cuentan.
La CNDH celebró ayer su primer cuarto de siglo. El Castillo de Chapultepec era adecuado escenario de un nutrido acto, encabezado por el presidente Peña, en el que abundaron las caras sonrientes y escasearon pronunciamientos contundentes en materia de derechos humanos, según alguno de los asistentes. “Era como el Teatro Fantástico de Cachirulo (programa para niños en los sesenta). Muy bonito. Todos se abrazaban y eran felices. Nada tenía que ver con la realidad que se vive en un país que se está desgarrando”, se quejó el exombudsman José Luis Soberanes.
En la curiosa reseña que nos hizo de lo que vio y escuchó en el Alcázar el doctor Soberanes, dejó entrever su decepción por el tono tibio de las intervenciones. “Me hubiese gustado oír pronunciamientos más fuertes con respecto a nuestra dolorosa realidad”, nos dijo con franqueza.
-¿Como cuáles? —preguntamos.
-El compromiso de respetar la vida de todos, aunque sean delincuentes; garantizar el derecho del voto; garantizar el derecho de educación de los niños; dejar el gatopardismo —respondió el reconocido jurista.
Soberanes fue titular de la CNDH de 1999 a 2009.
En estos 25 años de la CNDH hemos tenido casos que proyectaron a México como un país de bárbaros, donde los derechos humanos no cuentan: Aguas Blancas, Acteal, San Fernando, Ayotzinapa, Chalchihuapan y Tlatlaya.
“La Comisión no ha podido evitarlos, pero sí visibilizarlos, evitar que se olviden y procurar que no queden impunes”, dijo el actual ombudsman, Luis Raúl González Pérez.
Atentos lo escuchaban los titulares de la Sedena, Salvador Cienfuegos, y de la Marina, Vidal Francisco Soberón. Pero también Miguel Ángel Osorio Chong; el jefe de Gobierno del DF, Miguel Ángel Mancera; el rector de la UNAM, José Narro, los representantes de los poderes Legislativo y Judicial, y conocidos defensores de los derechos humanos.
Leímos el discurso de González Pérez. No nos pareció complaciente.
El ombudsman empezó por reconocer que el estado que guarda el respeto a los derechos humanos en algunas partes de México no da ningún motivo de celebración.
No soslayó que la Comisión Nacional ha tenido ausencias, omisiones, trabas burocráticas y también ha enfrentado la tentación de ceder a las presiones políticas. Ni negó que hoy se siguen presentando la tortura, la desaparición forzada y los problemas relativos a las personas en condición de migrantes, agravados por la presencia de las organizaciones criminales.
“Esto nos impone la necesidad de revisar si los derechos humanos, efectivamente, se han puesto como eje de toda decisión de gobierno y si los servidores públicos realmente están capacitados y han asumido el respeto a la dignidad humana como parámetro de actuación”, subrayó el titular de la CNDH. No evadió lo que vivimos actualmente con la CNTE. Fue valiente: los costos inherentes a la prevención de la violencia son altos, pero siempre serán menores que aquellos implícitos en permitir su avance.
“La educación, en y para los derechos humanos, además de un derecho constitucional, es un elemento indispensable para la prevención de violaciones a la dignidad humana y la construcción de una sociedad más justa, democrática e incluyente”, subrayó.
La CNDH, eso sí, ha contribuido a generar una conciencia en la sociedad y en las autoridades sobre la importancia y necesidad de que se respeten los derechos de las personas, visibilizando múltiples abusos.
De última hora nos llegó al buzón de Arsenal un correo de Morena en el que informa que el vocero de Ricardo Monreal, candidato a jefe delegacional en Cuauhtémoc, fue detenido por elementos de la policía capitalina.
Agustín Guerrero, diputado federal con licencia, fotografiaba desde el exterior la casa de campaña de José Luis Muñoz Soria, adversario perredista de Monreal, cuando le cayó la chota, lo subieron a una patrulla y lo trasladaron a una agencia del Ministerio Público.
Los morenos aseguran que la casa de campaña no está reportada como tal en el INE.
La respuesta del PRD-DF no tardó en llegar. Diez minutos después teníamos un comunicado con una versión radicalmente distinta. Acusan al vocero de Monreal de entrar “con lujo de violencia” a las oficinas del comité de base del PRD, ubicado en las calles de Lorenzo Boturini y Topacio, y tomar fotografías sin autorización.
“En su incursión también hizo tocamientos a una compañera que se encontraba en el lugar, por lo que personal ahí presente, que atestiguó los hechos, llamó a una patrulla de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal”.
El PRD niega que esa sea la casa de Muñoz Soria.
¿Una probadita de lo que se viene?
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