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Sacuden al PRI pugnas y desbandadas

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En Oaxaca se ha desatado una guerra entre la dinastía Murat y caciques antagónicos por la disputa de candidaturas a puestos de elección popular al interior del Revolucionario Institucional. El viernes, Héctor Pablo Ramírez Puga renunció a la dirección general de Liconsa para ir en busca de un escaño en el Senado de la República, hasta el cierre de esta edición no había sido llamado por su partido, pero tendría la invitación para ser postulado por la coalición PAN-PRD-PC. El otro caso es el de Samuel Gurrión Matías quien renunció al tricolor y toca puertas en otras opciones en busca de una candidatura

 

David Méndez

 

Durante la última semana, la crisis al interior del Partido Revolucionario Institucional (PRI) escaló a niveles caóticos ante la desbandada de cuadros de todo el país tras el fracaso de la precampaña de José Antonio Meade en pos de la Presidencia de México, situación exacerbada por las pugnas que sostienen en este momento diversas corrientes locales que se niegan a abandonar el poder.

En el caso de esta entidad, el resquebrajamiento se agudizó tras el anuncio hecho por Héctor Pablo Ramírez Puga Leyva, quien el viernes renunció a la dirección de Liconsa para competir por la candidatura al Senado de la República por Oaxaca en contra del ungido oficial, el ex secretario de Desarrollo Social y Humano, Raúl Bolaños Cacho Cué,  hijo del presidente del Tribunal Superior de Justicia del Estado (TSJE), Raúl Bolaños Cacho Guzmán; ambos, cercanos a la familia del actual gobernador, Alejandro Murat.

Vía Twitter, Ramírez Puga, coordinador de Comunicación Social durante el gobierno de Ulises Ruiz Ortiz, principal enemigo político de José Murat, padre del actual gobernador, lanzó un mensaje directo en contra de la “improvisación” y la “inexperiencia” que privan actualmente en el ámbito estatal, por lo que llamó a sus simpatizantes a demostrar que “somos más fuertes que la sinrazón”.

Tal consigna parece haber sido lanzada en contra de Bolaños Cacho Cué, pues con 30 años de edad, su única experiencia política es el cargo que ostentó al frente de la Sedesoh durante un año y que busca que sea su plataforma para llegar a la Cámara Alta del Congreso de la Unión y, en cinco años, convertirse en uno de los aspirantes a competir por la candidatura al gobierno del estado.

Pero también involucra al actual mandatario oaxaqueño, pues Murat Hinojosa llegó a la titularidad del Poder Ejecutivo, a pesar de que la mayor parte de su vida, e incluso su trayectoria política como diputado federal del PRI y como director del Infonavit, la forjó desde el Estado de México, bajo el cobijo del grupo de Enrique Peña Nieto.

“Voy a Oaxaca a buscar que los espacios de participación le sirvan a la gente. Vamos a demostrar juntos que, cuando nos unimos, somos más fuertes que la sinrazón; Oaxaca reclama resultados tangibles; no improvisación ni inexperiencia”, sentenció Ramírez Puga.

El puesto por el que Ramírez y Bolaños Cacho pelean, le tocará definirlo al Partido Verde Ecologista de México (PVEM), eterno satélite y personero del tricolor.

 

Amagos y confrontación

 

 Al interior del PRI-Oaxaca corrían hasta el sábado pasado, dos posturas: la primera, que el ex director de Liconsa había exigido la postulación como candidato propietario de la primera fórmula rumbo al Senado de la República y que en caso de que no le fuera otorgada, anunciaría su renuncia al partido en el transcurso del fin de semana.

Fuentes fidedignas, pero que pidieron el anonimato por no estar autorizadas para hablar, informaron a Real Politik que, de ser rechazado por su aún partido, el ex diputado federal no sólo anunciaría su salida del PRI sino su adhesión a la coalición que conforman el PAN-PRD-Movimiento Ciudadano, con los que ha sostenido negociaciones y estaría prácticamente “amarrado”.

Por su parte, militantes que han podido tener acceso a información relacionada a la disputa entre el ex director de Liconsa y el tricolor, aseveraron el viernes que el Comité Directivo Estatal (CDE) se mantenía firme en apoyar a Bolaños Cacho y que, incluso, desde la semana pasada, daban como hecho la salida de Ramírez.

Mientras eso sucedía, también en Twitter, el ex gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz, uno de los creadores de la corriente Democracia Interna que reiteradamente ha repudiado la gestión de Enrique Ochoa Reza como líder nacional del Revolucionario Institucional, condenaba la pretensión del CDE de “imponer” a Bolaños y lo acusó de exhibir, con ello, su “falta de oficio político”.

