Ana PAULA ORDORICA/Excélsior
“El que con leche se quema, hasta al jocoque le sopla”, reza el dicho. Y seguramente esa es la explicación de porqué no tiene credibilidad el gobierno cuando da a conocer lo sucedido el 22 de mayo en Tanhuato, Michoacán.
Tan sólo en este gobierno ya nos quemamos con Tlatlaya. Se le creyó al gobierno que el enfrentamiento ocurrido hace casi un año —el 30 de junio del 2014—, en esa localidad del Estado de México, entre el Ejército y delincuentes, y que dejó un saldo de 22 muertos, todos ellos malhechores, fue producto de un uso legítimo de la fuerza.
Después, una investigación de la revista norteamericana Esquire, en su edición latinoamericana, y otra de la Associated Press, revelaron que lo ocurrido realmente en Tlatlaya fue una ejecución, cuando los delincuentes se habían rendido frente al Ejército.
Los comunicados del Ejército y del gobierno de Eruviel Ávila quedaron expuestos por la gran mentira que contenían.
Así, ahora que el comisionado Nacional de Seguridad y el comisionado de la Policía Federal, Monte Alejandro Rubido y Enrique Galindo, respectivamente, aseguran que lo ocurrido en el rancho El Sol, en donde murieron 42 delincuentes y un policía federal, fue producto de un enfrentamiento, revive el grito de matanza y ejecución.
Los argumentos para señalar que, de nuevo, nos miente el gobierno no tienen desperdicio.
Como murieron 43 y sólo uno era policía, tuvo que ser matanza. Si hubieran muerto 11 delincuentes ¿ya no sería matanza? O, ¿a partir de cuántos muertos se califica que ocurre una masacre?
El debate es un reflejo de por qué estamos como estamos. Yo no sé si hubo o no una matanza, pero, para calificarla como tal, el ejercicio periodístico exige una investigación. Ir al lugar y hacer las entrevistas y el recuento necesario para responder qué pasó en Tanhuato. Tal y como lo hizo el periodista español Pablo Ferrí Tortola con lo ocurrido en Tlatlaya.
Es una pena que esa mentira quedara al descubierto, producto de investigaciones periodísticas hechas por extranjeros. Y sería una pena adicional que el recuento y la investigación de Tanhuato los tuviera que hacer, de nuevo, una publicación extranjera.
En México nos hace mucha falta este tipo de periodismo serio, dedicado y que aporte algo al país, más allá de un debate sobre si creerle o no creerle al gobierno por razones que son, más bien, sospechas, intuiciones o corazonadas.
Será hasta que logremos desarrollarlo, cuando a las autoridades les salga demasiado caro contar mentiras. Cuando eso suceda, ojalá que los debates en, y entre, los medios cobren también mayor altura.
Twitter: @anapordorica