Editorial
Siempre hemos opinado que en ciertas circunstancias deben utilizarse formas no convencionales de la política para superar una situación de crisis, pero sobre todo, cuando prevalece la cerrazón y la intolerancia. De no haberse reunido casi a escondidas; de haber convocado a una sesión fast track, sólo con el propósito de aprobar la Ley Estatal de Educación y armonizarla con la legislación federal, la LXII Legislatura local, hubiera seguido acotada ante las amenazas de los dirigentes y grupos radicales de la Sección 22. Jamás esperaron éstos, recibir la segunda estocada fatal de los últimos tiempos. Oaxaca, que era la única entidad que carecía de legislación en la materia, ya tiene Ley de Educación.
Y tuvo que ser a casi medianoche del sábado 9 de abril, cuando por mayoría calificada de votos se aprobó la citada iniciativa, sólo unos días antes de cumplirse el plazo otorgado de manera reiterada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). De otra suerte, al Congreso se le hubiera acusado de rebeldía y tuviera un estigma adicional a los que ya le pesan encima. La aprobación de la Ley de Educación era una asignatura pendiente desde hace mucho. Hay que recordar que el plazo constitucional se venció desde marzo de 2014. No era un asunto menor. Cada que la Mesa Directiva convocaba a reunión para discutirla, de inmediato Rubén Núñez Ginéz y su segundo de abordo, Francisco Villalobos, convocaban a sus incondicionales a bloquear el edificio de San Raymundo Jalpan, sede del Congreso, para presionar a los legisladores. Crearon tal ambiente de terror e intimidación que ello incidió en que la ley no se aprobara.
Provocaron hilaridad los llamados de algunos miembros del Comité Ejecutivo Seccional y adláteres, a través de las redes sociales el mismo sábado por la noche, llamando con desesperación a sus incondicionales para trasladarse al edificio del Congreso y ejercer presión. Todo fue inútil. La ley ya estaba aprobada y el magisterio –al menos sus dirigentes- habían recibido la segunda estocada fatal de los últimos tiempos. La primera fue en julio del año pasado, cuando le fue arrancado de tajo el control atípico que tenían del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO), que dejó al Movimiento Democrático de los Trabajadores de la Educación (MDTEO), en calidad de entelequia. La multicitada Ley de Educación, el instrumento necesario para hacer realidad la Reforma Educativa en la entidad, ya fue aprobada.
No faltaron los protagonistas y el fuego amigo al interior de la LXII Legislatura. El coordinador de la bancada del PRD, Jesús López Rodríguez, que siempre ha comulgado con los excesos de la Sección 22 y sus íconos, simplemente fingió demencia, luego de declarar hace unos días, que los legisladores asumirían el costo político por no haber aprobado la ley. El diputado del Partido del Trabajo (PT), Rafael Arellanes Caballero, siguiendo la consigna de su candidato a la gubernatura, Benjamín Robles Montoya, simplemente se dedicó a cuestionar el método de aprobación, sin que su resistencia represente más que un simple aspaviento. Tal parece que al final del día y en afán de sacudirse el sambenito negativo que se les ha colgado, los diputados del PRI, PAN, MC, uno del PRD y otros, pudieron concretar lo que desde hace mucho tiempo es tema de discusión, pero además, evitar terminar su gestión como la peor legislatura de la historia.