Editorial
A todo el lastre de problemas que arrastra Oaxaca: abandono de la Federación, pobreza, marginación, bajísimo nivel educativo y otros, lleva como sambenito una tragedia: un magisterio parásito, convenenciero y acomodaticio, que desde 1980 abdicó de su responsabilidad docente en las aulas, para devenir corifeo de consignas políticas en las calles. Desde 1992, cuando una decisión gubernamental absurda y torpe le otorgó la potestad sobre el manejo de la política educativa –y del presupuesto- hasta el 21 de julio de 2015, en que el gobierno federal, más que el local de Gabino Cué, le arrancó el control del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO), en donde mantenía la supremacía, con el 95 por ciento de los cargos y niveles de mando, los dirigentes de la Sección 22, disponían de millonarios recursos para saciar sus bajas pasiones personales, su ambición monetaria o sus dislates ideológicos.
Sin embargo, aquel golpe letal no fue lo suficientemente contundente para acabar de tajo con todo el lastre de atraso que ha traído consigo el chantaje magisterial. La estructura cuasi-delictiva de supervisores, jefes de sector, jefes de enseñanza, directores y delegados sindicales quedó intacta. Si bien es cierto que le quitaron el control en el manejo de la nómina, de la venta de plazas, de otorgar cambios de adscripción o nuevos ingresos y diversos vicios que les redituaban ganancias millonarias, también es cierto que ello no ha sido motivo para continuar con el sojuzgamiento de sus compañeros; la adopción de medidas fascistas de “estás con el movimiento o contra él”, de los castigos y purgas para quienes no apoyan el citado movimiento y otros factores, en los que se han montado los dirigentes para seguir desafiando al Estado y manteniendo secuestrada a la sociedad.
Todos en Oaxaca conocemos la estrategia de la Sección 22 de procurarse muertos de manera incondicional. La intervención de las corporaciones policiales federal y estatal el pasado 19 de junio en Asunción Nochixtlán, les dio a los dirigentes, la materia prima para abanderar: hubo al menos nueve muertos, la mayoría por impacto de bala y ninguno de ellos maestro. Por ello, a la semana exactamente de haberse llevado a cabo ese enfrentamiento de consecuencias fatales, los dolientes y vecinos de la citada comunidad demandaron al magisterio seriedad en las mesas de negociación con la Secretaría de Gobernación y le recordaron que quien puso los muertos fue el pueblo, no la CNTE/Sección 22. Como viles buitres, los miembros de la Comisión Política del Cártel-22, ya tiene una bandera que enarbolar e instrumento para chantajear: los muertos de Nochixtlán.
Por ello, ante la cerrazón de maestros y grupos afines, que han generado una inédita crispación social con los bloqueos carreteros, el consecuente desabasto de alimentos y gasolina, entre otros, más aún con la debacle turística que ya preparan para las fiestas de julio, la ciudadanía ha estado atenta a las mesas de diálogo y se han escuchado voces que exigen que las mismas sean públicas, con la mediación de un comité ciudadano. La demanda no es fortuita ni casual. El pueblo oaxaqueño demanda transparencia y claridad, no más acuerdos en la opacidad o arreglos en lo oscurito; ceder al chantaje de maestros irresponsables y enemigos de mejorar la calidad de la educación, menos doblegarse ante el chantaje y la manipulación, en la búsqueda de conservar sus cotos de poder y sus privilegios. El pueblo oaxaqueño es hoy una olla de presión que tiende a reventar muy pronto. Señales de desalojo de maestros por parte de mercaderes y transportistas, ya se han dado.