Una sucesión atropellada
El panorama sucesorio en la entidad, se torna complejo, confuso y extenuante. Las últimas revelaciones que se han difundido en los medios de comunicación, de grabaciones y videos, no han alentado más que el morbo y la confusión. Las ligas, los nexos, la correlación de fuerzas y los cacicazgos, se han exhibido de cuerpo entero. En el PRI no hay pues más que dos franquicitarios: José Murat y Ulises Ruiz. Cada uno quiere imponer a su propio delfín, aunque el último dice que el suyo es “un tiburón”. Ello implica que nadie tiene asegurada la candidatura, pues a la acción de uno para impulsar a “su candidato”, vendrá la reacción del otro para demeritarlo o, en última instancia, llevarse sus canicas y el voto de sus leales al candidato opositor. Esto es: o estás conmigo o contra mí. Un fascismo extremo.
Hace poco más de una semana, un nuevo actor levantó la mano para decir que también quiere: el presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), Gerardo Gutiérrez Candiani que, a decir de expertos en la política local, no se sabe qué partido arroparía dicha candidatura, habida cuenta de sus ligas tanto con priistas como con panistas. El dirigente empresarial dejará el cargo en diciembre. Hay que recordar que al menos los últimos cinco años ha estado en la cúpula de la dirigencia de los hombres de negocios, sin tener él mismo una empresa a la altura de los barones del dinero del Estado de México, Jalisco o Nuevo León, ni siquiera una que pudiera catalogarse como mediana. Sin embargo, la presidencia del CCE le llegó después de la similar en la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex). La pregunta es si el empresariado será un factor determinante para elegir candidato, por el partido que sea.
Por lo menos hay una decena de aspirantes a la gubernatura de Oaxaca, sin que a la fecha se sepa en definitiva quién de los que se apuntan tiene ya la bendición del “dedo divino” en el caso del PRI o de las cúpulas de la derecha o izquierda, en el caso del PAN o PRD. Hay que añadir asimismo que en un hecho bastante criticado, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), que se asume más como complicidad que simple ejercicio de la ley, el Partido del Trabajo (PT), aquel que no pudo acreditar el porcentaje que la ley exige para mantener el registro y que el propio Instituto Nacional Electoral (INE), había desechado, vuelve a tener el reconocimiento y a beneficiarse con las prerrogativas. Esto es: vuelve al espectro electoral.
Estas asignaciones que la ley otorga a los partidos políticos y que hacen de la democracia mexicana una de las más caras del mundo, sólo han servido para alimentar a una clase ociosa enquistada en las burocracias partidistas. El PT, como todo mundo sabe, es en la entidad franquicia de una élite familiar, que viven y perviven de las prerrogativas. No es un secreto que quien llegó como delegado estatal, el actual diputado Rafael Arellanes, originario de Chiapas, simplemente aprovechó el cargo para cuajar la diputación local, en donde se ha mantenido a pesar de ser un extraño en Oaxaca. ¿Quién será el candidato del PT para la gubernatura el año que viene? Eso está por verse. Todo este panorama ha hecho de esta sucesión gubernamental una de las más complejas de los últimos años, pero además, de las más tortuosas por todo lo que se ha ventilado en los medios, vía escándalos, y lo que aún estamos por ver.