Editorial Algunos resabios de la historia de México, parecen estar presentes en pleno Siglo XXI. Tal parece que el legado de 
don Benito Juárez en la consolidación de esta nación; el larguísimo período en que se mantuvo al frente del gobierno de la República, el general Porfirio Díaz; las figuras emblemáticas de los hermanos Flores Magón o las grandes aportaciones a la cultura que desde la Secretaría de Educación Pública, hizo José Vasconcelos, entre otras, no han valido para aquellos que se han montado sobre el poder presidencial los últimos sexenios. En 2006, de haber tomado el ex presidente Vicente Fox las medidas oportunas y adecuadas, no hubiéramos padecido los gravísimos efectos de la sedición y la asonada magisterial. Años después, en 2011, el entonces presidente Felipe Calderón, había de resentir los efectos de la presión y la violencia del magisterio. El 15 de febrero de dicho año, le echaron a perder su primer viaje a Oaxaca, para “darle el apoyo y su reconocimiento”, al gobernador Gabino Cué, salido del engendro de coalición PRD-PAN-MC, que se había orquestado desde Los Pinos. En el fragor del conflicto del 2006, diversas voces oaxaqueñas, que no los aliados de la Federación, como Flavio Sosa –hay que recordar que él mismo le levantó la mano a Fox en señal de triunfo en Oaxaca- aquel que encabezó la tristemente célebre Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO) y todos se desmanes, urgieron al entonces presidente de México enviar a las Fuerzas Federales de Apoyo para restablecer el orden. El mismo día del desalojo, el 14 de junio de 2006, Fox ofreció el apoyo de las mismas que, según testigos, llegaron al Aeropuerto para volver a despegar hacia la capital del país. El ex gobernador Ulises Ruiz, enfrentó solo el conflicto, incluso, la andanada mediática orquestada desde Los Pinos para echarlo fuera. Algunas organizaciones, como la Asociación Mexicana de Editores de Periódicos, A.C. (AME), denunció la abulia gubernamental, con una frase que expuso en la reunión que la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), celebró en la ciudad de México: “aunque ustedes no lo crean, también Oaxaca es México”. Nuestra entidad pues, no sólo ha estado al margen de las prioridades de la Federación sino en un completo abandono. Al menos tres grandes proyectos están a la espera de los buenos oficios del presidente Enrique Peña Nieto: la súper carretera al Istmo, que lleva al menos 16 años en stand by; la que conduce a la Costa, que tiene por lo menos diez años, sin que haya sido concluida y el proyecto hidráulico de “Paso Ancho”, que de plano ya no cuajó. El gobierno de Gabino Cué terminará a fines de noviembre, con una entidad sin obras, pero además, sumergida en la violencia, la ingobernabilidad y la anarquía. El problema del magisterio, que pudo haberse desactivado con la voluntad política del gobierno federal, se ha entrampado. Más se ha complicado con el enfrentamiento en Asunción Nochixtlán, que si bien la operación policial era necesaria, ha metido al estado en una dinámica negativa: un escándalo internacional que en nada ayuda a resarcir nuestro ancestral rezago y pobreza. El ejemplo más acabado del abandono de la Federación se puso de manifiesto el viernes primero de julio, cuando el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, emplazó a la CNTE/Sección 22, a quitar los bloqueos carreteros, con los que se ha asfixiado materialmente a la ciudadanía y a la sociedad civil, que ningún carajo tiene que ver en el conflicto de los maestros. La amenaza o más bien el emplazamiento fue desoído. Dicha organización retó prácticamente al gobierno federal, dejando de nueva cuenta a los oaxaqueños, a merced de facciosos, violentos e infiltrados.
