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El olimpismo fallido en México

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Ciro Di Costanzo

 

 Castillo, la punta del Iceberg

 

México entero vive días de decepción por la falta de medallas en la justa olímpica. Al momento de escribir esta columna no habíamos conseguido ni una sola, situación que no sucedía desde hace la friolera de casi noventa años.

¿Qué pasa con nuestro deporte olímpico? ¿Es Alfredo Castillo el único culpable de semejante decepción? ¿Son los atletas? ¿Son las federaciones?

La verdad, aunque me linchen, Alfredo Castillo no es el único culpable, aunque, desde luego, lleva buena parte de la responsabilidad, como ministro del deporte mexicano, del que, ciertamente, no tiene la más remota idea, y su desempeño ha sido más como fiscal que como encargado del deporte.

Pero, en realidad, todos tienen algo de culpa. Es un problema de décadas.

Aunque Castillo renunciara y se fuera a vivir a las islas Fiji con su comentada novia, el modelo olímpico en México seguiría sin funcionar. ¿Qué pasa? Desde mi punto de vista, el problema no está en los atletas, muchas veces hacen esfuerzos heroicos para llegar a los olímpicos.

El problema es la falta de una política deportiva sólida y una estructura moderna del deporte en México.

Para empezar, hay corrupción. El gobierno entrega recursos a muchas federaciones y, en muchos casos, se embolsan parte de los recursos destinados a los atletas y a su preparación.

Seguidamente, el gobierno tampoco hace lo que tiene que hacer para que esos recursos lleguen a los atletas y, vergonzosamente,  se limita a ser, en efecto, una simple agencia de viajes, como lo dijo… ¡su titular!  No existe un sistema uniforme y de Estado para seleccionar a los atletas más talentosos. Esas decisiones están en manos que no se comunican adecuadamente entre sí, por lo que la búsqueda de talento es casi nula.

El modelo no forma una estructura integral del deporte impulsada por el Estado. A pesar de que la Conade forma parte de la Secretaría de Educación Pública, enseñar a los niños en una cultura del deporte olímpico que busca la victoria es absolutamente inexistente.

Las clases de educación física, en la mayoría de los casos, son meros recreos para los niños. En mi infancia y juventud recuerdo que lo único que hacíamos era jugar una cascarita o practicar la escolta para la ceremonia de la bandera.

No quiero decir que no haya buenos profesores de educación física en algunas escuelas, sobre todo privadas. Pero no hay un modelo de Estado que conduzca una efectiva política deportiva en todas las escuelas, pues ¡todavía estamos luchando para que se tengan ciclos completos de clase en estados dominados por la CNTE!

Este desdén añejo por el deporte ha permitido que no tengamos una cultura deportiva ni una cultura de la victoria. Bueno, hasta a nuestra victoria alada que tenemos en Reforma la rebautizamos como un “Ángel de la Independencia”.

Admiramos más al que resiste que al que gana, ¿a poco no?

Tuve la oportunidad de estudiar en una escuela pública de Miami, Florida, en mi adolescencia, durante un año. Tendría unos quince o dieciséis años de edad. No había semana que no fuera un coach a alguno de nuestros salones a promover su disciplina.

Era casi obligatorio entrar a algún equipo de algo. Me metí a natación y a waterpolo. Nos cuidaban  con esmero. Nos daban dieta especial en la escuela. Nos reconocían de manera impresionante cuando ganábamos alguna competencia o algún partido. Los maestros de otras materias regulares iban a los partidos, echaban porras.

El deportista tenía un lugar especial en la escuela, se le perdonaban tareas, trabajos, asistencias, ¡TODO! ¡Le enseñaban a los chicos a ganar!

Muchos de los compañeros más talentosos fueron reclutados por los coaches que mantienen comunicación con las autoridades deportivas y ofrecen a los mejores una vida, una carrera, un futuro. Les apuestan con fuerza y muchos acaban millonarios como estrellas deportivas. ¡Les resuelven la vida, para que sólo se concentren en ganar, no sólo en competir, en ganar!

En México, en cambio, la mayoría de los atletas tienen que dividir su tiempo entre el entrenamiento, la chamba y la escuela. ¿Por qué? ¡Porque tienen que comer! Muchas veces no les dan ni el uniforme y las estrellas de nuestro deporte nacional son, en la mayoría de los casos, loables esfuerzos personales.

Hay muchas cosas que fallan en nuestro país, aun teniendo un enorme potencial. Lamentablemente, uno de esos rubros es el deporte.

Dolce: La irresponsabilidad irresponsable

 

Último apunte al respecto de los Juegos Olímpicos. El factor “responsabilidad”.

Tenemos en este país un deporte nacional, especialmente en nuestra clase política: Echarle la culpa a otro.

El señor Castillo se quejó de la Federación Internacional de Natación, o de Clavados, de las federaciones, de los flashazos, pero nunca asumió responsabilidad alguna. De hecho, incluso le echó la culpa a la institución, a la que acusó de ser “una simple agencia de viajes” a pesar de que él la dirige.

Y ése es otro problema mayúsculo en México: la Conade le echa la culpa a las federaciones y las federaciones a la Conade. Nadie tiene la culpa de nada y ganamos medalla de oro en la disciplina de “echar la bolita” . Si nadie es responsable… ¿cómo llegaremos a ser una potencia olímpica?

Un café, pal coraje.

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