El dilema perpetuo
En los homenajes a la Bandera Nacional, que son parte consustancial del Mes de la Patria, tanto de izamiento como de arrío, en los que participan tanto dependencias estatales como empresas privadas y organismos de la sociedad civil, el conflicto actual del magisterio oaxaqueño que milita en la Sección 22 ha dado lugar a una mutación grave y poco común en algo que trastoca no sólo los valores cívicos sino el mismo fervor patrio: para no molestar a los mentores en plantón, las ceremonias ya no se hacen en la explanada de la Alameda, frente a Catedral, sino que ahora se llevan a cabo en el Cerro de “El Fortín”, en Ciudad Administrativa o en Ciudad Judicial. Un hecho en el que el magisterio debería estar involucrado, habida cuenta de su papel en la formación cívica de los educandos, ha devenido asimismo, un mecanismo de presión. Han arrinconado a los participantes en el izamiento y arrío, a buscar un lugar seguro, antes de ser secuestrados o intimidados por las turbas de facinerosos.
Aunque el mismo Ejecutivo estatal aseguró llevar a cabo la ceremonia oficial como es tradicional, hasta el pasado viernes, con un aire de perdona-vidas, los dirigentes del Cártel-22, no habían decidido si se mantenían en el zócalo o aceptarían algún acuerdo. Obviamente, ello ha representado un severo golpe al ciudadano de a pie, al pueblo, a quienes acuden al Centro Histórico a celebrar dicho festejo patrio o a presenciar el desfile del 16 de septiembre. Las presiones del magisterio han llegado a tal punto que han trastocado por completo la gobernabilidad y la paz social. La semana pasada inició con la toma de plazas comerciales y el clásico “accionar”, que no lleva más propósito que animar el encono social hacia este gremio.
Es evidente que ambulantes y maestros, que por cierto ya cubrieron casi el primer cuadro de la capital, no se habrían de retirar si antes los aprensivos negociadores oficiales no les llenan los bolsillos de dinero. Ésa es la regla común, que a triquis, Antorcha Campesina y el membrete de reciente aparición: el Comité de Defensa de los Derechos Indígenas (CODEDI), que encabeza un resentido social de nombre Abraham Ramírez, les ha funcionado de maravilla. Presionan para desalojar el zócalo y la Alameda a cambio de carretadas de dinero, para volver otra vez, luego de celebrado el acto, sea éste “El Grito”, La Guelaguetza o “La Noche de Rábanos”. Es la política del chantaje en su expresión más burda y cínica. A eso estamos llegando ante la desmedida complacencia con un magisterio corrupto, venal y demagogo. Sin embargo, tal parece que a la ciudadanía le hacen un favor, con estar a diario cerrando escuelas y cruceros, pues pese a los gritos de auxilio y exigencia de aplicar la ley, el gobierno simplemente se ha encogido de hombros.
Ya veremos, pues, cuál es la actitud de ese magisterio parasitario y conflictivo, que cada día, con más enjundia, le abona al encono social y su endeble fervor cívico. No puede esperarse otra cosa de un gremio que en sus comunidades cambia el Himno Nacional Mexicano por el “¡Venceremos!” o rinde homenaje a los promotores del marxismo, en lugar de nuestros héroes nacionales, de acuerdo a sus trasnochados ideólogos y oportunistas dirigentes, para quienes la historia se estancó hace más de un siglo. No es pues fortuito que se critique la postura complaciente y de tolerancia que ha asumido el gobierno de la alternancia, con un argumento simple y superficial: no se aplica la ley, pues no hay que repetir los episodios del 2006. ¡Vaya justificación!