El Síndrome de la inestabilidad
Desde el inicio de su gestión, el gobernador Gabino Cué pudo percatarse que ganar una elección y mantener el timón en una entidad tan compleja como Oaxaca, eran dos asuntos diametralmente opuestos.
La entidad asemeja ser una gigantesca comisaría en donde todo son disputas, ilícitos, prácticas ilegales y soluciones debajo de la mesa. Oaxaca es un espacio territorial en donde nada aplica y en la que hasta el más ingenuo impone su propia ley.
Aquí no aplica la Reforma Educativa, ni tampoco lo hizo en el pasado la prueba Enlace o de mejorar la calidad de la educación. Todo es pasado por el rasero de la “asamblea de eruditos de la Sección 22”, CEPOS o CEDES, para descalificar cualesquier iniciativa.
Le apuestan a la mediocridad, a seguir sumergidos en el hoyo. Por ello, aquí no aplica la evaluación a los maestros ni la que conlleva el otorgamiento de una plaza docente ni, mucho menos aplicó, el censo que instrumentó el INEGI para saber el número exacto de docentes en activo.
Menos aplican los descuentos que con tanta enjundia –aunque también con impotencia- dice a los cuatro vientos el Secretario de Educación Pública, Emilio Chuayfett, a que se harían acreedores quienes cerraran las aulas sin motivo justificable.
Oaxaca asemeja ser una ínsula de poder aparte en la que como se dice coloquialmente, en materia de ley, hasta el más chimuelo masca clavos.
Aquí no sólo manda la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación –la CNTE- sino también el Frente Popular Revolucionario y sus adláteres o escisiones como el Frente Popular “14 de junio”. Mandan también los permisionarios del pulpo camionero o los chalanes que laboran en los camiones; los transportistas que por quítame estas pajas bloquean calles y cruceros, sean de la CTM, la CNP, el Sindicato Libertad u otros.
Mandan los ambulantes y maestros que tienen secuestrado el Centro Histórico. Aquí no aplica la Ley de Transporte que, por cierto es letra muerta. No aplica tampoco el ofrecimiento del ejecutivo de “no más concesiones”. Los dirigentes que gozan de esa patente de corso denominada impunidad, siguen llevando taxis y moto-taxis ilegales en sus manifestaciones para que les otorguen concesiones. El transporte público, ya lo hemos dicho no sólo es un asunto serio de seguridad, sino que es una cloaca cuya podredumbre salpica a muchos.
Tampoco ha aplicado la primera reforma constitucional que propuso el gobierno de la alternancia, con sus conceptos de referéndum, revocación de mandato, plebiscito, cabildo abierto y demás. Menos ha aplicado la política de la transparencia y la rendición de cuentas; el fin de la opacidad y el cumplimiento de la norma para la obra pública y otras. Hay casos probados de corrupción, en los que todo mundo finge demencia.
Y es que hay un factor por el cual nuestra entidad asemeja vivir aún en estado de naturaleza, es decir, sin Estado, en la concepción de los clásicos. Y hay que decirlo aunque parezca disco rayado.
Nada aplica en Oaxaca, porque no existe voluntad política para aplicar la ley; porque existe tal relajamiento que cualquiera amenaza con bloqueos y movilizaciones, ante el simple amago de ejercitar acción penal; porque vamos a la zaga y viajando en el furgón de cola del progreso nacional, precisamente porque existen organismos, sindicatos y organizaciones que se han empeñado en aprovechar esa nula vigencia de la ley, para hacer de la entidad un paraíso de impunidad.