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Yuriria SIERRA/Excélsior

16sept2015-ProteccionAviajerosCertezas, lo que el tema de los 43 estudiantes de Ayotzinapa necesita son certezas. Todos habríamos querido que el desenlace de este caso hubiera sido el hallazgo de los estudiantes con vida y verlos de regreso en casa. Tristemente, desde los primeros testimonios y conociendo el contexto de la violencia en Guerrero (como en Michoacán y en Jalisco), la esperanza no podía sino adelgazarse a cada hora que iba transcurriendo. Aunque tarde (según lo admitió ya en entrevista el presidente Peña Nieto), el Estado apostó por la única vía que en nuestros tiempos puede y debe transitarse: la ciencia. Y ésa, que es la única que en estos complicadísimos casos puede darnos respuestas, ha ido concluyendo que, en efecto, los restos que se encontraron en las profundidades del río San Juan corresponden, al menos, a dos de estos jóvenes.

Hace casi un par de semanas, el GIEI de la CIDH presentó un informe en donde pusieron en duda, al menos, un punto sobre el avance de la investigación de la PGR. Y digo avance porque los trabajos aún no han concluido. Basados en análisis, no respaldados por algún estudio científico, sino más bien todas apreciaciones teóricas, aquel informe dio por concluido que los cuerpos no pudieron ser incinerados en el basurero de Cocula, con base en la conclusión de un “experto en fuego” que estuvo apenas unos minutos en el basurero mencionado y que excluyó en su estudio variables tan relevantes (que los expertos mexicanos sí tomaron en cuenta) como el sentido del viento el 27 de septiembre, o las capturas enviadas por la NASA.

Hace un par de días, la PGR ahora a cargo de Arely Gómez González (quien sin aspavientos ha hecho lo necesario para dar coherencia a la investigación y tranquilidad a los padres) notificaba que la Universidad de Innsbruck, a donde fueron enviados los restos (a solicitud de los forenses argentinos y de  padres de los normalistas) y para su análisis a través de estudios de ADN mitocondrial, logró la coincidencia genética de Jhosivani Guerrero de la Cruz. Así, junto con Alexander Mora, se convierte en el segundo estudiante identificado por método científico. “En los análisis de genética forense, dependiendo del estado de la muestra, es el tiempo que  tardamos en poder tener resultados. Si tomamos en consideración que no fue sólo un análisis, sino que fueron tres (…) el ADN mitocondrial proviene únicamente de la madre, decimos que es de línea materna y va de madre a hijos, a nietos, y es lo que llamamos el cromosoma X…”, me dijo ayer en entrevista Sara Mónica Medina, coordinadora de Servicios Periciales de PGR, como respuesta a aquella duda del porqué han tardado tanto los resultados que han realizado en el laboratorio alemán.  Ella misma me contó que sólo en los restos que dieron con la identificación de Alexander Mora fue posible realizar los estudios de ADN tradicional, el resto de los 17 huesos enviados, tuvieron que ser sometidos a este otro análisis, el mitocondrial, justo de este análisis se desprendió el resultado que identificó a Jhosivani.

Los resultados de los análisis que vienen de Innsbruck son agregados como elementos a la investigación. El caso continúa; ayer mismo también, se anunció de la detención de Gildardo López AstudilloEl Gil, quien fuera señalado por los hoy ya detenidos, como quien ordenó el ataque y asesinato de los estudiantes. Esta detención tendrá que ayudar a conocer los quiénes y los porqués de lo que sucedió y esperemos que, a partir de aquí, sepamos qué sucederá con José Luis Abarca y su esposa, María de los Ángeles Pineda Villa, señalados también como autores intelectuales de la agresión de la noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala y, de paso, que nos aclare por qué era tan importante ese quinto camión que el propio GIEI dijo que podía ser el transporte del primer verdadero asesino de esa noche: la droga.

En unos días se cumplirá un año de aquella noche negra, un acontecimiento que a todos nos lastimó y que queda escrito en la historia del país, como el más representativo de una lucha contra el crimen organizado que tanta sangre ha derramado en todo México. Porque es eso: a los estudiantes los asesinó el crimen organizado, la disputa por el negocio de la heroína de Guerrero. El dolor de los padres de los 43 es difícil de asimilar; ponerse en sus zapatos es asunto imposible. La solidaridad que podemos darles sólo puede ir acompañada de certezas y éstas sólo pueden proveerse, en el siglo XXI, por las conclusiones de la ciencia.

 

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