Por Ernesto Salayandía García
Algo para reflexionar
La historia de mi niñez
Cuando era niña viví en la Cd. de México, somos siete hermanos, mi niñez fue triste porque desde muy chica no tuve un hogar completo siempre faltó la imagen paterna, era una niña sobreprotegida por mi madre, muy introvertida, seria, jugaba en pocas ocasiones, no veía caricaturas, en ese entonces a pesar de mi corta edad, mis pensamientos eran estar siempre al pendiente de mi madre, ayudarle en lo que yo pudiera, de mi padre tengo muy pocos recuerdos porque él nunca estaba en casa, o estaba trabajando, o de parranda, durábamos varios días para verlo y cuando llegaba a casa era para dormir y descansar, no le teníamos que hacer ruido porque si lo hacíamos se levantaba y nos pegaba con el cinturón, él fue una persona que le gustaban mucho las mujeres, y para variar tenía otra familia que vivía muy cerca de la casa, cuando él tenía varios días que no llegaba a casa, mi abuelita (su mamá) se iba a buscarlo (porque ya sabía dónde lo encontraría) y al rato llegaba él todo trasnochado, malhumorado, de genio y con un olor muy desagradable.
Mi primer y único amor
A mis 7 años, mis papás decidieron separarse y nos venimos a vivir a la ciudad de Chihuahua, de donde es mi madre, al llegar aquí nos tuvieron que separar a mis hermanos y a mí, a cada uno de nosotros nos mandaron con un tío diferente y eso fue muy doloroso, el no estar cerca de ellos y de mi madre, mi madre tuvo que trabajar muy duro para poder volvernos a juntar, así duramos cerca de dos años. Al llegar a mi adolescencia, mi madre ejercía mucho cuidado con nosotras, mis hermanas y yo, no nos dejaba salir a ningún lado, siempre con el temor de que nos podía pasar algo, por lo que fueron muy pocas las veces en que salí a una disco y cuando tenía quince años conocí a un muchacho vecino quien se me acercaba con el pretexto de que le explicara matemáticas de nivel bachilleres, al conocer a esta persona me enamoré como tonta, él fue mi primer y único novio, veía a través de sus ojos, sin él sentía que el mundo se me iba a terminar, de novios si dio a notar su carácter fuerte y posesivo, él hacía y deshacía con mi voluntad lo que él quisiera, ahí fue cuando yo perdí la obediencia con mi madre, pero como era un sentimiento tan fuerte el que sentía por él, no me importaba nada más que él, y siempre él, cuando teníamos un año y medio más menos de novios tuve mi primer relación sexual con él y a la segunda relación salí embarazada de mi primer hija.
El proceso de estudiar una carrera
Mi mamá me dijo que yo tenía que seguir estudiando una carrera, pero él no estaba de acuerdo, y ahí empezaron las discordias entre él y mi mamá, ella fue el apoyo incondicional que siempre y hasta la fecha he tenido.Cuando entré a la universidad me regresé a la casa de mi mamá con mi hija, vivíamos cada quien en su casa, pero aun así me seguía controlando 100 por ciento, vivía una temporada con él y otra en la casa de mi mamá, al segundo semestre de la carrera él me quería obligar a que ya no estudiara, que no siguiera con la escuela, pero mi mamá por el contrario a que sí siguiera, ella siempre me apoyó, era tan fuerte el dominio que él ejercía en mí que le empecé a tener mucho miedo, en esa fecha me empezó a prohibir ver a mi familia y aunque vivíamos a media cuadra de mi mamá, no podía ni siquiera salir al comercio porque se enojaba y empezaba a gritar como para que todo el barrio se enterara y para evitarlo lo obedecía, en esas fechas estudiaba, trabajaba y tenía que atenderlo como cualquier esposa, me acostaba a las dos o tres de la mañana trabajando en casa y me tenía que levantar a las seis porque entraba a las siete a la escuela, a mi hija no la veía despierta hasta en 3 días, porque mi mamá me la cuidaba y se la llevaba a las seis y media y la recogía hasta a las 10 de la noche y ya estaba nuevamente dormida.
