EDITORIAL
En Oaxaca nos hemos acostumbrado a pensar en términos políticos. Por ello, no hay espacio o recoveco social en donde no se atienda el efecto político. Así, con los trabajos de la 22ª. Asamblea Nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), celebrada la semana antepasada, pero particularmente las reuniones previas como la de San Francisco de Campeche, en relación a la reforma a los Estatutos de dicho instituto político, atrajo la atención de muchos oaxaqueños, priistas y no. Uno de los ejes claves del cónclave priista es, justamente, la desaparición de los candados para la posible incorporación de “candidatos externos”, cuya reforma fue aprobada con la abierta intención de beneficiar a José Antonio Meade, Secretario de Hacienda y Crédito Público y “destapado” precandidato a la Presidencia de la República.
No fue fortuito que en la Asamblea Nacional, Meade fuera uno de los personajes más solicitados para fotos y selfies. La “cargada” se anticipó, pues nada hay aún escrito al respecto. Pero así como hubo rostros felices, también hubo caras largas y gestos amargos. La reforma estatutaria para eliminar el reciclaje de plurinominales, o candidatos “chapulines”, que suelen brincar del Senado a la Cámara de Diputados o viceversa, situación que se reproduce en los estados del país, caló hondo incluso en algunas cobijas muy meadas de la política priista: Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa Patrón, César Camacho, entre otros. En Oaxaca, obviamente, también hubo rostros descompuestos ante esas reformas que fueron empujadas por el presidente de la Fundación “Colosio”, José Murat, y que dejó muchos damnificados.
Una más de las reformas estatutarias que buscó favorecer a otros actores cercanos al presidente Enrique Peña Nieto, fue la eliminación del candado que requería una militancia de al menos diez años, para poder aspirar a la candidatura presidencial. El propósito fue favorecer al titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Aurelio Nuño Mayer que, ante priistas y no priistas, sería un candidato débil ante la aplanadora que ya prepara el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) y Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, hay que reconocer asimismo que en el PRI hay siempre espejismos y verdades a medias. Simulación y gatopardismo. Prevalecen aún en el espectro sucesorio, Miguel Ángel Osorio Chong, titular de la Secretaría de Gobernación y, aunque se ha autodescartado, el canciller Luis Videgaray Caso.
Pero la situación del PRI en Oaxaca no es para echar las campanas al vuelo. Está para llorar. No hay por el lado que quiera verse trabajo político encaminado a fortalecer su presencia y estructura. Resulta paradójico que con un gobierno emanado de sus filas, se haya dado tanto descuido en el entorno político-partidista. A diferencia de otros partidos, en el tricolor se advierte desánimo, indiferencia, apatía. Las derrotas en algunos distritos han dejado marcados a muchos, pero también el reciclaje de viejos cartuchos quemados, que ha impedido el ascenso de una clase política joven y de ánimos renovados, ha dejado una huella indeleble en las bases.
Los meses que lleva al frente del gobierno estatal, Alejandro Murat, ha dejado más dudas que certezas. Hay centenas de priistas que trabajaron en su campaña política y han sido desplazados o marginados, incluso para mantener en la estructura gubernamental a emisarios del pasado. Por si ello no fuera suficiente, tal parece que a los yupies no les interesa el partido: siguen empecinados en asumir posturas de conquistadores en tierra de indios. El soslayo, el desprecio y la discriminación hacia lo oaxaqueño pueden tener un efecto boomerang brutal.