OPLE: El beneficio de la duda
La semana anterior entró en funciones el nuevo Consejo General del hoy llamado Órgano Político Local Electoral –OPLE-. Será a partir de ahora, el árbitro de los procesos electorales locales que se avecinan. Uno de los propósitos de que los consejeros de dicho órgano hayan sido seleccionados por el recientemente creado Instituto Nacional Electoral –INE-, fue eliminar la discrecionalidad de los Congresos locales, en donde dicha potestad se convierte en rehén de los partidos políticos. Tal vez por ello el proceso de selección no sólo fue extenuante, sino en verdad, complejo y determinante. En una entrevista reciente con todos los miembros del Consejo General, que es presidido por Gustavo Meixueiro Nájera, un joven profesionista con un impresionante currículum vitae, lo que permeó fue el sano propósito de devolverle al órgano electoral, la confianza ciudadana. La crítica respecto a su carácter ciudadano y su autonomía respecto a la mano de los partidos políticos, se ha ido diluyendo. El estigma del pasado les ha seguido golpeando de frente.
Y es que al menos en Oaxaca, ninguno de los llamados órganos autónomos: el IEEPCO, la Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca (DDHPO) o la Comisión de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (COTAIPO), se ha despojado de esa carga perniciosa que le han impuesto las cuotas partidistas. No obstante, ya es vox populi que los consejeros que entonces se estrenaron, fueron designados a través de mecanismos discrecionales, en los que se empalmaron desde el cabildeo hasta el abierto soborno legislativo. Los medios dieron cuenta a principios del 2011, por ejemplo, en pleno inicio del llamado gobierno de la alternancia, cuando fue designado el Consejo General del Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana –el IEEPCO-, que le marcaron ante la sociedad, durante su gestión. Éste nació pues, con el estigma de la opacidad, la secrecía y la desconfianza ciudadana. He ahí el por qué, el nuevo órgano electoral ha estado en la mira ciudadana.
Sin embargo, es demasiado prematuro descalificar o impugnar el nuevo Consejo General. Una vez agotados los mecanismos ante los órganos jurisdiccionales, por quienes consideren afectados sus intereses en la designación del nuevo consejo general, habrá que darle el beneficio de la duda. Lo que es indiscutible es restituir la confianza popular en quien será el árbitro electoral. No puede haber procesos democráticos cuando existen dudas respecto a quién calificará la elección. En nuestra incipiente cultura política, hay que reconocer que aún falta mucho para llegar a la constitución de órganos en verdad ciudadanos, que hasta hoy han sido sólo una ficción. ¿Llegaremos algún día a ese viejo anhelo de las naciones democráticas? Es posible, aunque con tantos partidos, incluyendo los nuevos que recién se incorporaron al directorio, de quienes sorberán nuestros impuestos, vía prerrogativas, suena cada vez más lejana esa posibilidad. La constitución de verdaderos órganos ciudadanos es tan remota, como las trilladas candidaturas ciudadanas.
Uno de los ejes sobre los cuales deberá caminar el citado órgano electoral, será la revisión de los sistemas normativos internos, conocidos como de usos y costumbres, con el que Oaxaca se puso a la vanguardia del país, con la legislación de 1995. Obviamente, dicha normatividad ha sido rebasada, pero además, será competencia del nuevo Consejo General, buscar la equidad de género en los municipios que se rigen por dicho sistema y adecuar la ley a la legislación constitucional.