Por Ernesto Salayandia García
Maldita enfermedad perversa del alma
Cuando escuchaba esta frase, no la entendía, menos la comprendía, no asimilaba la magnitud de mi enfermedad, lo complejo que es, desconocía todos los ingredientes con que se configura éste mal del alma, vivía, como muchos, en la ignorancia y la apatía, por demás indiferencia en torno a todo lo que se relacionaba con ella, como por ejemplo, los grupos de auto ayuda, incluso los mismos enfermos adictos y alcohólicos a quienes ofrecía rechazo, repudio, les veía todos sus defectos, pero no veía los míos y aplicaba, como dice el dicho y dice bien. Veo la espiga en el ojo ajeno, pero no veo la viga en el propio.- Hoy sé que es una enfermedad cruel, despiadada, agresiva, destructiva, perversa, sutil y que es comandada por mi soberbia, con la alianza de la ansiedad, seguida por patrones de conducta y un cúmulo de defectos de carácter, esta enfermedad, es mental, ahí habita la loca de la azotea, el pensamiento psicótico, patológico, enfermo, es física porque ahí se refugia la ansiedad y la compulsión, se establece una fuerte necesidad y dependencia a las sustancias, es emocional, debido a que las emociones están a flor de piel, es espiritual, porque el adicto está muy distante de vivir una vida digna, tiene, que ver con la personalidad, la auto estima baja, la inseguridad, la frustración, culpa y un sinfín de características que sin duda alguna, la acreditan como una maldita enfermedad perversa del alma.
Las 5 Heridas del Alma
Nuestra alma elige los padres y las circunstancias de nacimiento por razones muy precisas. Venimos a experimentar una serie de vivencias para sanar una serie de heridas, y así integrar la personalidad con el alma. Venimos a aprender a aceptar y amar incondicionalmente. Somos atraídos hacia padres con heridas como las nuestras para recordarnos qué hemos venido a amar. Aprender a aceptar nuestras heridas es aprender a ser responsables y a amarnos incondicionalmente, y esa es la llave para la transformación y la sanación del alma. ¿Te has dado cuenta que cuando acusas a alguien de algo, esa persona te acusa a ti de lo mismo? Chequéalo con la otra persona, y aparte de sorprenderte, verás cómo te liberas de juicios. No aceptar nuestra herida, sentirnos culpables, con vergüenza o juzgarnos, es atraer circunstancias y personas que nos harán sentir esa herida no aceptada. Aceptar la herida no significa que sea nuestra preferencia tenerla; significa que, como seres espirituales que elegimos vivir la experiencia humana nos permitimos experimentar esa herida sin juzgarnos y aprender de la experiencia. Mientras haya miedo, hay herida y hay un juicio o creencia que bloquea su sanación. Cuando aprendemos a aceptar nuestras heridas estamos desarrollando el amor y estamos espiritualizando la materia, la sanación se produce totalmente cuando nos aceptamos a nosotros. El perdón hacia uno mismo es lo que finalmente nos sana, y para eso hay que aceptar que uno mismo es responsable de todo lo que le ocurre, y aceptar que ha acusado a otros de hacer lo que uno mismo hace a los demás. En el fondo, todos somos humanos, y aceptar nuestras limitaciones es lo que nos hace humildes y nos permite descubrir nuestra herencia divina. Las cinco heridas del alma más comunes son: El rechazo, El abandono, La humillación, La traición y La injusticia. No necesariamente tenemos las cinco heridas. Con humildad y sinceridad cada cual puede reconocer sus heridas. Reconocer nuestra limitación humana es el primer paso en el proceso de sanación. Si nos cuesta identificar nuestras heridas es porque nos ocultamos tras una máscara, que se construyó para no ver ni sentir esa herida. Las máscaras de cada herida son las siguientes:
-Rechazo–Retraimiento
-Abandono–Dependencia
-Humillación–Masoquismo emocional y mental
-Traición–Control
-Injusticia–Rigidez.
Rechazo y Retraimiento
Rechazar a alguien es repelerlo, echarlo. La persona que nos rechaza nos dice “no te quiero a mi lado”. La persona que nos abandona dice “no puedo tenerte conmigo”, y nos deja para ir en busca de algo o de alguien. Hay que tener clara la diferencia entre rechazo y abandono. La herida del rechazo es muy profunda, pues hace sentir a uno que su “derecho a existir” está siendo rechazado. La persona con ésta herida tiene ganas de desaparecer. No quiere ocupar su espacio en la vida por miedo a ser rechazado. La máscara tras la cual se esconde, esta herida se llama “retraimiento”, “retirada” o withdrawal en inglés. Son personas que se cuestionan su derecho a existir. Los niños que construyen la máscara de retirada para no sentir el rechazo, son niños que viven en un mundo imaginario, son niños calmados que no hacen demasiado ruido y pasan desapercibidos. Sus cuerpos parecen frágiles, y eso hace que la madre sobreproteja al niño. Los niños sobreprotegidos se sienten sofocados por la madre; se sienten rechazados por no ser aceptados con sus limitaciones, tal y como son. Hay heridas que no cierran, el dolor ahí queda vigente, hay daños como el bullying de hermanos, padres, primos y compañeros de escuela que no se trasciende y se reflejan en todos los departamentos de la vida cotidiana de un adicto como yo.
Pegan, la huella del abandono y las agresiones
La persona que sufre el rechazo vive separada del mundo material, incluso de su instinto sexual. Suele atraer parejas que le rechaza sexualmente, o simplemente decide cortar su sexualidad por considerarlo “poco espiritua”. Los retraídos creen que no tienen ningún valor. Por eso intentarán ser perfectos, para merecer ese valor que sienten que les falta. Un hombre que diga “a los ojos de mi padre no soy nadie, y no hago nada bien” intentará ser perfecto (con todo el sufrimiento que conlleva tal exigencia) para ganarse algo de auto-valoración. Para ellos, ser juzgados por lo que hacen es igual a ser rechazados. Quieren hacerlo todo tan perfecto que les toma más tiempo de lo normal. Los retraídos no sabrían qué hacer si reciben demasiada atención. Es como si su existencia fuera demasiada para ellos mismos. Por eso prefieren estar solos. Al aislarse lo que hacen es sentirse más y más marginados o rechazados. Los retraídos se angustian cuando piensan que han podido rechazar algo o alguien (especialmente del sexo opuesto). Si tienes miedo a rechazar a alguien, probablemente terminarás haciéndolo. Cuanto más miedo tenemos, más probabilidades hay que ese algo se materialice. Los retraídos se comparan con otros, y siempre se encuentran con menos valía que los demás. Les cuesta creer que alguien se pueda fijar en ellos e incluso enamorarse de ellos. Normalmente sabotean sus éxitos, pues no se sienten merecedores. Si sienten que acaparan demasiado espacio o atención, se bloquean pensando que están molestando a los demás, y temen ser rechazados.
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