Joel Hernández Santiago
De forma extraordinaria, el domingo y lunes pasado apareció en el DF, una batería de hombres y mujeres disfrazados de los personajes del programa de televisión “El Chavo del Ocho”. Algunos cuyo volumen no tenía nada que ver con el personaje, algunas de ellas ya ‘mayores’ pero vestidas a lo “Chilindrina”. Otros eran “Kiko” o “don Ramón”: Una especie de carnaval malévolo inducido.
Había muerto Roberto Gómez Bolaños, el empresario, productor, guionista y actor de la serie muy conocida en México y en América Latina. Un gran éxito y un caudal de recursos para él y para la empresa que lo patrocinaba: Televisa. Está bien. El esfuerzo debe ser reconocido y, en este caso, bien pagado.
De frente a los serios acontecimientos que ocurren en México en este momento, y en los que el gobierno federal es criticado, así como muchos estatales y los municipales están a punto de dejar de ser ese “municipio libre” que tanto enorgullecía a la estructura política del país…
…Y encima de la expresión multitudinaria para pedir la aparición de los 43 muchachos de Ayotzinapa y que se haga justicia y de tantos problemas que aquejan al México de 2014.
La televisión concesionada le manda un mensaje al presidente de México al decidir que todos en el país se dejaran de cosas y estuvieran atentos a las glorias y al funeral del artista que representaba una parte mínima o acaso errónea del ser mexicano: El mexicano que no trabaja, el mexicano mañoso, el mexicano conformista y sin aspiraciones, mediocre e ignorante. Ese es el retrato que, a gracejos, hizo Chespirito de la pobreza en México.
De cualquier forma se le inventaron unos funerales faraónicos. Horas y horas de transmisión, desde la salida del cuerpo del señor Gómez Bolaños de Cancún, su llegada a Toluca, su traslado a Televisa, su homenaje monumental en el Estadio Azteca y horas y horas y horas de apología por las excelsitudes de un personaje que gustó a muchos niños mexicanos, que les acompañó en parte de su infancia y que trasladó sus frases y actitudes a países latinoamericanos.
Pero no es, ni con mucho, el enorme personaje que la televisora nos está presentando. Sí famoso. No intenso. Sí popular. No artístico. Y nos transmiten la apología excesiva casualmente en momentos en los que miles de padres y madres lamentan y reprochan la desaparición de familiares, amigos, hijos, hijas… En un país de miles de fosas profundas y que sí, merecen solaz, pero no mientras las cosas no hayan sido solucionadas.
Televisa estaba dispuesta a distraer. Y para ello lanzó todo su tiempo estelar y no estelar para recordar al personaje y sus frases célebres: “Lo hice sin querer queriendo”; “Bueno, pero no se enoje”; “Es que no me tienen paciencia”…
Del 26 de septiembre a la fecha México ha cambiado en actitudes sociales; la exasperación social está a la vista y configura a un país que ya no quiere quedarse callado y que, independientemente de que salga o no a la calle a ejercer su libertad de expresión, para exigir justicia y gobierno y alto a la impunidad y más, desde cada ámbito de la nación, en cada hogar, en cada mesa, en cada espacio, de frente, unos a otros, expresan su indignación por lo que está ocurriendo en el país y por las extrañas respuestas de gobierno.
Y cuando en esas estamos, poco o casi nada se supo de otro gran problema mexicano, el económico, el que se nos viene encima:
Nuestra economía, a la que se ha hecho depender en gran medida de la venta del petróleo mexicano, está de capa muy caída. Apenas el lunes 1 de diciembre se supo que el precio del barril de la mezcla mexicana se desplomó 10.76% para ubicarse en 62.76 dólares por barril, cifra que no se había tenido desde mayo de 2010 y luego de que las estimaciones presupuestales del año próximo lo ubicaron ‘muy a la baja’, en 70 dólares promedio.
Naturalmente esto repercutirá en la economía doméstica. Y repercutirá en salarios, empleos, ingresos, gasto público –con o sin coberturas petroleras anti desastre-.
En los anuncios presidenciales se extraña que no se diseñe el desarrollo productivo -paradójicamente el campo mexicano está por los suelos en su producción-, poca industrialización nacional y mucho hacia los servicios… Se tenía confianza en la inversión extranjera que ahora se contrae por lo que está ocurriendo en el país… y así.
“Vamos bien, manda más dinero”, sería la frase que dibuja que el 20 de noviembre, el Banco Mundial le otorgó a México un crédito de 350 millones de dólares “para estimular el programa Prospera”, basado en sus propias “recomendaciones”…
Y el dólar amaneció ese mismo lunes 1° de diciembre a 14.28 pesos al menudeo. Ni más ni menos. Todo bien, se dice aun. O como dijera aquella vez Agustín Carstens: “Un catarrito”…
Pero, bueno, tenemos a “El Chavo del ocho” que ahora sí apareció para salvar la situación crítica del gobierno federal, aunque sea de forma momentánea, como distractor, pero la verdad sigue ahí vigente, evidente, sin dudas… y esa es la que tiene que ser solucionada con “Chespirito” o sin “Chespirito”.
@joelhsantiago