Reforma Política en puerta
El sistema de partidos políticos en México –ya lo hemos dicho en otras ocasiones- está desgastado. Pero a pesar de la lucha de los organismos de la sociedad civil por ponerlos en el escaparate de la discusión ciudadana, parecieran fortalecerse cada día. Saber de la suma millonaria destinada al rubro de las prerrogativas, con miras al proceso electoral del siete de junio, genera una especie de coraje e indignación. Los partidos políticos perviven del dinero público. Son una especie de parásitos sociales. Mantenemos con nuestros impuestos una casta divina. Tal vez por ello, los procesos electorales, sean locales o federales, han dejado de ser atractivos, salvo para esa casta divina que vive de la generosa ubre de las prerrogativas. En Oaxaca, el abstencionismo ha llegado a niveles preocupantes, incluso hasta el 60 por ciento del padrón. En las elecciones intermedias, como la que está en curso, la apatía ciudadana es mayor. En nuestra entidad por ejemplo, ni bien acaba de terminarse un proceso cuando ya tenemos otro encima. La situación es aún más compleja para los municipios que se rigen por usos y costumbres.
Los procesos electorales de diversa naturaleza han sido asimismo, un pivote del encono social. Aquí la política se vive con una intensidad inusual. El adversario es visto no como tal sino como un enemigo al que hay que fulminar. De muy poco han servido a la reconciliación y la concordia, algunos procesos electorales que se han visto como ajuste de cuentas en contra de ciertos partidos, en donde los grupos de siempre, han promovido el voto de castigo. Lo anterior viene sólo como antecedente para comentar que la iniciativa propuesta por algunas fracciones de diputados en el Congreso local, de modificar la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Oaxaca y el Código de Instituciones Políticas y Procedimientos Electorales –el CIPPEO-, para armonizar en una sola elección, la de presidente de la república, diputados federales y senadores, con la local de gobernador, diputados locales y presidentes municipales, no es algo descabellado.
Esto es: por única vez en la historia contemporánea tendríamos un gobernador, diputados locales y presidentes municipales sólo por dos años, hasta el año 2018 cuando se restablezca el sexenio tradicional. Varias entidades del país, como Puebla y Veracruz, por ejemplo, están modificando sus instrumentos jurídicos para lograr este objetivo. En el Congreso local, varios partidos se han sumado a esta iniciativa. En mi manera estrictamente personal de opinar, me parece una buena idea. ¿Para qué tantos procesos electorales, que sólo han servido para enconarnos, fracturarnos y dividir más a los oaxaqueños? No obstante, según expertos y aún de los dirigentes de algunos partidos políticos, no será fácil adaptar nuestra atomizada nomenclatura municipal a la nueva dinámica ni, mucho menos, adecuar lo que ya es costumbre a un nuevo entorno legal. Para algunos partidos que aún no se han pronunciado al respecto, el tiempo de dos años para un gobernador ni siquiera le dará tiempo para empaparse de la agitada problemática oaxaqueña. Hay pues aún mucho qué discutir en foros temáticos, que permitan enriquecer con nuevas opiniones lo que hoy en ciertos partidos políticos es la mejor alternativa. Por lo pronto, la iniciativa ha ido cuajando en el ánimo ciudadano.