“En PRI-Oaxaca, la falta de oficio político está por imponer en la candidatura al Senado al menos competitivo. Fracturas y derrota si se insiste”, advirtió quien fuera titular del Poder Ejecutivo de 2004 a 2010.

Luego, sin mencionar su nombre, se lanzó en contra de José Murat: “El priismo oaxaqueño ya no es como hace 19 años”, continuó en su mensaje, publicado en la red el pasado 17 de enero.

José Murat Casab arribó a la gubernatura de la entidad hace 20 años, en 1998 y, al término de su gestión, impulsó como candidato al gobierno estatal a Ulises Ruiz Ortiz.

Sin embargo, una vez electo, Ruiz, según diversos analistas, se negó a cumplir los intereses de su jefe político y optó por consolidar en el poder a su propio grupo, entre ellos el actual secretario de Desarrollo Social, Eviel Pérez Magaña y el ex director de Liconsa, Héctor Pablo Ramírez Puga Leyva.

Lo anterior, que fue considerado por Murat como una traición,  ocasionó que, seis años más tarde, éste operara en favor de la campaña del aliancista Gabino Cué Monteagudo, quien, por su parte, asumió el poder en 2010.

Murat también es señalado por diversos especialistas como uno de los artífices del conflicto social de 2006, protagonizado por la Sección 22 de la CNTE y el gobierno del estado.

En otro mensaje, éste redactado el 15 de febrero, Ruiz Ortiz sostuvo: “El desaseo del proceso de selección de candidatos, la falta de oficio político en PRI-Oaxaca, pone en riesgo la elección de José Antonio Meade. De seguir así, en las elecciones de julio pasaremos a tercera fuerza en el estado”.

 

Antecedentes

 

Pero el conflicto entre Ulises Ruiz y Héctor Pablo Ramírez con los dirigentes de su partido y el gobierno de Murat, no ha sido el único suscitado en la víspera del comienzo del periodo de campañas políticas.

El pasado 30 de enero, aún con el tiempo de precampaña en desarrollo, el diputado local Samuel Gurrión Matías, forjado por José Murat, renunció a su militancia tras haber sido rechazado, también, en la disputa por la candidatura al Senado de la República.

Gurrión, cuyo capital político radica en la región del Istmo de Tehuantepec, donde varios integrantes de su familia han ocupado puestos de elección popular, reconoció en una conferencia de prensa que los motivos de su dimisión radicaban en que las dirigencias nacional y estatal del tricolor habían incumplido los ofrecimientos que le hicieron en 2016, para que declinara a sus “aspiraciones” de convertirse en abanderado al gobierno de Oaxaca y, con ello, dejar el camino libre a Alejandro Murat.

“Ni el partido a nivel nacional, ni la Secretaría de Gobernación, ni nadie cumplió por mi declinación, pero así es la política, por eso me voy, porque ya no veo un crecimiento para Samuel Gurrión”, dijo.

Posteriormente, añadió: “Si en el PRI se dieran cuenta de que el barco se está hundiendo me estuvieran invitado a participar en esta elección (donde buscaba la candidatura al Senado de la República)”.

Gurrión Matías, quien ha sido involucrado en múltiples actos de corrupción y acusado de enriquecimiento ilícito, subrayó, entonces, que renunció al PRI por “dignidad”, porque “uno no puede estar donde no lo quieren y donde además me tienen bloqueado. Todos me tienen bloqueado. Ya no puedo transitar. Con esas actitudes es una derrota inminente”.

A ello, se suma el enojo de la ex subprocuradora Jurídica y de Asuntos Internacionales de la Procuraduría General de la República (PGR), Mariana Benítez Tiburcio, identificada como el grupo de Jesús Murillo Karam, a la que “bajaron” de la disputa por llegar a la Cámara Alta.

Benítez Tiburcio, diputada federal en la actualidad, justo en la fecha límite, se registró el 30 de enero para contender por la titularidad de la segunda fórmula al Senado de la República en contra de la también legisladora, Yarith Tannos, a quien un medio de comunicación vinculó  con César Camacho, ex líder de la bancada tricolor en la Cámara Baja.

No obstante, una vez enterada de que el apoyo de su dirigencia no la favorecería, Benítez renunció a su precandidatura un día después, el 31 de enero pasado.

En un escueto comunicado, la legisladora dio a conocer que había presentado su dimisión a la contienda ante la Comisión Estatal de Procesos Internos, bajo el argumento de que no existían las condiciones óptimas para continuar siendo parte de la carrera.

