El revire de la sociedad civil
Terminaron los festejos de julio y La Guelaguetza, que a diferencia de otros años, tuvo un ingrediente adicional: se perfiló como eje del chantaje, de la presión y la infamia magisterial. Desde 2006 dicho festejo tradicional fue tomado como bandera. Pero diez años después, cristalizó en una de las peores épocas para los miles y miles de oaxaqueños que viven del turismo. Playas desoladas, hoteles vacíos, miles de cancelaciones en nuestro espectáculo folklórico y la desesperanza de quienes vieron rotas sus esperanzas, ante un gobierno insensible y apático, que no sólo finge demencia respecto a la realidad que aquí se vive, sino que prevalece en su insano propósito de prolongar su diálogo inútil, frente a un estado materialmente devastado económica, política y socialmente.
Nada fortuito es que ahora haya una respuesta de la sociedad civil organizada, harta de tanto atropello. Y es que las autoridades federales, empeñadas en agotar el diálogo de sordos que han emprendido con la CNTE/Sección 22, no han entendido que la ciudadanía tiene derecho a vivir y circular en paz. Los defensores a ultranza de la libertad de expresión, sin restricción alguna, como es el caso de las comisiones y organizaciones civiles de derechos humanos, que a menudo ubican a la intervención policial como un intento de criminalizar la protesta social, sólo atisban una parte de la realidad social: la que les conviene ver y no el lado del pueblo, que no es quien protesta.
El episodio oaxaqueño que desató el magisterio afiliado a la Sección 22, una vez que fueron detenidos sus dirigentes Rubén Núñez y Francisco Villalobos, ya cobró su cuota de sangre. Ocho personas murieron en Nochixtlán el 19 de junio, luego del fallido desalojo que emprendieron las policías federal y estatal. Ninguno de ellos era maestro, aunque ahora le pongan etiquetas a algunos. Fue la gota que derramó el vaso para impedir en cualquier acto fuera de la ley, la participación de los jenízaros. Ahí cayeron los muertos que siempre ha buscado la CNTE y en Oaxaca la Sección 22, para doblegar a las autoridades y tener un argumento adicional para negociar e intimidar.
Para quien conoce las maniobras perversas de los líderes magisteriales y sus cilindreros de la guerrilla y del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), sabe que nada es fortuito en su famosa “lucha”. Utilizan la tragedia de algunos como instrumento para amacizar y chantajear. Así ocurrió en 2006 y hasta hace pocos años, todavía había organizaciones que se asumían víctimas y que a la menor provocación, alargaban la mano para recibir sobornos y dádivas del gobierno. Hacia ahí se encamina, lamentablemente, el caso Nochixtlán, una población antes pacífica y apacible a la que de golpe le robaron su identidad, para devenir refugio de supuestos dolientes.
Ante este panorama siniestro que ha desplegado el magisterio y sus grupos afines, lo único que queda es la respuesta enérgica y determinante de la sociedad civil organizada. Ya las cúpulas empresariales han tratado de mostrar ante un insensible gobierno federal, la realidad que se vive en Oaxaca y otros estados como Chiapas, Guerrero o Michoacán. Nada han logrado. Han encontrado simplemente oídos sordos. En nuestro estado, parece que no hay gobierno. Con el infantil argumento de que todo lo que compete al magisterio es responsabilidad del gobierno federal, el régimen de Gabino Cué se ha encogido de hombros, dejando que el acoso y secuestro de la población continúe. Lo que menos quiere el ejecutivo estatal es pasar a la historia como represor, que ya bastante carga lleva haber sido el peor de la historia.
