Enrique ARANDA/Excélsior
Durante su gestión, prácticamente, la totalidad de los liderazgos originales del perredismo abandonaron ya sus filas.
Este fin de semana, cuando ante el Consejo Nacional perredista intente —“si es que ello puede hacerse…”, diría alguno— explicar el desastroso resultado electoral obtenido en los pasados comicios, Carlos Navarrete Ruiz y sus aliados, Los Chuchos y el no-perredista Miguel Ángel Mancera buscarán, al mismo tiempo, mantener mínimos de credibilidad entre la cada vez más pulverizada militancia del sol azteca y, en un momento determinado, hasta conseguir un voto de confianza para tratar de reflotar la estructura e imagen del otrora buque-insignia de la izquierda mexicana.
El daño que, en términos cuantitativos y, más, cualitativos, causó a la estructura partidista “el naufragio de junio…”, particularmente en el Distrito Federal —donde el lopezobradorista Morena lo desplazó como primera fuerza política— es de tal envergadura que, explicaría alguno de sus legisladores, ya hoy no son escasas las voces que, aquí y allá, se levantan para cuestionar la ineficaz conducción del guanajuatense y exigir su renuncia o, peor, para demandar la convocatoria de una asamblea extraordinaria para “replantear el rumbo… o, en caso extremo, su refundación”.
Tal situación, en opinión de los más, explica el inocultable nerviosismo que en las últimas semanas han exhibido Navarrete y los suyos que, amén de asumir la dimensión de la derrota electoral, parecen descubrir ahora que, durante su gestión, prácticamente la totalidad de los liderazgos originales del perredismo abandonaron ya sus filas, al igual que muchos miles de militantes y que, salvo el ya inexistente (“como partido político nacional, al menos”) Partido del Trabajo, sus posibilidades de concretar alianzas con otras fuerzas de izquierda están prácticamente liquidadas.
Ello, entre otras cosas, explicaría, al menos en parte, la singular y en cierto modo inexplicable reestructura que de su equipo de trabajo realizó en fecha reciente el cuestionado jefe de Gobierno capitalino e, incluso, la pública promoción de una eventual alianza (antipriista) a nivel LXIII Legislatura federal con el panismo de Gustavo E. Madero Muñoz que, en su momento, sentara las bases para la postulación de candidaturas comunes, con miras a conformar gobiernos (estatales) de coalición, igual en los próximos comicios de 2016 que, ¡imagínese usted!, las elecciones presidenciales del cada vez más próximo 2018.
Asteriscos
* Cierto es que “el que nada debe, nada teme…” Ello, sin embargo, no parece ser aplicable a Rubén Núñez Ginés, el impresentable líder de la Sección 22 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), que apenas repuesto de los estragos del primer lunes de Guelaguetza en Oaxaca, se apresuró a conseguir un amparo en previsión de que el gobierno de Gabino Cué Monteagudo u otra autoridad federal decidan hacer válida “alguna orden de aprehensión…” que pudiera existir en su contra…
* Si bien es verdad que la difícil situación financiera que ahora enfrenta Guerrero es, en buena parte, herencia de su impresentable e impune antecesor Ángel Aguirre Rivero, lo cierto es que la exigencia del ausente Rogelio Ortega a legisladores de ayudarle a resolver la situación que enfrenta el estado a su cargo, so pena de que (de no hacerlo) la única alternativa viable sería que “lo declaremos en quiebra o adelantemos la toma de posesión” (de Héctor Astudillo) sonó más “a ganas de tirar el arpa…”, dirían algunos, que a un planteamiento serio.
* Como si la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán del penal de “máxima seguridad” de El Altiplano, en el Estado de México, no hubiera sido causa suficiente ya para exhibir a México, y a sus autoridades en particular, como corruptos e irrisorios… la Selección Mexicana de futbol del indefendible Miguel Piojo-Piojo-Piojo Herrera, junto con directivos nacionales e internacionales del desprestigiado deporte se encargaron de completar el (vergonzoso) cuadro… ¡y aún falta saber qué ocurre el domingo!