[protected]Alianzas oscuras y sospechosas
Por lo que se percibe el ex gobernador Ulises Ruiz jugará varias cartas en el proceso sucesorio del 2016. La militancia partidista, la disciplina, la lealtad e institucionalidad que le debe –o debía- a su partido, el PRI, bien puede irse a la basura. Las trampas y obstáculos que impondrá a la inminente candidatura de Alejandro Murat son de pronóstico reservado, pues si bien es cierto que el de Chalcatongo parece estar cobrando afrentas, nadie le niega su habilidad para tejer alianzas y romper entuertos. Hay hechos recientes que exhiben de cuerpo entero la ambición desatada de grupos políticos y ex gobernadores por apropiarse de Oaxaca y enquistar de nuevo sus cotos de poder. Luego de aquel video-escándalo, Ruiz Ortiz tomó en serio el papel de figurar como uno de los patrocinadores e impulsores de candidatura de Benjamín Robles Montoya, sin duda alguna, por un partido que no sea el PRI.
El fin de semana antepasado, durante el cumpleaños del senador chilango, traído de Michoacán, fue sintomática la presencia de incondicionales de Ruiz Ortiz, como Beatriz Rodríguez Casasnovas y hasta de uno de los operadores políticos de mayor confianza de otro de los prospectos priistas a la gubernatura: Héctor Pablo Ramírez Puga. Se trata de Marco Antonio Hernández Cuevas, quien dejó la delegación estatal de LICONSA para coordinar las giras de trabajo y proselitismo de su amigo HP. Aunque todo ello pudiera parecer un señuelo, dada la ironía con la que URO despista o genera confusión en sus enemigos y detractores, lo cierto es que en las mismas filas del tricolor, ya nadie sabe quién está con quién. También la confusión, el cambio de luces y señales puede provocar una nueva debacle del PRI en el proceso electoral que se avecina.
De una cosa, todos estamos ciertos, los ex gobernadores están con todo para enquistar de nueva cuenta a sus grupos políticos. Se dice incluso que Heladio Ramírez, quien se había mantenido distante o discreto, también ha decidido entrarle al juego. Desde otra trinchera, el PAN, Diódoro Carrasco no pierde detalle de los movimientos de los que han levantado la mano y, se presume, que al menos tiene dos gallos: José Antonio Estefan Garfias y Gerardo Gutiérrez Candiani. Nadie pues, hasta el momento, puede decir que tiene la sartén por el mango. Este mes y el siguiente serán decisivos para la definición de los candidatos, pero el rejuego político seguirá creando una gran crispación social. El uso de grupos y entes manipulables pueden hacer que la aparente tranquilidad oaxaqueña, se convierta en un escenario complejo, violento y hasta de aliento a la ingobernabilidad. Pese a los augurios del gobierno de Gabino Cué, el panorama político no será uno más. Esta transición será la más atropellada de la historia política oaxaqueña.
Nadie puede hablar de civilidad, de unidad o concordia. Menos en el PRI, en donde se observa una polarización abierta y descarnada. Al contrario a lo que se perfila ya en la izquierda, con definiciones en puerta, en el tricolor sólo se advierten nubarrones de conflicto y fractura de la que nadie resultará triunfador, sino los de enfrente. Los movimientos de Ulises Ruiz y de sus leales, de las alianzas oscuras y sospechosas, llevan consigo el insano propósito de reventar cualquier opción política que no sea la suya, pese a que sus gallos no le garantizan. Visto en perspectiva, Oaxaca parece no estar entre las prioridades del presidente Enrique Peña Nieto, al menos en recuperar la entidad para su partido.