Leo ZUCKERMANN/Excélsior
Todos pagan: los taxis piratas por circular, los ambulantes por comerciar, los antros por operar. La ilegalidad es un magnífico negocio para las autoridades.
Me encanta la propuesta que le lanzó Carlos Puig al jefe de Gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, en su columna de Milenio: “Cuando todos los taxis sean rosas y sepamos que ya no hay 20 mil piratas. Cuando sepamos con precisión quién maneja, en qué momento, cada micro, que todos tienen seguro, que todos cumplen la ley; cuando todos esos también sean rosas y en las noches ya no anden sin luces, rebasando a toda velocidad o echando carreritas; cuando logremos sacar a los vagoneros del Metro y la Línea 12 esté completa. Cuando todo eso ya esté, entonces, sólo entonces, abóquense a la tarea de regular una actividad producto de innovaciones tecnológicas recientes que implicaría retos de supervisión complicadísimos. Mientras, por favor, dejen mi iPhone en paz”. Carlos se refiere a la intención del Gobierno del DF de regular el servicio de Uber. Tiene toda la razón en exigir que se cumplan todas esas condiciones, hijas de la ilegalidad, para proceder a meterse con Uber. Lástima que no le van a hacer caso porque no han enloquecido.
Muchos gobiernos locales, de manera notable el de la capital, son expertos en extraer rentas a todos los grupos económicos que operan en la ilegalidad. A todos les sacan dinero en efectivo que quién sabe a dónde va a parar (seguramente a las arcas personales de muchos de los funcionarios y al financiamiento de campañas electorales).
Todos pagan: los taxis piratas por circular, los ambulantes por comerciar, las prostitutas por ejercer, los antros por operar, etcétera, etcétera. La ilegalidad es un magnífico negocio para las autoridades. El desorden y la ilegalidad, les deja dinero contante y sonante. El orden y la legalidad no les deja un centavo.Ergo, no tienen incentivos para hacerle caso al buen Carlos. De hecho, no dudemos que en el caso de los servicios de Uber van a tratar de regularlos con una legislación complicadísima, imposible de cumplir, que llevará a que los automóviles de Uber operen ilegalmente para luego cobrarles una “comisión” por hacerlo.
Es el modus operandi del clientelismo mexicano en diversas ciudades. Los gobiernos locales ponen regulaciones absurdas, imposibles de cumplir, para mucha gente sin capital ni capacidad jurídica. No obstante, les permiten operar sus micronegocios sin tener los permisos, licencias, placas y un largo etcétera que se requiere para estar legal. A cambio, los grupos económicos informales, muy bien organizados por operadores del partido gobernante de la localidad, se mochan con una “comisión”, asisten a actos políticos y votan por los candidatos que les prometen seguir “protegiéndolos”.
Édgar Contreras, en la sección “Cancha” del periódico Reforma, realizó un estupendo reportaje que ilustra ese fenómeno: “Personal al que los comerciantes identifican como funcionarios de la Delegación Benito Juárez, cobra entre 20 y 250 pesos por permitirles vender a las afueras del Estadio Azul. Las ganancias para los presuntos inspectores delegacionales rondan en promedio, los 28 mil pesos por partido […] aunque, a decir de los vendedores, la cuota se incrementa frente al América, Pumas y Chivas. Tras efectuar su pago, que se realiza de manera discreta, los comerciantes reciben una calcomanía que funge como sello de verificación”.
La “cuota” también depende de “la mercancía y sus potenciales ganancias”. Por vender las playeras de los equipos, 250 pesos; dulces, 120; tacos de canasta y mangos picados, 100; otras chucherías, entre 20 y 50 pesos. Los ambulantes además se mochan durante la temporada de toros en la adyacente Plaza México. El reportaje de Contreras viene acompañado de fotos que muestran al funcionario de la delegación y sus dos escoltas cobrando a la luz pública frente a la Policía.
Es tan sólo un ejemplo de un pequeño grupo de capitalinos que se quieren ganar unos pesos el día en que hay futbol o toros. A eso hay que sumar todo tipo de actividades económicas que cotidianamente operan en la ilegalidad de la ciudad, incluyendo los taxis piratas y vagoneros que Puig quiere que el gobierno ponga en orden para luego regular a Uber. Pues si no se han vuelto locos, mi querido Carlos. Al revés, como buenos actores racionales que son, van a hacer lo mismo con Uber: llevarlos a la ilegalidad para luego sacarles una “comisión”.
Twitter: @leozuckermann