ALFREDO RÍOS CAMARENA
El artículo 40 constitucional establece las características del Estado mexicano al que describe como “una República representativa, democrática, laica y federal, compuesta por estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior, y por la Ciudad de México, unidos en una federación establecida según los principios de la ley fundamental”.
El avance hacia una democracia implica un cambio que el presidente López Obrador ha percibido muy bien, de reorientar el Sistema Constitucional hacia una Democracia Semi-directa, lo que permitiría –ordenadamente y con claridad jurídica– argumentar lo que hasta hoy se ha hecho de forma simplista y equivocada: como las “consultas patito” que se dieron antes de la toma de posesión del actual Presidente sobre el aeropuerto de Texcoco, las que se hicieron en relación de la Hidroeléctrica ubicada en Yautepec en el estado de Morelos, o en las que todavía –más grotescamente en forma populista– se hacen a mano alzada, como la que se refirió a la política bilateral con los Estados Unidos, o el proyecto de unir nuestros dos océanos en el Istmo de Tehuantepec, o la más reciente, sobre la opinión de los pueblos en relación al aeropuerto en Santa Lucia.
Quedan pendientes muchas, pero lo que es absolutamente indispensable es una reforma seria al artículo 35 constitucional, que no confunda la Revocación del Mandato con la Consulta Popular que, hoy por hoy, está mal regulada y pésimamente aplicada, lo correcto sería dejar con claridad instituciones que han probado su eficacia en el mundo jurídico, como el Referéndum y el Plebiscito; el primero aplicado para que el pueblo sancione con su voto reformas jurídicas, básicamente de carácter constitucional y, el segundo, que ofrece un escenario que nos permita justificar, o no, acciones administrativas que proponga el Ejecutivo Federal.
Cuando el Congreso de la Unión retome el tema, sería conveniente que se hiciera una reflexión seria y no maquillar reformas que correspondan al momento político y electoral que estamos viviendo, sino que le den verdadera consistencia a la posibilidad de ampliar el horizonte de la participación ciudadana, en las grandes decisiones legislativas y administrativas que afectan al país. Revocación del Mandato sí, pero no como premio o justificación, sino como producto de una sanción prevista en la norma.
Sería mucho mejor para el país y para el propio Presidente, quien legitimaria –sin la menor duda– muchas de las acciones que quiere emprender y que forman parte, no sólo de su promesa electoral, sino de necesidades reales del futuro de la nación.
La democracia semi-directa ofrece soluciones viables y sólidas. Estamos en tiempo de que así se realice, porque hasta hoy muchos de los cambios legislativos se llevan a cabo con prisa, sin orden y sin un sentido claro del futuro.
Es tiempo que el Ejecutivo y el Legislativo entiendan –con claridad– su papel rector del marco jurídico y político de la nación.
Estamos en tiempo de que esa prisa desesperada, incongruente y arrasadora, tenga un orden, un destino, y una clara orientación social, como lo pretende la promesa presidencial.
Se acabó el Periodo Ordinario de Sesiones y nos deja una descompuesta Reforma Educativa, una polémica Reforma en materia de Seguridad y una Reforma Laboral realizada con la prisa que la presión del Partido Demócrata, a través de la señora Nancy Pelosi, ejerce desde la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, como condición indispensable para aprobar el nuevo Tratado de Libre Comercio.
Muchos cambios, poco sentido de la ingeniería constitucional, falta de visión y sistematización adecuada.
Ojalá en los periodos subsecuentes del Congreso, tanto extraordinarios como ordinarios, se revise con mayor cuidado jurídico y político las iniciativas y las minutas.
Legislar al vapor da muy malos resultados, ya lo vimos en el pasado reciente cuando las Reformas Estructurales se aplicaron, muchas de ellas sólo para servir al “Consenso de Washington” y, hoy, con la misma prisa, se están realizando para cumplir promesas electorales.
Así no se legisla ni se gobierna, ni ayer ni hoy; la polarización, el conflicto y el choque innecesario no sirven; se requiere algo fundamental que se llama inteligencia, talento y patriotismo.