Por Roberto López Rosado*
En mi entrega anterior, afirmé que el próximo 7 de junio, vamos a enfrentar probablemente una de las elecciones más difíciles en los 25 años de vida del Partido de la Revolución Democrática, porque no solamente tendremos que resistir al propio PRI, sino a toda la estructura del gobierno mismo y todo lo que esto conlleva. No descarto, pues, un nuevo fraude electoral como anotaba.
Todo el perredismo, estoy convencido, tiene clara esta posibilidad, por lo que es necesario que todos revisemos qué es lo que queremos y cuál es nuestro objetivo. Evidentemente, poder influir de manera primordial en el destino del país, en este caso, desde la Cámara de Diputados y en otras entidades donde se renovará también el poder legislativo y el Ejecutivo. En tal sentido estamos obligados a marcarnos una línea por donde vamos a transitar, donde lleguemos a cuerdos con cada uno de los y las militantes. Entonces, debemos estar plenamente conscientes que lo mejor para el PRD, su militancia y su dirigencia, es llegar a acuerdos consensuados entre todos; que no nos echen al ring a pelearnos, a acabarnos.
Ya se registraron todos y todas aquellas que buscan ocupar una curul en los 300 distritos electorales del país. Como partido debemos encontrar y consensuar los más altos perfiles de nuestros militantes sean estos profesionistas o líderes sociales. Necesitamos en la Cámara de Diputados gente capaz, trabajadora que aporte de manera destacada al grupo parlamentario porque no se trata de que tengamos un legislador o legisladora más; todos y todas tienen ese derecho, pero necesitamos también, y hay que decirlo, que nuestros candidatos y candidatas estén libres de sospecha e impunidad como un primer paso a la hora de decidir quiénes deberán ser.
En estos días debemos trabajar primero, al interior del PRD en la búsqueda de consensos que satisfaga a la mayoría de los grupos de opinión. Entender que tendremos que conceder y trabajar en favor y no en contra de quien al final sea el candidato o candidata en caso de que “nuestra carta”, no sea la seleccionada.
Por ello, un aspecto de primera importancia que ha sido uno de los factores que nos han afectado como instituto político y que nos ha hecho merecedores de fuertes críticas es el famoso “agandalle”, las acciones facciosas de quienes a toda costa han impuesto a personajes que muchas veces han sido no sólo ajenos al perredismo, sino lejanos, muy lejanos a lo que significa ser de izquierda. Ejemplos hay muchos.
Muchos de nuestros compañeros han sufrido experiencias traumáticas en su paso por el PRD que los llevó lamentablemente a dejarlo pero afortunadamente a ser unos observadores mucho más críticos, acuciosos, que no están aquí porque fueron aplastados, estigmatizados por ser conscientes y congruentes. Esta experiencia la hemos vivido muchos quienes seguimos aquí y no queremos siga siendo una práctica común; porque somos unos convencidos de que la ruta y los ramales de nuestra sociedad deben seguir marcando a la izquierda, porque son el mejor camino que nos puede llevar a una sociedad más justa. Debemos, sí, conciliar libertad y justicia, dejar a un lado dogmatismos, pero no asumirnos como “partido moderno” entendido éste como el que abre su habitación para vivir en amasiato, que firma pactos que dañan y lastiman a su gente, a su sangre, a su país e impulsan y proclaman el triunfo del mercado como única salida.
Por eso, como PRD debemos hacer ciudadanía, corrientes de opinión favorable a la democracia, a la libertad, a la diversidad -que aquí hay que presumirlo-, el PRD ha sido un factor fundamental para que el país hoy esté experimentando esto. Como izquierda, tenemos esta vocación que no debemos extraviar, que no debemos perder.
Es claro que si no lo hacemos, si no modificamos nuestra actitud en este momento, el barco se hunde y salvavidas no hay. Es, pues, el momento de cambiar, de renovarnos o morir, de ser humildes en el triunfo pero también en la derrota porque si no lo hacemos nos van apalear, nos va aplastar en las elecciones, por lo que insisto, debemos llegar al 7 de junio con nuestros mejores hombres y mujeres; con los de mayor presencia en sus regiones, en sus distritos, pero también con los mejores y más capacitados que aporten a México.
Por ello, debemos invitar a grupos sociales a participar -no necesariamente a afiliarse-. Estamos obligados a abrirnos a las candidaturas sociales, y no sólo ofrecer los espacios uninominales sino también plurinominales. A seguir haciendo de nuestra política de alianzas, un eje primordial, y debe ser con ciudadanos y ciudadanas ejemplares del barrio, de un sindicato, de la academia; un líder social o de opinión. De estos y estas, hay mucha gente que puede aportar en favor del que ha de ser el nuevo grupo parlamentario.
Al menos de la LXI legislatura, recuerdo a las diputadas Enoé Uranga y Teresa Encháustegui que tuvieron una magnifica contribución; lo mismo en otras legislaturas, a la antropóloga e investigadora mexicana Marcela Lagarde o Julio Boltvinik, académico del Colegio de México.
La actual situación que vive el partido, nos ha llevado, querámoslo o no, a tomar el pico y la pala para cavar nuestra tumba. Debemos, por ello, hacer un último esfuerzo, a reflexionar lo que como partido estamos viviendo pero también en lo personal lo que no hemos hecho y debemos hacer. Necesitamos dejar bravatas, chantajes y presiones; deshacernos del pico y la pala que en las manos, nos tientan. Por ello debemos deshacernos de la simulación, o de lo contrario esta elección será nuestra tumba. Dejemos de cavarla.