La situación financiera de Oaxaca es preocupante. Se ha triplicado en los últimos cinco años y la aprobación de la reciente solicitud del ejecutivo estatal, por parte del Congreso del Estado, para contratar un préstamo por 2 mil 400 millones de pesos, reta cualquier razonamiento político de lo que algunos llaman disciplina financiera. Es más, va en sentido contrario al punto de acuerdo recientemente aprobado en el Senado de la República, respecto a la negativa que tienen los gobiernos estatales para contratar deuda, o al menos, la autorización para ello, siempre que los recursos de la deuda sean para cuestiones de beneficio social no para liquidar pasivos. Lo que más sorprende es que los juicios sumarios respecto a la deuda que dejó el antiguo régimen –casi 4 mil 500 millones de pesos- fueron en su momento un argumento de descrédito; de infundios. En ese dique que el actual gobierno trató de poner respecto a su antecesor, se mencionaban a menudo las corruptelas y el desvío de recursos, lo que motivó a que se convirtiera en un escándalo mediático, la inminente consignación de los corruptos.
La situación llegó a niveles en verdad preocupantes cuando se dijo, incluso, que los indiciados tenían ficha roja y, por tanto, la Policía Internacional, la INTERPOL, los pondría en breve a disposición del juez que los reclamaba. Nada pasó. El sexenio está a un paso de concluir y aquellos agravios del pasado, dejaron de ser nota. Más bien, se convirtieron en una especie de reserva, al juzgar por los resultados en algunas áreas claves, en donde los fenómenos de antaño, nos referimos a la corrupción, conflicto de intereses y demás, superaban en mucho a los villanos del régimen anterior. Ese maniqueísmo al que somos proclives los oaxaqueños, de nosotros los buenos y aquellos los malos, ha cedido lugar a la reserva y a veces, hasta el silencio. El antiguo régimen, con todo lo que hemos visto en los últimos tiempos, ya no es referente. Obviamente, sobre todo en esa cloaca de corrupción conocida como IEEPO, hay mucha tela de dónde cortar, pero en estos tiempos se han superado en mucho los malos manejos.
Insistimos: ¿por qué no se ha desaparecido el IEEPO en tanto estructura administrativa y manejo del presupuesto destinado a la educación? Es simple. Porque es un arca abierta, en donde hasta el más justo peca. No es posible que por la corrupción prohijada por unos cuantos, tengamos todos como pueblo que pagar los platos rotos. La deuda que dejará la actual administración es una ofensa a la confianza que la ciudadanía depositó en ella, creyendo tal vez que todo sería diferente. La historia nos concede la razón. Oaxaca es un Estado de excepción. Una entidad pobre, saqueada, ninguneada. Una entidad que sigue arrastrando rezagos, pobreza, abandono. Seguimos viajando en el furgón de cola de la modernidad. Y no hay que dudar que así como se juzgó a los corruptos del pasado, se habrá de juzgar –aunque sea mediáticamente- a los de hoy. La sentencia se cumplirá: los carniceros que se erigieron como tal al principio de este gobierno, sin duda alguna, serán las reses de mañana. A todo ello, también hay que cuestionar la actitud irresponsable de los diputados ante la LXII Legislatura, que aprobaron la solicitud de préstamo a cambio de una reforma política previamente “planchada” y negociada de espaldas a la sociedad. Sin duda, el juicio implacable de la historia los habrá de poner en su lugar.