Agustín Castilla
@agus_castilla
Uno de los grandes pendientes en estos dos años de gobierno de Enrique Peña Nieto, es el combate a la corrupción y la impunidad que impera en nuestro país y trastoca todos los ámbitos de la vida nacional.
Este tema que debía ser prioritario, pues incluso fue uno de los cinco grandes acuerdos del Pacto por México y un factor indispensable para atraer a los inversionistas extranjeros y generar empleo, no mereció mención alguna en el mensaje que el presidente dirigió con motivo de su Segundo Informe de Gobierno, lo que no es de extrañar después de que señaló que la corrupción es un tema de carácter cultural que siempre ha estado en la historia de la humanidad. Con esta desafortunada y muy grave afirmación, nos transmite que por ser algo inherente al ser humano, la corrupción es prácticamente inevitable y tenemos que asumirla como destino fatal.
Es cierto que a pesar del profundo impacto negativo que tiene en la calidad de los bienes y servicios públicos, en los programas sociales así como en los proyectos de inversión, prevalece una especie de resignación colectiva ante la tolerancia y complicidad del poder público que hemos padecido por décadas, pero que sea el propio Presidente de la República quien así lo asuma debe ser motivo de alarma.
Llama la atención que las diversas iniciativas que se han presentado en la materia, entre las que se encuentra la del Ejecutivo Federal para crear la Comisión Nacional Anticorrupción, no hayan prosperado en el Congreso siendo que lograron consensar otras reformas en condiciones muy adversas ya que enfrentaban posiciones claramente divergentes y -cuando menos en apariencia- mucho mayores resistencias. Me parece que esto evidencia de que más allá del discurso, no existe voluntad política real y por el contrario, las cúpulas prefieren mantener el status quo.
Hoy vemos que los dos principales partidos de oposición han anunciado este tema dentro de sus prioridades legislativas, sin embargo no es mucho lo que debemos esperar, pues su respuesta ante las acusaciones y escándalos que involucraron a varios de sus integrantes, ha sido muy tibia por decirlo menos. Esto ha provocado que su autoridad moral pueda ser puesta en entre dicho fácilmente, y sus márgenes para denunciar y exigir son más bien reducidos, además de que esta moda de filtrar grabaciones y expedientes puede convertirse en un eficaz inhibidor.
Si no podemos confiar en la clase política y no estamos dispuestos a aceptar a la corrupción como una forma de vida, parece que una vez más la única alternativa consiste en apostarle a la sociedad civil organizada.
Mientras Peña Nieto se sigue ocupando de convencernos que no es mucho lo que se puede hacer, estamos obligados a demostrarle lo contrario.
Del autor
Es Licenciado en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México y Maestro en Administración Pública y Política por el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey. Es panista y se ha desempeñado como diputado local, diputado federal y consejero del Poder Legislativo ante el IFE.