Luis Carlos Rodríguez G. / Mensaje Político
Tal Cual
Hace un año por estas fechas estuve de viaje en San Antonio, Texas y me tocó presenciar el llamado “Black Friday” con sus ofertas, aglomeraciones en centros y plazas comerciales, todos ellos atiborrados de paisanos llegados de todo el país en sus propios vehículos con placas mexicanas, autos rentados y autobuses fletados para el llamado “shopping”.
En San Marcos, Texas, filas de cientos de autos entrando a las plazas en orden. Nadie se estacionaba en lugares prohibidos o reservados para discapacitados. Una veintena de niños hidalguenses, de la escuela de futbol del Club Pachuca, correteaban y jugaban en la madrugada sin miedos, ni peligros. En las tiendas nadie se metía a la fila o insultaba a la cajera y en las autopistas nadie rebasaba las 90 millas.
Por lo menos el 70 por ciento de los que estábamos ahí éramos mexicanos, llegados del DF, de Jalisco, de Nuevo León, de Durango, de Querétaro, de Toluca, Hidalgo, Tamaulipas o Michoacán. Eso decían las placas de los autos, su modo de hablar. Otro tanto eran paisanos que residen en Texas o hijos de mexicanos. Todos bien portados.
Por qué platico esto. El pasado viernes salí con mi familia a una plaza por los rumbos e Acoxpa, en Coapa, al sur de la capital. Fuimos al cine, cenamos ahí mismo y regresamos hacia la medianoche a casa. En menos de cuatro horas de esta velada de esparcimiento y mientras en Estados Unidos se realizaba el llamado “Black Friday” nosotros presenciamos nuestro propio viernes negro versión México.
Al salir del cine ingresamos a la famosa cadena mundial de cafeterías de color verde. En la fila un grupo de cuatro adolescentes se empujaban e insultaban entre sí. Un señor que iba primero que ellos les reclamo por el lenguaje y las groserías que proferían. Minutos después “sin querer” lo empujaron.
El hombre, de unos 50 años, molesto les recriminó. Los mozalbetes, indolentes se burlaron y lo insultaron. El incidente estuvo a punto de derivar en golpes. Un policía en la puerta de la cafetería fue informado del altercado y no intervino. Al final sólo insultos e impunidad ante la prepotencia de adolescentes engreídos.
Minutos después, a unas calles un incidente de tránsito derivó en una golpiza hacia un joven por parte de tres más que viajaban en dos automóviles. La violencia extrema nuevamente ante la ausencia de policías. Minutos después llegó una patrulla, ya sólo para percatarse de que había una persona herida y tres agresores impunes.
Esa misma noche, un amigo, me comentó que lo habían asaltado en un “pesero” o autobús capitalino, robándole celular, computadora propiedad de la empresa en la que trabaja y cartera. 13 largas horas pasó en el Ministerio Público, quien cuestionó la veracidad del atraco a pesar de que unos cinco pasajeros relataron el caso ocurrido en los rumbos de Santa Ursula, cerca del Estadio Azteca.
El Ministerio Público y los agentes judiciales, por cierto en estos días héroes del gobierno de Miguel Mancera, al final y a regañadientes, levantaron el acta del robo a los pasajeros. No sin antes buscar que se desistieran por todos los medios de iniciar la averiguación. Al final, como en todos estos casos, sólo burocracia, corrupción e impunidad.
Por qué ocurre esto en México y en Estados Unidos no. Son los mismos mexicanos que viajan al vecino país y que allá respetan todo y aquí les vale madre cualquier reglamento.
Simple. Se aplica la ley a secas. No hay de otra. No hay “pactos” por la seguridad y la justicia que promueva Barack Obama en televisión. Los policías, si alguien comete una falta, una infracción de tránsito, actúan, sancionan, multan, encarcelan. Los fiscales y jueces no tienen a las víctimas 12 horas esperando para que declaren. En pocas palabras no hay mucho margen para la burocracia y la corrupción, que puede existir, pero no con los niveles que en México.
No es la mía una actitud malinchista o pro estadunidense. No añoro el “Black Friday” texano de hace un año, pero sí envidio ver niños corriendo en las calles y plazas sin peligros, a mexicanos viajando por carreteras sin el riesgo de “levantones”, secuestros o violencia. Se extraña también que nadie se “agandalle” en lugar de estacionamiento de un discapacitado o que los policías o Ministerios Públicos no se hagan pendejos cuando ocurre un incidente, un delito, un homicidio.
En fin. Es mi “Black Friday” región México, con el 97 por ciento de los delitos impunes, con policías federales y capitalinos que tratan a los manifestantes peor que a narcotraficantes, con ciudades como Acapulco y Cuernavaca con los más altos índices de violencia a nivel mundial y con una capital mexicana cada vez más violenta y a cargo de un tipo llamado Miguel Ángel Mancera, que piensa que la vida es color de rosa, como el color de sus taxis.
