EDITORIAL
En uno de los espacios de la Octava del Lunes del Cerro, el gobernador Alejandro Murat anunció que se habrán de poner en marcha obras para la ampliación del Aeropuerto de Santa Cruz Xoxocotlán. Invitó a los empresarios e inversionistas a participar, además en obras de infraestructura hotelera, habida cuenta de que, como todo mundo sabe, la entidad refleja un déficit en dicho rubro. Sería injusto negarle al ejecutivo el mérito de ser un incansable promotor de las inversiones, las cuales son obstaculizadas por dos factores que son permanentes amenazas para Oaxaca: la inseguridad y una exacerbada protesta social, alentada por dirigentes que han hecho de la protesta y el chantaje, la industria más rentable.
El tema de la seguridad pública ha sido recurrente en este espacio editorial. Y no es fortuito. En Oaxaca estamos viviendo escenarios inéditos de alta criminalidad. Hace poco más de un mes fueron encontradas en Tuxtepec, al menos nueve bolsas negras conteniendo restos humanos desmembrados, de hombres y mujeres. Se trata del sello característico del crimen organizado para imprimir miedo a sus adversarios, con los que se disputan la plaza y lo que ello conlleva: trasiego de droga, narcomenudeo, secuestros, extorsiones, cobros de derecho de piso, etc. En esta zona, la antes rica y productiva región del Papaloapan, las ejecuciones son cuestión de todos los días. En lo que va del año suman alrededor de 60 homicidios dolosos con las características de las ejecuciones.
El sábado 27 de julio por la noche, una banda de delincuentes del orden común masacró a siete personas en la comunidad de Santo Domingo Petapa, un sitio en donde mucha gente se dedica al robo de combustible. El más ingenuo puede pensar que fue un hecho fortuito. Obviamente no lo es. El ejecutivo estatal afirmó que no era un tema de delincuencia organizada sino de bandas comunes. Por los indicios, sin embargo, se trató de un ajuste de cuentas. Tuxtepec y su entorno, así como la región istmeña se han convertido en los sitios más inseguros a nivel nacional. Es evidente que ningún inversionista querrá arriesgar su capital en una entidad que lentamente se transforma en un Edén de la delincuencia organizada y bandas comunes.
Un factor adicional es la protesta eterna de grupos y organizaciones sociales. Lo vimos durante los festejos de julio, poniendo en entredicho al gobierno y haciendo del chantaje su arma favorita para desacreditar a las autoridades y obtener pingües ganancias. La toma de casetas y los bloqueos carreteros, inhiben la buena marcha de las inversiones, en tanto no se aplique la ley.