Reforma Educativa: Fracaso anunciado
Haciendo caso omiso de los llamados del gobierno, de la sociedad civil, de los partidos políticos, inició el paro del magisterio oaxaqueño y su consecuente acoso a la sociedad. Con antelación definieron en su asamblea estatal las características de los atropellos; el hostigamiento a pueblo y autoridades; el daño al ciclo escolar y el boicot a la jornada electoral del pasado domingo, que iniciaron con la quema de papelería en las sedes del Instituto Nacional Electoral (INE), en la capital oaxaqueña y el interior del estado. En estados como Jalisco, Michoacán, Guerrero y Tamaulipas, el fantasma que pendía sobre las elecciones fue el crimen organizado. Aquí en Oaxaca fue el magisterio, perfilado como el principal censor de los derechos civiles y políticos. Ante la sociedad, una vez más, la Sección 22 se ha asumido como un ente pernicioso, delincuencial, faccioso.
Desde hace mucho –y lo hemos dicho en este espacio- el magisterio afiliado a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación –la CNTE- perdió el rumbo. No es la lucha política lo que lo mueve; tampoco las ideas para forjar un país igualitario, en donde se acaben las disparidades, el desarrollo desigual y la inequitativa distribución de la riqueza. No hay una visión de largo plazo, menos un catalizador de las reformas estructurales de las que tanto abominan o de la política neoliberal. El quid de sus movilizaciones, chantaje y presión es seguir conservando sus privilegios; sus canonjías; su visión de corto plazo de una educación doctrinaria, anclada en los viejos moldes, en la prehistoria. Hoy la bandera fue el proceso electoral, mañana serán de nuevo los desaparecidos de Ayotzinapa, los jornaleros agrícolas de San Quintín, sus presos políticos, pero nada que proponga una alternativa de la educación popular, algo que sea el contrapeso a la Reforma Educativa, a la sobada privatización de la educación que en el fondo no han entendido, ha crecido precisamente por el abandono de parte de ellos, de la misión docente. Es ir contra todo y contra todos. Una veleta que gira sin rumbo. Un movimiento que a cada rato hace agua pero se recupera con nuevas banderas en las que la victimización es oráculo y patrón.
Deberíamos decir que las actitudes y movilizaciones de nuestros maestros ya no son el capítulo que antes preocupaba a la sociedad. Hoy vemos con tristeza el nivel de degradación de un movimiento que algún día tuvo la simpatía y el apoyo popular, pero en el imaginario colectivo del país, el gobierno de Enrique Peña Nieto ha dado muestras una vez más, de que se ha doblegado no sólo ante los poderes fácticos y el crimen organizado, sino ante organizaciones y sindicatos que han decretado casi por default la muerte de la Reforma Educativa y el fin del Estado fuerte. “Si el gobierno nació con la reforma educativa ha muerto con ella –afirmó el politólogo Jesús Silva Herzog Márquez, el pasado primero de junio-. Hablo de la muerte del gobierno peñista porque quiero respetar lo que ese mismo gobierno dijo de sí mismo. Porque no ha habido ocasión en que esa administración no ostente la determinación reformista como su razón de ser. Si ésa ha sido su carta de presentación debe aceptarse que la ha deshecho. La claudicación reformista es una abdicación”. La suspensión de la evaluación al magisterio ha sido vista como una traición el pueblo de México y la prueba de la debilidad se puso de manifiesto al permitir que se hayan conculcado los derechos civiles de los mexicanos y los oaxaqueños, sobre todo, el derecho a votar.