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Oaxaca: El abandono presidencial

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Editorial

25julio2016-BuenaDisposicionA punto de cumplir su cuarto año de ejercicio, al frente del Ejecutivo Federal y como corolario del IV Informe de Gobierno, a los oaxaqueños nos queda claro que para el régimen de Enrique Peña Nieto, de plano no existimos, salvo como referencia histórica o parte del llamado Pacto Federal. Justamente por ello, mientras algunos estados que han sido beneficiados con obras y proyectos de gran envergadura, le saludan con la frase: “¡Gracias, señor presidente!”, para nosotros el citado informe sólo concita una rechifla. Nada pues qué agradecer al gobierno federal, luego de tanto abandono, rezago, marginación. Lo mismo diremos cuando el gobernador Gabino Cué rinda su último informe, en medio de un régimen caracterizado por lo que los sociólogos denominan “anomia”, ausencia de gobernabilidad, de orden y desarrollo; una entidad sumergida en la anarquía y la ausencia de legalidad; un estado en donde la educación pública, suspendido el inicio de clases del ciclo 2016-2017, camina a grandes trancos al tenor de turbas de fanáticos, que sospechosamente han recibido el oro y el moro del gobierno federal.

La historia contemporánea registra hacia nuestra entidad, un abandono inexplicable. Frente a otras entidades del país vamos a la zaga. En 1994, a raíz del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que fue más que un movimiento armado, un golpe mediático, Chiapas entró en una etapa plena de desarrollo: vías carreteras modernas, obras relevantes de infraestructura e inversiones por doquier. En 1996 apareció en Oaxaca el Ejército Popular Revolucionario (EPR), con acciones de armas en contra del Estado y de las Fuerzas Armadas y policiales, sin que ello implicara que cambiara nuestro destino. En nuestro entorno, hemos arrastrado como maldición la proliferación de organizaciones sociales voraces; un magisterio irresponsable y el saqueo de las arcas, gracias a gobiernos complacientes y timoratos, que lejos de contribuir a paliar la situación, han empoderado más a dichas organizaciones parasitarias. El mejor ejemplo es la Sección 22.

Muestra fehaciente del abandono, el soslayo o el desprecio del presidente de México es lo que hemos estado viviendo en Oaxaca, desde hace más de tres meses. El acoso, los bloqueos, el secuestro de nuestras carreteras y ciudades, además de limitar nuestras libertades ciudadanas, por parte de turbas de enfermos pertenecientes a la CNTE/Sección 22, sin que la Federación haya movido un dedo para resolver el entuerto, que ella misma propició. Si el gobierno federal estaba consciente de que no mantendría la vigencia de la ley, con aquellos que fueron detenidos por desafiar al Estado y poner en entredicho la Reforma Educativa, ¿tuvo algún sentido detener a dirigentes y radicales, para liberarlos luego como producto de las discrecionales mesas de negociación?

La burla a la ciudadanía que ha representado la sospechosa liberación de Rubén Núñez y Francisco Villalobos; el otorgamiento de plazas; el descongelamiento de las cuentas bancarias; la marcha atrás en la evaluación, los descuentos y los despidos, sólo tienen una lectura: han sido una afrenta para quienes hemos soportado con estoicismo los atropellos de la CNTE/Sección 22. Se le ha dado todo al magisterio, sin poder desactivar los bloqueos carreteros, las acciones de sabotaje, los disturbios y la provocación, que ha puesto contra la pared a la ciudadanía inerme. Por ello, para la mayoría de los oaxaqueños, el informe del presidente de México, simplemente fue más de lo mismo: un catálogo de resultados ficticios y una agenda de mediocridades en la conducción de este país.

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