Las peripecias de GCM
Quien piense que gobernar Oaxaca es fácil, se equivoca rotundamente. Nuestro estado es una gigantesca comisaría. Conflictos, presiones, chantaje y cobro de facturas. Tiene razón monseñor Arturo Lona Reyes, Obispo Emérito de Tehuantepec: no dejan gobernar a Gabino Cué, pues quienes le apostaron a su triunfo y contribuyeron al mismo, ahora le cobran las facturas. Desde el inicio de su mandato el ejecutivo estatal ha estado atribulado por los problemas. Prácticamente sometido por las hordas magisteriales y la voracidad de las organizaciones sociales que militan en el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Ello sin contar con la existencia de poderes políticos fácticos detrás de él, que hacen negocios por doquier, contando con la docilidad de funcionarios públicos que no hacen gestos cuando de obtener millones se trata.
El principal dolor de cabeza, sin duda alguna es la Sección 22, con sus anacrónicos esquemas de lucha que todo mundo abomina. Fueron pieza clave para el triunfo del gobierno de la alternancia en 2010. Éste no se explicaría sin la labor de zapa desplegada por los fanáticos del magisterio, alentando el voto de castigo en contra de la coalición PRI/PVEM. Pero el costo que Cué Monteagudo ha pagado, ha sido demasiado oneroso. Tiene a los maestros encima, como un bicho peligroso que lo mismo vocifera que amenaza. Hace un par de semanas un caricaturista de Reforma lo pintó tal cual: por un lado la CNTE/Sección 22 jalándole la oreja, por la otra la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), que analiza la controversia constitucional que presentó el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. Ilustra pues con ironía e imaginación, la realidad que padece nuestro gobernante.
El magisterio ha sido el motor de los principales descalabros y hay quienes tienen la certeza, de que hasta el mismo abandono del gobierno federal. Un elemento adicional han sido las organizaciones sociales, sobre todo las ligadas o más regenteadas por el PRD o el magisterio: FPR, “Antorcha Campesina”, MULT, COCEI, FALP, UCO, FOSCUPT, y cientos de siglas más. Su voracidad no tiene límites. Desde el 2011 la administración estatal les ha otorgado más de mil millones del magro presupuesto estatal. Pero entre más les da más quieren. Cínicos y pregoneros del hambre, sus dirigentes andan como mendigos alargando la mano para recibir millones, de los que nunca rinden cuentas. Es un lastre maldito del que la sociedad oaxaqueña también abomina.
Otro de los ejes de la ingobernabilidad es el transporte. El conflicto y el encono entre dos organizaciones: la CTM y la CNP, han generado serios problemas a la gobernabilidad, pero sobre todo por lo que representan con sus agremiados: cientos o tal vez miles de taxis y moto taxis, que son desde hace algunos años, un asunto serio de seguridad estatal. Pero no solamente ellos son quienes regentean la franquicia del transporte público, sino las mismas organizaciones sociales que hemos mencionado, las que en el afán de los dirigentes de meterse dinero a manos llenas, han pervertido el transporte, derivando en ello violencia, chantaje e ingobernabilidad. Es tal la cantidad de unidades que prestan el servicio por todo el estado, que ello ha abierto la puerta a la invasión de unidades irregulares, que también tienen a sus protectores. Cientos de ellas se utilizan para distribuir droga o cobrar derecho de piso. Los intentos de la Secretaría de Vialidad y Transporte (SEVITRA) por regular dicho rubro se han topado con una pared de intereses políticos y hasta criminales.