Mi codependencia hacia él
Cuando mi hija tenía 3 años, él se fue a Veracruz a trabajar con su hermano mayor, al terminar ese semestre de la carrera me fui con mi hija para allá a seguirlo, pues todavía mi amor por él era tan grande que no me importaba como me tratara, incluso no me importó ni mi mamá ni nadie, yo no podía vivir sin él, estando allá lo que ganaba no nos alcanzaba para poder sobrevivir y decidí regresarme para poder terminar la carrera, y así fue, me regresé, continué trabajando y estudiando, conseguí un crédito para una casa para que él se regresara, pero más valía que no lo hubiera hecho, cuando empezamos a vivir solos aquí fue peor su trato para conmigo y mi hija, su carácter empeoró. A él le gustaba insultarme delante de sus amigos, me decía que no servía para nada, que todo lo hacía mal, que no valía nada, (pero con otras palabras), y empezó a golpearme, él es muy astuto, me agarraba del cuello y me estrellaba con la pared, el piso o la puerta con lo que fuera, las marcas que me hacía eran en áreas que no fueran visibles, y me amenazaba que si lo denunciaba con la policía y si lo detenían, saliendo de la cárcel me iba a matar, lo que más me podía era que lo hacia delante de mi hija.
Muerta en vida
Un día me subí al carro y me fui manejando sin importar semáforos, pases peatonales, nada, manejaba por manejar lo único que deseaba era estar muerta físicamente, porque ya estaba muerta en vida, mi vida era un infierno que ya no soportaba, pero no me daba cuenta que Dios siempre ha estado presente, o bien todavía no me necesitaba, porque no me pasaba nada de lo que yo buscaba, bajé hasta 45 Kg. era un alma en pena, no me arreglaba, no me interesaba verme de alguna u otra forma, no le ponía atención a mis hijos, no hacia la casa, en fin nada. Un día mi madre, que por obvias razones no me visitaba, fue a la casa y me sacó, yo no supe a dónde me iba a llevar, yo sólo vi que estábamos en el centro, me llevó con un psiquiatra muy reconocido, yo no entendía que hacíamos ahí, mi cerebro ya no vivía el presente, de hecho detalles de ese entonces no los recuerdo, ella me acompañaba a las terapias para que ya no tuviera más problemas con mi querido esposo.
Secuestrada por un neurótico
El siempre me ha dicho que tenía el cerebro hueco, que no sirvo para nada, ni como mujer, ni como madre ni como nada, -Eres una INÚTIL- Recuerdo que siempre que me invitaban a una fiesta familiar, él siempre impedía que asistiéramos, fueron pocas la ocasiones que fuimos y esas ocasiones fueron muy desagradables, porque para empezar desde el momento que salíamos de la casa era de estar peleando, todo el camino eran insultos, enojos y todo lo que conlleva, entonces el convivio o lo que fuera al que íbamos por ende pues la pasábamos pésimamente, siempre tenía su cara larga y reflejo de enojo en su rostro, me amargaba cualquier reunión de mi familia.Cuando mi hija era niña, en las piñatas que le hice él nunca estuvo presente, él nunca estuvo de acuerdo con lo que yo quisiera hacer , fuera de lo que fuera, él nunca quería nada, ¡ah! pero eso sí, si de reuniones de su familia se trataba, entonces sí teníamos que ir y no faltar a ninguna y tenía que estar de muy buen humor, las celebraciones de navidad siempre han sido con su familia, ni siquiera me dejaba ir a ver a mi mamá, hasta hace como 3 años que voy a darle una vuelta para regresar e irnos con su gente, pero en fin, son cosas que ya no quiero recordar.
Mi renacimiento
Después de 23 años de vivir en ese infierno, mi vida se torna diferente, encontré un grupo de ayuda maravilloso en el cual he encontrado darle valor a mi vida, todavía padezco de depresión pero ni que comparar, ahora se ha dado un cambio en mí, en mi actitud, es tal que mi esposo ya ni se me para enfrente, sigue siendo el mismo, pero yo no, y eso es lo que hace la diferencia, ahora soy otra, ya no me afecta su carácter, su desprecio, nada de lo que él pudiera hacerme, mi vida hoy tiene razón de ser vivida, tengo muchos planes y sé que sí los puedo llevar a cabo, voy a disfrutar plenamente a mis hijos y a quererme mucho, a Dios gracias, y a ti Ernesto, que te lo reitero fuiste el instrumento que Dios ha utilizado para rescatarme de ese abismo en el cual me encontraba, Dios te bendiga.