“Por más que he hecho un trabajo de gestión al PRI y he puesto todo de mi bolsa, no lo valoran, no lo toman en cuenta y se toman decisiones arbitrarias”, comentó, según versiones hemerográficas.

La ex subprocuradora tampoco descartó, en su momento, abandonar las filas de su actual instituto político.

 

Panorama nacional

 

La actual crisis al interior del PRI no se forjó en el proceso que marcará la sucesión presidencial de este 2018.

Tras haber regresado a Los Pinos en 2012 después de dos administraciones encabezadas por el Partido Acción Nacional (PAN) y golpeado por los escándalos de corrupción que han caracterizado al gobierno de Enrique Peña Nieto, el Revolucionario Institucional entró en un tobogán.

El primer golpe definitorio de su condición actual, lo sufrió, de acuerdo con politólogos, tras el proceso electoral de 2016, cuando perdió siete de las gubernaturas que estuvieron en disputa a manos de la coalición entre el PAN-PRD.

Las derrotas más sentidas fueron las de Veracruz, Tamaulipas, Quintana Roo y Durango, donde el tricolor jamás había perdido el poder.

Lo anterior, valió la salida de la presidencia nacional de Manlio Fabio Beltrones y el arribo de Enrique Ochoa Reza, ex director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), un personaje sin experiencia como legislador o gobernante.

Aunque fue visto con recelo por una parte de la cúpula tricolor, Ochoa fue cobijado por el grupo Atlacomulco, al que pertenece Peña Nieto y con el que está identificado el hoy precandidato José Antonio Meade.

Las elecciones de 2017 fueron la presentación del nuevo presidente nacional, en las que el PRI ganó, entre acusaciones de fraude electoral y de procesos intervenidos por el gobierno federal, el Estado de México y Coahuila, donde la diferencia con el segundo lugar fue de menos de tres puntos.

Varios sectores, incluidos cuadros disidentes internos, reconocieron que ambos triunfos dependieron de manera trascendente de la intervención del aparato gubernamental.

En Nayarit, mientras tanto, obtuvo el triunfo el candidato de la alianza PAN-PRD-MC.

Sin embargo, la poca contundencia de los triunfos y la falta de carisma de su dirigente, provocaron que la polarización continuara y llegara a niveles extremos, tras la designación de Meade, como candidato a la Presidencia, en lugar del personaje mejor posicionado –según encuestas– Miguel Ángel Osorio Chong.

El ex secretario de Hacienda comenzó la contienda en el tercer lugar y lejos de mejorar, sus aspiraciones de suceder a Peña Nieto fueron en retroceso durante la precampaña.

El acabose ha sido el activismo involuntario de Ochoa Reza en contra de las pretensiones del partido que representa, pues el pasado 10 de febrero, durante un mitin en Tabasco, llamó “prietos” a los expriistas que se han aliado a Morena, partido fundado por Andrés Manuel López Obrador, quien actualmente encabeza las preferencias electorales.

No sólo eso, sino que el ex director de CFE sostuvo ante la militancia, que los “prietos” de Morena “ya no aprietan”, comentario que fue catalogado como sexista.

En redes sociales, el dirigente fue tachado, entonces, de racista y de cometer violencia contra las mujeres, situación que lo hizo retractarse de sus comentarios y pedir una disculpa pública.

Tres días después, la revista Proceso publicó un reportaje que revelaba una reunión sostenida entre el actual líder de los diputados federales del PRI, Carlos Iriarte, con los integrantes de su bancada.

Ahí, la mayoría de los correligionarios exigieron la cabeza de Ochoa Reza por ser incapaz de conducir al instituto por un camino exitoso.

Las expresiones más comunes en contra de Ochoa Reza fueron el descontento por su mal trato, porque se sienten “lastimados”, “agraviados” y “encabronados” con las formas en que el exdirector de la Comisión Federal de Electricidad ha conducido el partido desde que sustituyó a Manlio Fabio Beltrones, en julio de 2016.

A la rebelión interna de los diputados federales del PRI se sumó la renuncia del legislador duranguense Otoniel García, quien se cambió a la bancada de Morena, que ahora suma 50 legisladores.

Si suma dos defecciones más, este partido coordinado por Rocío Nahle se volvería la tercera fuerza política de la Cámara de Diputados, sólo por debajo del PRI (204 ahora) y del PAN (109) y por arriba del PRD, que tiene sólo 51, resaltó Proceso.

En cuestión de horas, Carlos Iriarte salió a desmentir tal aseveración y a dar un mensaje de “unidad”, aunque los hechos, en diversos estados del país, incluidos Oaxaca, demuestran lo contrario.

 

 

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