EDITORIAL
La visita que llevó a cabo el guía moral del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Andrés Manuel López Obrador a Oaxaca, el pasado 18 de marzo, levantó más críticas y descalificaciones que aplausos. Nadie duda que el Mesías de Macuspana encabeza las encuestas; tampoco que bien ha aprovechado las torpezas del gobierno priista de Enrique Peña Nieto, para robustecer el populismo y su soterrada lucha –anticorrupción. Negarlo sería absurdo. No obstante, en “la cargada” oaxaqueña durante la visita de AMLO, se descubrieron algunos de los militantes de la izquierda local más cuestionados y señalados. Es decir, en sentido contrario a lo que pregona el tabasqueño, aquí se arropó en él, la basura de tránsfugas, oportunistas, arribistas y corruptos.
No se trata sólo de recibir a quienes han sido desplazados, defenestrados o que simplemente han perdido la oportunidad en su partido. La puerta abierta que dijo ser Morena, en voz de su Secretaria General, Yeidkol Polevsnky. No. Sino de ponderar el valor de cada uno de aquellos que se unen al movimiento lópezobradorista. Lo que vimos los oaxaqueños fue una “cargada” de oportunistas y trapecistas que insisten en treparse al furgón de “El Peje”, para seguir sorbiendo de la ubre presupuestal. Hubo especímenes que por su misma naturaleza han sido descalificados por el pueblo oaxaqueño. Por ejemplo, Flavio Sosa, un falso luchador social que se la ha pasado medrando con mecanismos de chantaje, además de estar alentando la violencia en algunas comunidades que libran viejos litigios agrarios. Su última hazaña, presionar para que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), dé marcha atrás en la elección municipal de San Raymundo Jalpan y reconozca a Olegario Luis, como edil.
Sin duda pues, AMLO no está del todo bien posicionado en Oaxaca, en donde –y eso hay que decirlo- Morena se ha ubicado prácticamente como la segunda fuerza política. En segundo lugar es importante subrayar que si bien a nivel nacional ha fracturado a la izquierda, afectando severamente al Partido de la Revolución Democrática (PRD), en Oaxaca le está dando la estocada final, habida cuenta de que los mismos que han estado en la disputa por la dirigencia, como es el caso de Rey Morales Sánchez, a) Mi Rey de Monterrey, ahora se quieren trepar al movimiento de AMLO. Y no es por convicción ni por simpatía, sino por oportunismo político y la obsesión por cuajar algo.
Otros casos que hay que destacar es el de Jesús Romero López, que al no lograr el experimento que traía entre manos el hoy senador, Benjamín Robles Montoya, de obtener la candidatura por la gubernatura, teniendo de su lado a la dirigencia del PRD en la persona de uno de sus incondicionales: Romero López, brincó al Partido del Trabajo (PT), en donde no ve un futuro promisorio, por ello, recientemente afirmó que AMLO era algo así como la esperanza de México. Otra más es la diputada federal Karina Barón, que llegó a la curul con los colores del PRD, pero que abrevó en el mismo corral que Romero: Benjamín Robles. Abdicando de la disciplina de su partido, ésta se la jugó con el chilango traído de Michoacán en la pasada contienda para la gubernatura, sin reparar en las sanciones que, como hoy, bien se ha ganado. La crítica no es el arrase o la simpatía que haya despertado López Obrador, sino la traición a los partidos que les han dado la curul y el oportunismo de querer colgarse de lo que en algún momento deploraron. ¡Pobre AMLO, con estos especímenes, a los que lo único que los mueve es el interés personal!
